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Entrevista a Elena Arzak, tres estrellas Michelin

"MasterChef es muy positivo para los niños, porque se divierten a la vez que aprenden"

  • Elena es heredera de uno de los cocineros 'más grandes', Juan Mari Arzak
  • "Mi padre me enseñó lo más importante: saber escuchar y ser constante", dice

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Elena Arzak en MasterChef Junior
Elena dirige la cocina del restaurante Arzak (3 estellas Michelin) junto a su padre.

Elena Arzak es una de las mejores cocineras del mundo, reconocida así por la prestigiosa revista culinaria Restaurant. Criada entre fogones, Elena es la cuarta generación de su familia que se dedica a este oficio y ha aprendido del mejor maestro, su padre, Juan Mari Arzak.

Estudió en Suiza y se formó en las grandes cocinas de Europa, como Le Gavroche (Inglaterra), Pierre Gagnaire (Francia) o El Bulli (España). Desde 1995 forma un tándem perfecto con su padre en el restaurante Arzak, donde desarrollan una cocina en constante evolución, vanguardista, basada en la cocina vasca.

En MasterChef se reencuentra con colegas como Jordi Cruz y Pepe Rodríguez, con el que recibió el Premio Nacional de Gastronomía en 2010. Con Samantha además trabajó muy de cerca, ya que la juez de MasterChef comenzó su carrera haciendo prácticas en Arzak.

¿Qué piensas de los programas de cocina, como MasterChef?

MasterChef es muy beneficioso para la cocina, porque difunde este oficio a través de la televisión y hace que llegue a millones de personas. Estar aquí ha sido un placer, me he sentido muy arropada por mis compañeros y todo el equipo, que hace un trabajo estupendo. Felicidades.

¿Y la edición Junior, con cocina para niños?

La cocina se debe inculcar desde pequeño y MasterChef Junior está despertando el interés de los niños hacia la cocina y la gastronomía. Eso es muy positivo y da gusto ver a los niños divertirse y aprender mientras cocinan.

¿Cuándo supiste que querías ser cocinera?

Para mí cocinar es compartir y disfrutar con la familia, amigos y con uno mismo

Desde muy pequeña. Con 9 años ya cocinaba, hacía suflés, salados, dulces, galletas… Iba al restaurante todos los veranos y limpiaba chipirones o ayudaba con los postres. Yo tengo dos hijos a los que les estoy enseñando a cocinar. Para mí cocinar es compartir y disfrutar con la familia, amigos y con uno mismo.

¿Qué es lo más importante que te ha enseñado tu padre?

Me ha inculcado una serie de valores que me han ayudado mucho en mi profesión. Primero amar y respetar este oficio. Segundo utilizar las mejores materias primas para conseguir un buen resultado. Escuchar a la gente y aprender de tus fallos para poder avanzar y el más importante, ser constante.

Y, ¿qué otras cualidades debe tener un cocinero profesional?

Es necesario saber distinguir sabores y tener criterio para poder equilibrar un plato. Y, por supuesto, imaginación, porque sin ella la cocina sería muy aburrida.

La cocina requiere dedicación, ¿cómo compaginas la vida profesional y la personal?

Lo principal es contar con un entorno positivo, tanto en casa como en el trabajo. Mis hijos Nora y Mateo apoyan mi profesión porque me ven feliz y eso te ayuda mucho. Y en el restaurante tienes que rodearte de grandes profesionales. Tener un buen equipo es la clave para poder hacer muchas cosas a la vez.

¿Crees que la cocina es un mundo machista?

Las mujeres han tenido menos visibilidad en la cocina, pero esto está cambiando

He crecido en un ambiente donde no había diferencias. Mi bisabuela era cocinera, mi abuela también y el 80% de la plantilla del restaurante Arzak son mujeres. Es verdad que las mujeres han tenido menos visibilidad en este oficio, pero por suerte la cosa está cambiando y cada vez se reconoce a más cocinaras.

¿Qué es lo mejor de tu profesión?

Ver a la gente disfrutar, hacerlos feliz y se emocionen al probar uno de tus platos.

¿Y lo peor?

Cuando decepcionas a un comensal. Los cocineros somos muy sentimentales y te quedas chafado cuando alguien no ha entendido o no le ha gustado tu cocina.

Las comidas en casa de los Arzak tienen que ser un festival culinario, ¿no?

(Risas) Las comidas familiares son más sencillas que las del restaurante, pero igual de buenas. Cuidamos cada elaboración, el punto, las cocciones, la materia prima… Hay que tener un principio básico: hacer las cosas bien, estemos en casa o en el restaurante, comamos platos de vanguardia, un bocadillo o tapas.