A flor de tierra

Año 2000. En Priaranza del Bierzo (León), historiadores, antropólogos y forenses llevan a cabo la primera exhumación oficial de una fosa de la guerra civil, uno de los mayores hitos en la recuperación de la memoria histórica de nuestro país. Sin embargo, a finales de los 70, tras la muerte de Franco, viudas, hijos, hermanos y vecinos de represaliados vieron la oportunidad de hacer algo que querían hacer desde hace mucho tiempo: localizar, exhumar y dignificar los restos de sus familiares.

Sin apoyo institucional ni asesoramiento científico, solo con herramientas del campo y sus propias manos, excavaron la tierra donde sabían —o intuían— que estaban los restos de sus familiares. En cajas, ataúdes improvisados y a veces con la colaboración de sacerdotes y otras autoridades, dieron sepultura colectiva a los suyos tras más de cuatro décadas de silencio.

Es lo que hoy conocemos como exhumaciones tempranas. Un movimiento autoorganizado que se dio en algunas regiones, con especial fuerza en la Ribera de Navarra. Sus protagonistas rememoran esos años tan cruciales para sus vidas, con fotografías, grabaciones y documentos que son el mejor testimonio de este fenómeno.