Enlaces accesibilidad
GEN Z TOPIC

Lo que ha hecho C. Tangana para el Celta no es un himno, es una máquina de hacer llorar

  • “Es el ‘Roots’ de Sepultura pero mejor. Poesía visceral, ópera enxebre, Galicia ruda. Una cantiga de lucha y amor que te pone en trance, surcando la ría a lomos de los arroases
  • El periodista Iago Fernández analiza ‘Oliveira dos Cen Anos’, el nuevo tema de El Madrileño

Por
PANDEIRETEIRAS
PANDEIRETEIRAS

Importante: solo conozco a C. Tangana de una entrevista que le hice y un par de eventos en los que coincidimos. También importante: no soy del Celta. Es más, soy coruñés. Digo esto para despejar cualquier duda sobre conflicto de interés o parcialidad en lo que vengo a defender aquí, y es que ‘Oliveira dos cen anos’, el himno creado por Antón Álvarez Alfaro para el club vigués que se lanza hoy, es una obra maestra descomunal que eclipsa casi toda la música española publicada en los últimos años. Para mí es algo objetivo, una obviedad, y me resultaría extraño que un solo ser sintiente del planeta no comparta mi opinión. Pero soy consciente de que existe esa posibilidad y por eso escribo esta columna.

Estamos ante una canción con una dimensión épica al nivel del Suo Gân de John Williams en la peli de ‘El Imperio del Sol’. Una barbaridad sonora que te empuja a cabalgar colina abajo como Mel Gibson en ‘Braveheart’, cara pintada de azul celeste incluida. Decía Woody Allen que cuando escuchaba Wagner le daban ganas de invadir Polonia. Yo escuchando este tema me siento como un dron ciclado volando sin frenos que se sumerge en el agua helada de las Cíes y planea después sobre el cañón del Sil y acantilados de la Costa da Morte hasta estrellarse sonriendo en un bosque ante ochocientas meigas haciendo queimada y la Santa Compaña golpeando tambores gigantes.

REBOSA ALMA. Que no es lo mismo que la cosa esta de “tiene duende”. Respira de verdad. Respira verdad. Palpita. Es humana. Se reboza desnuda en el barro. En estos tiempos de sobredosis de producciones artificiosas y una euforia ridícula por los avances de la IA, parece casi una ensoñación el poder envolver los sentidos con un coro orgánico tribal que es como la versión enxebre de la ópera más bella y sofisticada que se te venga a la cabeza. Lleno de matices, evocando personas y personajes, mariscadoras, paisanos y hasta Milhomes, el protagonista de la novela ‘A Esmorga’ de Eduardo Blanco Amor, la Galicia más ruda.

HE LLORADO REAL al ponérmela en el bus de camino al trabajo. Varias veces. Por mis lágrimas se escurren Amparo mi profe de Lengua, comidas en familia en el Luces de Bohemia de Urzaiz, Alfonso Montero, Novalbos, las pintadas que hacíamos en la rampa del parque del Arenal, los Multicines Centro, las primeras olas con Chete, Juan y Diego, Camelias y la urba de Fran en Alcabre, mañanas de sábado jugando a squash en el Coliseum, un día que me encontré a Antón Reixa en la playa de Patos con camiseta de Mano Negra y cajetilla de tabaco en su bañador turbo, Xiana pidiéndome un helau en Samil y, por supuesto, el estadio de Balaídos.

C.Tangana
C.Tangana

C.Tangana

Y es que, lo confieso, pasé tres años de mi infancia en Vigo. Si he afirmado que no soy del Celta es simplemente porque no me gusta el fútbol (perdón). Pero por algún motivo que se me escapa, a los niños del cole Rosalía de Castro nos regalaban entradas gratis para la grada de Río Baixo (XUVENTUDES CELESTES) y de ahí enseguida saltamos a la de Fondo como chiqui-hooligans prematuros entre bombers y martens. Mis padres juran que viendo un partido por la tele me encontraron detrás de la portería, de espaldas al campo, charlando y comiendo pipas. Yo regresaba a casa feliz, sin saber ni el resultado pero habiendo descubierto infinidad de cánticos y grupos punk que todavía hoy me alumbran. Como La Polla Records de Evaristo, celtista de pro.

“CORAXE NA LOITA, puxa Celta decote, siareiros celtas orgullo da Galiza”, berraban las bufandas de los Celtarras en nuestras tardes de niñez detrás de la portería. Lo que le ha entregado Pucho al equipo olívico es un berro con mayúsculas y sin duda una canción de lucha, pero sobre todo de amor. Arranca con el mantra de “creo que estou namorado dos teus dous ollos azuis” que, en serio, si no te pone el vello de punta date un martillazo en el pecho porque es muy probable que tu corazón de piedra se haga añicos. “Non sei se podo vivir sen ti pero iso eme igual non o quero probar, cada vez que mires atrás sempre hei estar aquí”. Demoledor.

Iván Ferreiro lloriqueando porque al FOLCLORE GALEGO no se lo recibe igual de bien que al flamenco y de pronto El Madrileño mete este gol por la escuadra y de chilena demostrando que basta con hacerlo bien. O, en este caso, excelente. Quiero volver al Vigo de mis diez años de edad y que la Coral Casablanca y las pandeiretas de As Lagharteiras llenen Castrelos de aturuxos y asistir en directo a lo que ya es mucho más que un himno futbolístico. Es el ‘Roots’ de Sepultura pero mejor, una pieza de arte visceral, un trozo de tradición, un poema hermoso que te pone en trance con los ojos hacia dentro y surcando la ría, esquivando bateas a lomos de los arroases.

De pequeño, en casa se contaban anécdotas de los músicos de Milladoiro y A Roda -presentes en los créditos de esta cantiga moderna- o del director de la editorial viguesa Ir Indo, Bieito Ledo, que decía que mide LA FELICIDAD de las personas en función de si asubían o no (en castellano: silban, esta sí conviene traducirla). Para medir si una creación es virtuosa basta con cuantificar la emoción que contiene y en ‘Oliveira dos cen anos’ encontramos toneladas. Una energía imparable de ríos caudalosos que descienden en picado y se convierten en llanto incontenible y majestuoso corriendo por nuestras meixelas como la fervenza de Vilagocende. “¡Un escudo no meu peito!”. Espérate, a ver si resulta que sí que soy del Celta.

IAGO FERNÁNDEZ es responsable de contenido de Gen Playz (RTVE). Anteriormente estuvo al frente de la edición digital de Tentaciones de El País, la redacción de VICE en Madrid, el programa La Realidad Definitiva de la Cadena SER y un espacio de entrevistas en MTV.