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Frutales urbanos: ¿por qué no son comestibles?

  • Bonitos, pero incomestibles: los frutales urbanos serían más útiles si produjeran fruta buena
  • El naturalista Joaquín Araujo afirma que "podríamos y deberíamos" sustituir los frutales bordes por variedades comestibles

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Naranjas amargas
¿Has comido alguna vez naranjas de las calles de tu ciudad?

Esperan a que oscurezca. Se ponen un pasamontañas. Y salen a la calle armados… con ramas. Son los Guerrilla Grafters: un colectivo que injerta ramas de árboles frutales comestibles en aquellos que son pura decoración urbana. ¿Por qué tener un naranjo falso cuando puedes tener jugosas y dulces naranjas al alcance de la mano?

Parece lógico: lo que se puede comer es mucho mejor que lo que no se puede comer, y si es gratis, aún está más cerca de lo perfecto. Entonces, ¿cuál es la razón por la que tenemos las ciudades llenas de árboles frutales cuyos frutos no podemos comer? Nos encanta mirarlos, pensar en qué pasaría si cogemos uno, pero la realidad es que lo mejor es pasarse por la frutería, por un buen huerto o bosque y asegurarnos de que esos frutos están en perfectas condiciones. ¿Y qué pasa con urbanitas? ¡Te lo contamos!

Árboles para comer y ornamentar

Es difícil determinar en qué momento de la historia se cultivaron frutos que no se podían comer para ornamentar un lugar. Se conservan inscripciones en caparazones de tortuga que indican la existencia de jardines en la dinastía Shang, en el 1600 aC, en los jeroglíficos de tumbas egipcias, en la época de Tutmosis II, y también, por las mismas fechas, en los palacios micénicos. ¿Habría allí algunos frutos que las familias más adineradas y los religiosos cultivaban solamente por su belleza?

Tal vez. Lo que sí es bien conocido es que muchos siglos después, cuando se colonizaron distintos territorios, algunas plantas que producían alimentos en sus países de origen se empezaron a cultivar como ornamentales en los jardines de las clases pudientes europeas.

Naranjas amargas en la ciudad

Naranjas amargas en la ciudad Pixabay

En un principio no se apreciaban las cualidades gustativas de sus frutos, como en el caso de los pimientos, tal y como señala Esther Katz en Chili Pepper: From Mexico to Europe (2009), pero sí sus formas y sus colores vistosos. Pimientos, extraños limones y otros frutos pasaron a formar parte de jardines privados que coleccionaban estas rarezas en una suerte de gabinete de curiosidades viviente.

La importancia del verde urbano

Moras urbanas

Moras urbanas Pixabay

Ese gusto por lo bello de la naturaleza y su función de aportar sombra fue lo que conllevó a insertar los árboles en las planificaciones urbanas. Las primeras publicaciones de jardinería urbana fechan del 1597, en Inglaterra, y se tiene registrada la primera solicitud de plantación de árboles públicos: en 1792, los ciudadanos de Philadelphia, arguyeron motivos de salud para fortificar su petición.

En nuestro país, un buen ejemplo de la previsión forestal urbana lo tenemos en Plan Cerdà, que alumbró el Ensanche de Barcelona. En él, los árboles estructuraban la trama urbana: se ordenaban dos hileras de árboles por cada acera, aunque la perversión del proyecto hizo que finalmente solo se plantara una, en su mayoría de platanero de sombra, un árbol que a pesar de su nombre, no da fruto, pero sí alergia a un buen número de barceloneses.

A lo estético se le sumó también los beneficios para la salud: ya entonces se creía que los árboles limpiaban el aire y estaban en lo cierto, ya que la canopia urbana retiene hasta un 50% de las partículas en suspensión que enturbian nuestras ciudades. Además, funcionan como minimizadores de la contaminación acústica, refrescan el clima en los meses caluroso y frenan el frío viento de invierno. “Una infraestructura verde correctamente planificada, desarrollada, gestionada y mantenida contribuye al desarrollo humano y ecológico de la ciudad hasta el punto de convertirse en un sistema de soporte de la vida”, afirma el Ayuntamiento de Barcelona en el Plan Director del Arbolado 2017–2037.

Comer o no comer frutas urbanas

Pero volvamos a los frutales. En nuestras ciudades sí existen frutales cuyas frutas son comestibles: muchos son vestigios del pasado agrícola de un barrio, hoy plenamente urbano, que fueron integrados al nuevo espacio. Sin embargo, los que producen fruta incomestible, según el agrónomo Fran Ruiz, se plantan por su finalidad ornamental y para uso en jardinería: “dan sombra, son bonitos, verdean la ciudad, decoran y son más fáciles de cultivar que los frutales de cultivo comercial”.

Granadas urbanas

Granadas urbanas Gabriella Clare Marino/Unsplash

“En las calles de Murcia, son típicas las naranjas bordes, que están horriblemente malas. Llaman la atención porque están ahí colgadas, muy bonitas y apetecibles, y nadie las come, pero porque reciben el apodo de ‘matarratas’”, comenta el agrónomo, que explica que este frutal es el patrón raíz de muchos cítricos comerciales, en el que se injertan con la variedad deseada. “En los cultivos comerciales, el patrón aporta vigorosidad, resistencia, tolerancia a plagas y enfermedades, adaptación a las condiciones climáticas de la zona geográfica. Por eso, en los cultivos ornamentales, no hay injerto: aquel patrón se deja crecer intacto como árbol”.

Producen poco, fruta de apenas valor y a veces no es comestible, explica Ruiz, todos factores que puntúan para ser plantados en nuestras calles: resistencia, escasos residuos, desinterés de la población, pero la misma belleza. “Podrían plantarse frutales comestibles, claro, pero necesitarán más cuidados por personal cualificado, riegos, fertilizantes, tratamientos fitosanitarios y podas”.

"Podríamos y deberíamos sustiuir los frutales bordes por frutales comestibles"

Ilustración de la naranja amarga

Köhler Medizinal-Pflanzen, de Franz Eugen Köhler (1897)

¿Podemos hacer ese esfuerzo extra? “Podríamos y deberíamos”, dice el naturalista Joaquín Araujo. “Sería muy deseable sustituir los frutales bordes en comestibles para dar un paso más en la transformación de la ciudad hacia la soberanía alimentaria, hacia la autosostenibilidad”. Por otro lado, comenta que con la gran tasa de paro que existe, el cultivo y la cosecha de frutales urbanos serían un buen nicho para la creación de empleo.

“Actualmente existe la obligación moral de poner el máximo verde posible en todas las partes, en forma de jardines colgantes, huertos en azoteas y demás, y esto sería una gran acción en ese sentido”. Araujo termina con una receta: “de esas naranjas amargas, se puede hacer mermelada”. Añadimos otra: el zumo de la naranja amarga o agria (Citrus x aurantium) es uno de los ingredientes principales de la cochinita pibil, una receta yucateca que está triunfando en todo el mundo.

El técnico forestal Dídac Cerezo señala que para empezar a pensar en frutales comestibles, también “es necesario decidir qué tratamientos recibirá la planta, ya que algunos pueden ser tóxicos, si se ha descontaminado el suelo donde se cultivarán los árboles, con frecuencia contaminados por metales pesados que provienen de baterías, pilas y restos de obra (gran parte de parques y jardines urbanos se levantan sobre solares que antaño fueron fabriles), así como la calidad del aire y del agua”.

“Sería genial que se pusieran las condiciones adecuadas para el cultivo de frutales comestibles, siempre que se involucrara a la población desde una perspectiva de participación ciudadana, educación ambiental y soberanía alimentaria”, comenta el técnico.

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