Sinopsis
Danas como la del año 2024 demuestran que España se sitúa en la zona cero del cambio climático. Vivimos olas de calor cada vez más potentes, sequías más largas o lluvias torrenciales más frecuentes e intensas. Las situaciones que provocan los eventos extremos tienen, a grandes rasgos, el mismo origen: el chorro polar.
Este es un cinturón de vientos muy intensos en torno al polo norte que ondulan y descienden hacia el sur. Cuando este aire frío se descuelga en los valles tenemos borrascas y, en las montañas, anticiclones y cuando este fenómeno es más intenso, cuando se descuelga del todo una gota de aire frío, se forma una dana (depresión aislada en niveles altos).
Los estudios indican que el calentamiento global ha provocado que esa corriente sea más lenta, haciendo que las ondulaciones sean más pronunciadas y las gotas se desprenden con mayor facilidad. Este fenómeno ha provocado que la frecuencia de las danas en latitudes medias se ha incrementado un 20% en los últimos 60 años. Este mismo mecanismo está detrás de periodos más prolongados de estabilidad, que dan lugar a sequias y olas de calor que se alargan, derivando en incendios forestales más virulentos.
La cantidad de lluvia depende de la capacidad de la atmósfera de almacenar vapor de agua y una atmósfera más cálida puede guardar más humedad, un 7% más por cada grada. A este fenómeno se le llama atmósfera dopada. En España existe un tercer factor que incrementa el riesgo, el mar Mediterráneo. Buena parte del vapor de agua que alimenta esta atmósfera dopada proviene del mar.
El Mediterráneo ha aumentado su temperatura más rápido que el promedio global, dos grados por encima de lo que debería. Hace un año llovió como no había llovido nunca, más de 600 litros por metro cuadrados en cinco horas.
Imagen: EFE / Biel Aliño.
