Sinopsis
En los puestos de trabajo deben cumplirse ciertas reglas. Son garantías para el trabajador. Algunas tienen que ver con algo tan básico como tener un contrato en regla, o estar dado de alta en la Seguridad Social. Otras, se refieren a la seguridad laboral, que varía según los sectores. Pero aún hay más: las referentes al cumplimiento de otras leyes en el entorno laboral como son la de igualdad, derecho de conciliación, registro horario, etc. Y suma y sigue. ¿Y quién garantiza que todas estas reglas se cumplan? En primer lugar, la responsabilidad de cada empresario. En segundo lugar, los propios trabajadores. Y por encima de todos ellos, los inspectores y subinspectores de trabajo.
En algunos entornos laborales la amenaza de una visita sorpresa de un inspector de trabajo sirve para que se pongan en marcha planes de cumplimiento de cada nueva norma obligatoria. Sectores como la construcción o el campo han sido pioneros en asumir protecciones para evitar riesgos laborales como sistemas de protección, o limitación de horarios durante olas de calor. En otros, como la hostelería, continúa la lucha contra la economía sumergida y los horarios abusivos. Pero también hay sectores más jóvenes, como el audiovisual, que no escapan a incumplimientos graves por parte de algunos empresarios.
La precariedad laboral lleva a muchas personas a aceptar trabajar en lugares donde sus derechos no se cumplen. No tienen más remedio, según nos han explicado, para poder salir adelante. Pero todo tiene un límite, y en muchas ocasiones esas mismas personas acaban denunciando a sus empleadores por abuso e incumplimientos de contrato, ante la inspección de trabajo. Ahí, los funcionarios tienen la obligación de investigar, y resolver. Pero, según apuntan ellos mismos, no son suficientes personas para llegar a todos los frentes, y además, cada día los incumplimientos también cambian, en función del avance tecnológico y de los nuevos sistemas de trabajo.
