El silencio se cierne sobre Jerusalén Este por el miedo a opinar en contra del Gobierno israelí

En Shuafat y en la ciudad vieja de Jerusalén Este, hablar de política es casi un delito. Los vecinos miran hacia otro lado cuando se enciende la cámara de RTVE. El miedo a la policía y a los soldados israelíes los obliga a callar. Solo Maged se atreve a opinar con cautela al señalar que Netanyahu "no es bueno ni para israelíes ni palestinos", y que debería detener los bombardeos en Gaza y permitir la libertad del pueblo palestino.

La represión se mide también en ejemplos concretos, con el arresto de dueños de negocios por vender libros sobre Palestina o ciudadanos perseguidos por opinar. Abu Mouhamad lo resume con crudeza: "Nos pueden arrestar, nos prohíben hablar de política". Mientras, Jerusalén sigue siendo el epicentro de un pulso irresuelto: los palestinos la sueñan como capital de su Estado, pero Israel la declara indivisible y corazón de sus instituciones.