Enlaces accesibilidad

¿Somos personas las mujeres? Todo lo que le debemos a Susan Brownell Anthony

Por
El condensador de fluzo - ¿Somos personas las mujeres? Todo lo que le debemos a Susan Brownell Anthony

Hubo un momento en la historia en la que esta pregunta que, ahora y en este lugar del mundo, puede resultar dura, inverosímil e incluso hiriente, tuvo que realizarse en voz muy alta y sobre todo, muchas veces. Esta es la historia de Susan Brownell Anthony, una de las pioneras del movimiento sufragista estadounidense.

EE.UU 1873, las demandas de un sector de la población femenina para tener derecho a voto crecen y comienzan a ser cada vez más fuertes y se concentran en el movimiento sufragista.

Esta corriente estadounidense, lejos de estar aislada, se enmarca en una tendencia internacional que, desde el siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX, se repite en distintas partes del mundo para reivindicar el sufragio femenino. En su historia y desarrollo resulta imprescindible recuperar la historia de la mujer que se atrevió a lanzar esta pregunta al mundo: ¿Somos personas las mujeres?

Hablemos de Susan Brownell Anthony

Nacida en 1820 en Massachusett en el seno de una familia liberal, fue criada junto a sus siete hermanos en un ambiente de activismo político. Desde joven formó parte de distintas organizaciones que luchaban por causas sociales como la abolición de la esclavitud. El estar cerca de estos movimientos le hizo tomar conciencia de las limitaciones que les eran impuestas a las mujeres, y el poco valor que se le daba a sus opiniones, incluso dentro de organizaciones progresistas.

A esta circunstancia se unió su trabajo como profesora, que le hizo descubrir la enorme brecha salarial entre hombres y mujeres. Ambas cuestiones fueron decisivas en el camino que emprendió Susan, que inicio una importante carrera como editora y escritora sobre cuestiones de feminismo.

En sus primeros años de su carrera, conoce a una figura clave del feminismo norteamericano de la época, Elizabeth Cady Stanton con quien fundó The Revolution, una revista semanal que promovía las ideas de igualdad entre hombres y mujeres. También cofundaron una de las asociaciones más importantes que lucharon por el sufragio femenino estadounidense, la American Woman Suffrage Association.

Sin embargo, hubo un acontecimiento que marcó su vida como oradora. En noviembre de 1872 se celebraron elecciones presidenciales en EE. UU. y también fue el año en el que se concedió el voto a los varones afroamericanos. Circunstancias que impulsaron a los movimientos sufragistas a tomar acción y Susan arrancó una campaña más reivindicativa reclamando esos mismos derechos para las mujeres.

Anthony recorrió el país dando conferencias sobre el sufragio femenino y presionando a los gobiernos estatales para que concedieran el voto a las mujeres. Se convirtió en una de las caras más visibles del movimiento sufragista reconocida a nivel nacional, sobre todo, por los acontecimientos que ocurrieron durante las elecciones.

The revolution

Y es que el día de las elecciones, Susan pasa de la palabra a la acción y junto a otras catorce mujeres acude a las urnas decidida a votar apelando a la decimocuarta enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Esta enmienda declaraba que todos los nacidos en los Estados Unidos eran ciudadanos del país y que por ello tenían ciertos derechos. Según Susan, esos derechos incluían el derecho al voto y, por lo tanto, las mujeres, como ciudadanas, tenían derecho a votar.

Con ese argumento consiguieron introducir sus votos en las urnas, eso sí, las consecuencias no tardaron en llegar: un mes después Susan fue arrestada y encarcelada, lo que supuso el inicio de un complejo proceso judicial.

Pero la detención no hizo que ella cejara de su empeño. Su popularidad aumentó notablemente por el revuelo y, tras pagar la fianza para salir de prisión y a la espera de ser juzgada, a principios de 1873 emprendió una exhaustiva gira para dar a conocer sus reivindicaciones.

Durante esta gira siempre daba un mismo discurso. Su título era “¿Es un delito que un ciudadano de los Estados Unidos vote?”, que más tarde se popularizaría con un título todavía más elocuente: “¿Somos personas las mujeres?” Este es un breve extracto:

"La única cuestión que queda por resolver ahora es: ¿Son las mujeres personas? Y no creo que ninguno de nuestros oponentes tenga la osadía de decir que no lo son. Siendo personas, entonces, las mujeres son ciudadanas; y ningún estado tiene derecho a promulgar ninguna ley, ni a hacer cumplir ninguna ley antigua, que restrinja sus privilegios o inmunidades. Por lo tanto, toda discriminación contra las mujeres en las constituciones y leyes de los diversos estados es hoy nula y sin efecto, precisamente como lo es toda discriminación contra los negros".

Este discurso repetido hasta la saciedad durante su gira fue lo suficientemente eficaz como para ganar apoyo para su causa. A pesar de que una vez retomado el juicio fue declarada culpable de votar ilegalmente y condenada a pagar 100 dólares de multa, de cara a la opinión pública, Susan resultó vencedora y con el paso de los años ha sido reconocida como una de las más importantes representantes del sufragismo estadounidense.

Ella nunca dejó de reivindicar el voto femenino, viajó a Europa para conocer de primera mano las organizaciones feministas con el fin de ampliar a la esfera internacional sus reivindicaciones sufragistas. Y lo consiguió, cinco años después se fundó el Consejo Internacional de Mujeres, conformado por grupos feministas de 48 países.

Pese a todos estos esfuerzos, lamentablemente Susan no pudo ver cumplido su sueño porque falleció catorce años antes de que las mujeres pudieran votar en EE.UU.

Sin embargo, su insistencia y valentía fueron reconocidas en 1920 cuando la enmienda 19 a la Constitución de los Estados Unidos, que finalmente otorgó a las mujeres el derecho al voto, fue llamada en su honor, Enmienda Susan B. Anthony.

Más de un siglo después de su muerte, su tumba se convierte durante las elecciones presidenciales de EE.UU. en un lugar de peregrinación para muchas mujeres que llevan pegatinas de ‘yo voté’, pegatinas que son un homenaje a una figura cuyo emblemático discurso consiguió allanar el camino de los derechos políticos de las mujeres.