Sinopsis
El 41% de los propietarios de fincas rústicas tienen más de 65 años y empiezan a jubilarse, pero la mayoría de sus herederos no quieren asumir el trabajo. Debido a esto, muchos venden o fragmentan las tierras y eso reduce el valor y el tamaño de las fincas.
Este es el caso del José Antonio Navarro, que vende su finca ganadera en Almadén de la Plata, Sevilla. Afirma a TVE que está vendiendo porque tiene 74 años y no cuenta ya con las "aptitudes físicas para el manejo de la finca y no tengo otra solución que venderla". Navarro añade que "no hay relevo" debido a una "cultura de que el campo es lo peor y la gente huye".
En la última década la compraventa de fincas heredadas aumentó un 21%. Según el fundador y director ejecutivo del Portal de compraventa de fincas rústicas (COCAMPO), Regino Coca, "en muchos casos los herederos no están conectados con el ámbito rural o no quieren llevar a cabo la explotación, y en otros casos, la explotación que heredan no tiene la dimensión suficiente para ser económicamente viable".
Las fincas pequeñas son difíciles de vender, salvo para uso recreacional. La falta de compradores y el desinterés de algunos herederos puede desembocar en abandono. Según los datos del Ministerio de Agricultura, ya son 2,3 millones de hectáreas de superficie agrícola abandonada y sin producir, equivalente al territorio de la Comunidad de Valencia. Se trata de minifundios desperdigados, tierras fragmentadas e improductivas que pierden valor y lo único que podría salvarlas es una concentración parcelaria que recupere su atractivo.
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