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TEATRO

A.K.A., la obra revelación que te hará replantearte muchas cosas

  • Ganadora de dos Premio Max, A.K.A. nos lleva a una reflexión profunda sobre la identidad
  • Hablamos con su autor acerca de todo lo que nos ha transmitido este impactante monólogo
  • Una historia que te hará pensar

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A.K.A. (Also Know As)
A.K.A. (Also Know As)

A.K.A. (Also Know As) es una de esas obras teatrales de las que sales reflexionando sobre temas tan profundos como la identidad, la tolerancia, la salud mental, las relaciones paterno filiales o la desigualdad social. Todo ello condensado en una hora y cuarto de monólogo en la voz de Carlos, un adolescente migrante que se pregunta todo el rato quién es: ¿quién él cree que es o el que creen los demás?. Es decir que es realmente lo importante: lo que tú crees que eres o lo que te han hecho creer que eres.

Sentimientos como el amor, el abandono o el miedo se entremezclan con emociones como la rabia o el sentirse un inadaptado. Un texto que su autor, Daniel J. Meyer, escribió del tirón en una noche y que suena como una especie de desahogo personal y una profunda crítica social a la vez. Meyer nos cuenta que siempre trata de ponerse en la piel del personaje que va a contar y con Carlos (interpretado por Lluís Febrer) lo ha hecho de maravilla. Como espectador uno se mete de lleno en la cabeza de ese adolescente, que como cualquier otro, se siente totalmente perdido y con la necesidad constante de encontrar su sitio.

El protagonista es un personaje lleno de dudas existenciales, frustraciones e inseguridades. Un joven adoptado que siempre lleva capucha para intentar pasar despercibido y así no ser juzgado. Redes sociales, drogas, Tinder, hip hop, una terapia a la que su madre preocupada le obliga a asistir y la intensidad con la que un adolescente lo vive todo colisionan con un hecho dramático que dará un vuelco de 180 grados a su vida. ¿Estás preparando para que A.K.A. te cambie la perspectiva que tienes de las cosas?

Si eres de los que cree en el teatro como parte del motor y el reflejo del cambio social, esta es tu obra. "Estamos en Madrid, en el Teatro Quique San Francisco, hasta el 1 de octubre, luego volvemos a Barcelona a hacer la 5ª temporada de A.K.A. y a la vez estaremos girando por toda España", nos cuenta su autor, con el que hemos tenido el placer de charlar después de ver la obra.

P: ¿Por qué el título A.K.A.? ¿De dónde viene?

R: A.K.A. es una obra que escribí una noche de 2017. La escribí del tirón sin tener ni idea de lo que estaba escribiendo. Son de esas noches que dices me obligo a escribir y así me desahogo. Entonces, a los dos días, contacté con un actor que es amigo mío, que se llama Quim Àvila, que en ese momento yo sabía que no lo podía hacer, pero le dije: 'Oye, ¿me haces el favor de leérmela?' La leyó y me dijo: 'bueno, ni tan mal'. Cuando terminó le pregunté: '¿la dirigiría mejor Montse (directora a la que él conocía) o yo?' Y él me dijo sin dudar: 'Montse' Y dije: vale, pues pásame su teléfono que la voy a llamar. Se la envié sin título todavía, pero la obra todo el tiempo tenía menciones al hip hop, al baile, al breakdance... Yo tenía muy claro que tenía que tener una presencia musical fuerte y una cosa muy de calle, de hip hop y de danzas urbanas. Entonces empecé a buscar mucha terminología de esto y, a la vez, empezaba a determinar con Montse cuál iba a ser el tema central de la obra. Decidimos que iba a ser la identidad y llegué a A.K.A. Pensé que el término le iba como anillo al dedo a la temática de la identidad. Al final es: ¿quién eres tú: cómo te llaman los demás o quién tú crees que eres? ¿Somos lo que creemos que somos o lo que la gente ve en nosotros? A parte, bueno, tengo ciertas manías con los títulos. En general me gusta que sean de una palabra y que en cualquier idioma se diga igual. Y eso es muy difícil de encontrar. Pero bueno el título llegó cinco meses después de empezar a ensayar la obra.

P: ¿El objetivo era hacer una obra para el público joven?

R: Cuando la empezamos a ensayar nos dimos cuenta de que había algo en ella que conectaría mucho con los jóvenes. Pero realmente no creo mucho en la categoría de teatro para jóvenes, porque me parece que a veces con eso se menosprecia un poco o se ningunea las temáticas jóvenes. Quiero decir: cuando los adultos hacemos cosas sobre, por ejemplo, el primer amor de los jóvenes, decimos: 'ay, qué bonito, ya se le pasará...' Es como si lo estuviésemos mirando a toro pasado. Un joven no deja de ser una persona ya con una estructura reflexiva propia, simplemente tiene otra escala de valores, pero tampoco quiere decir que no sea lo más importante en su vida en ese momento. A veces si te pones tú como adulto a intentar escribir explícitamente para jóvenes, pero con tu mentalidad adulta, mal. Entonces siempre intento ponerme muy en la voz del personaje que voy a explicar, y muchas veces son jóvenes.

P: Bueno si es que la temática de la identidad es muy universal, ¿no?

R: Sí, pero también es una temática muy fuerte en ese momento de la vida. No creo que haya temáticas específicas de jóvenes. Por ejemplo, alguien podría decir hoy en día que los botellones es un tema de jóvenes. Sí, pero no. Yo también tengo ganas de volver a salir y tengo casi 40 años. Al final creo que es el tono el que es joven, porque en cuanto a contenido se puede hablar de lo que sea. Es algo que tenemos que empezar a romper desde la cultura y desde el arte. Pasa algo muy curioso. Muchos jóvenes nos vienen a ver y luego vuelven con sus padres. Y los padres ven otra obra completamente distinta. Evidentemente los temas son los mismos y el eje central también, pero los padres te dicen: 'me interesa mucho porque me ha abierto la puerta a poder hablar con mi hijo sobre qué hace tanto tiempo dentro de su habitación.' Claro, pero para el niño ese no es el tema. Entonces la obra es la excusa para poder hablar de esto.

P: Esto pone de manifiesto la falta de comunicación en las relaciones familiares...

R: Total, pero yo creo que es algo natural y psicológico, porque al final es la etapa de la rebeldía y de rebelarte contra los valores de tus padres para poder establecer los propios. Pero al margen de esto, también ocurre porque muchas veces se hace una distinción muy bestia: "Los jóvenes" y "Los adultos" por otro lado. Nos estamos olvidando de que el término adolescente no debe tener más de 100 años. Tú háblale a tu abuelo de la adolescencia. Antes no existía porque pasaban de niños a adultos. Entonces es una convección social nuestra, en verdad son adultos pero más jóvenes. Tienen unos procesos muy peculiares y más en la sociedad en la que vivimos. Lo que quiero decir es que por eso no tenemos que ningunearlos. Ahora, por ejemplo, con todo esto de Greta Thunberg, nos empezamos a dar cuenta de que tienen una voz propia, fuerte, muy válida y que debemos escuchar.

P: ¿Al final A.K.A. es una muestra más de que las nuevas generaciones se atreven a quejarse y hablar de sus emociones?

R: Tengo la esperanza de que entre esta efervescencia tan grande que vemos ahora, porque quizás a veces no hace falta exponerlo todo, vamos a encontrar unos puentes con los que volvamos a dar validez a las voces de todos: la rebeldía del joven, el adulto y el respeto a los mayores. A mí me interesa mucho escribir de jóvenes y de mayores, porque humanamente hablando son los procesos más divertidos de contar. Considero que son las dos etapas más libres y hay mucho que aprender de ellos.

P: Trata muchos temas como: la identidad, las injusticias, la xenofobia, la desigualdad de clases, las inseguridades de la adolescencia, los prejuicios, el abuso sexual o la salud mental… Por algo es la ganadora de dos premios Max y para muchos la sorpresa teatral del año. ¿Qué tiene A.K.A. que emociona?

R: Pues mira, en cuanto a los derechos humanos, siempre tengo varias cosas muy claras. No puedes ser selectivo con cual defiendes. Es decir, si los defiendes los defiendes todos. Además, siempre hay que estar en lucha, porque si bajas la guardia siempre te ganan. Aparte hay un nuevo paradigma. Hace como 10 años lo políticamente incorrecto era propiedad de las izquierdas, que eran las que reflexionaban y buscaban nuevas formas. Y hoy en día se lo ha apropiado la extrema derecha. Entonces parece que pueden hacer cualquier cosa y que cualquier cosa es válida, pero son cosas que se están saltando los derechos humanos. Ese es el límite, la línea roja. Lo que no se puede es ser tolerantes con los intolerantes. Ese es un juego macabro. Yo cuando escribí la obra, en 2017, no estaba tan palpable todas estas realidades. La obra está cada día más vigente porque lamentablemente cada vez se les va más la olla. Cuando ves cosas como la manifestación nazi en Chueca te quedas muy sorprendido. ¿Por qué cómo se explica que existan partidos que hoy validen esto? ¿Cómo les explicas que no tienen derecho a manifestarse si tus representantes públicos no lo hacen en el Congreso? Es una barbaridad. Por eso siempre hay que estar muy alerta y muy combativo, porque sino el retroceso ocurre en nada.

P: El texto habla de un chico magrebí adoptado por una familia catalana y cómo siempre se ha sentido inadaptado, avergonzado incluso de sus orígenes. ¿Crees que es una realidad común de muchos jóvenes migrantes en nuestro país a pesar de que nos vendemos como un país integrador?

R: Él no se siente avergonzado. El personaje es un chico adoptado al que hacen sentirse avergonzado, que es diferente. Ahí también nos deberíamos reevaluar como sociedad y por eso la obra lo que intenta es que el público sea quien genere el juicio sobre qué es lo que estamos haciendo mal. ¿Cómo le estamos jodiendo la vida a una persona? La identidad la elige uno y la construye día a día de acuerdo a los distintos entornos donde estás. Entonces, cuando todo el tiempo te están juzgando o preguntando por qué no buscas a tus padres biológicos, y que si no lo haces es porque estás ocultando o negando algo. Y tú (persona adoptada) dices: 'quizás simplemente no me interesa'. Y esto hace conectar A.K.A. con muchas otras cosas de la identidad. Por ejemplo, ahora que está tan en boga la gordofobia. Tú quizás estás contento con tu cuerpo, pero si todo el tiempo te están diciendo que delgado estás más guapo o que tienes que hacer dieta, al final te están poniendo un problema encima que tú no tienes. O la presión esta de deberías encontrar pareja. Quizás no sea el modelo de vida que quiero yo. Hay muchas presiones sociales que te obligan a construir una identidad. Entonces, por eso el protagonista de A.K.A. se tapa con la capucha. Porque él se siente de aquí, sus padres son de aquí, pero claro tiene un color de piel por el que todo el tiempo le está preguntando... Entonces le están obligando a replantearse su identidad constantemente sin que él lo quiera.

P: Luego la obra da un giro totalmente inesperado. ¿Qué mensaje quieres lanzar con esto?

R: Es claramente una denuncia racista que pone la prima de "su novia" acogiéndose a lo primero que puede. Creo que cualquiera que lo ve, sabe y entiende que fue una relación sexual consentida y de dos enamorados. Él tenía 16 años sin saberlo y por eso los padres pueden denunciarlo. Por ley, en España, el consentimiento sexual es a partir de los 16 años. Por eso cuando se traduce la obra, pido que se mire bien la ley del país en la que se traduce. Con esto de las traducciones me estoy encontrando bastantes trabas. Por ejemplo, la palabra "moro" no quiere decir exactamente lo que quiere decir aquí y eso lo tengo que explicar. Porque aquí se usa de forma despectiva y no distingue muy bien si es musulmán o árabe. En inglés me decían que está súper específico y que no existe un término para designar eso que les cuento. Entonces, tuvimos que darle una vuelta.

P: Obras como A.K.A. cobran actualmente, con todo los ataques que las minorías están sufriendo últimamente, una mayor importancia. ¿Crees que el teatro puede y debe ayudar a mejorar la sociedad?

R: El teatro debe ayudar. No nos debemos olvidar de que las ficciones nos ayudan a comprender el mundo. El teatro dentro de los géneros es uno de los más comprimidos, porque en una hora te puede mostrar una parte muy específica de la vida de unos personajes.

P: También aporta una mirada totalmente diferente sobre la salud mental. Es interesante ver cómo el texto lo naturaliza, como el prota habla de sus sentimientos y emociones con bastante libertad, sin dejar de ser un adolescente confuso. ¿Pone sobre la mesa el tema de la importancia que tiene la comunicación en todos los sentidos?

R: La madre le obliga a ir a terapia porque se intuye algo, se intuye que el clima es hostil. Lo que ocurre en este país, y en otros muchos sitios, es que parece que somos muy integradores, pero al final no lo somos. Porque uno se plantea: ¿qué es integrar? Integrar no es que te adaptes a mis costumbres. Una cosa es que yo te diga: 'vente a casa a cenar. Tengo unas normas en casa, pero tú se tú'. Otra cosa es si te digo: 'vente a casa a cenar, pero no puede sonreír, no puedes hacer esto y tampoco lo otro, pero pásatelo muy bien'. ¿Para esto me invitas? Es más, con este avance de los discursos que antes mencionamos, dices: 'bueno integrar, integrar no lo estamos haciendo'. Lo vemos también con los menas, palabra por cierto horrorosa porque los está deshumanizando. Al final son niños con situaciones muy complicadas. Necesitamos un poco de reflexión en esto.

P: En A.K.A. se habla abiertamente de salud mental. ¿Ya no es tabú ir a terapia en nuestra sociedad?

R: Yo creo que la pandemia nos ha hecho romper un poco con ese tabú. Y si no lo ha hecho, lo hará, porque vamos a tener que pasar todos por un proceso de interiorización de todo lo que nos está pasando. El protagonista de A.K.A. es cierto que lo obligan, en cierta manera, a estas reuniones, pero no tiene problema en auto investigarse a sí mismo y eso es parte de la salud mental. Preguntarse cosas y si uno no se las sabe responder, buscar quién te las puede responder. La salud mental no solo es hablarlo todo, también es saber expresar lo que necesitas. A veces no necesitas contar nada, sino simplemente apoyarte en alguien que te quiere en silencio.