Sinopsis
El despliegue propagandístico de la dictadura de Franco no escatimó en elogios hacia el régimen. Para el NO-DO, los soldados sublevados del Norte de África de julio de 1936 no fueron otra cosa que los salvadores de un país a la deriva. Esta rebelión militar marcó el inicio del golpe de Estado que acabó con la segunda república y dio paso a la guerra civil.
Con Melilla bajo control del Ejército, los sublevados le comunicaron por telegrama a Franco que habían logrado imponerse a la resistencia local. La rebelión se propagó por todo el territorio nacional y por todas las fuerzas armadas. Aunque los sublevados fracasaron en Madrid y en ciudades como Barcelona, Valencia, Murcia, Málaga o Bilbao, su dominio alcanzó casi la mitad del país, dejando a España partida en dos.
El verano de 1936 fue el más sangriento del período conocido como 'terror caliente', cubierto por una atmósfera de castigo que respondía al plan del general Emilio Mola. La crueldad se instaló en las retaguardias de ambos bandos, causando cientos de miles de víctimas. En Paracuellos del Jarama, el bando republicano fusiló a sublevados aprovechando los traslados de las denominadas 'sacas de presos'. Las cárceles clandestinas, las checas, fueron también escenarios de represión y tortura en la sombra.
En el lado contrario, las matanzas de campesinos identificados con la lucha sindical eran vendidas por los sublevados como acciones de limpieza o pacificación.
