Lo importante es invisible a los ojos, como decía El Principito. Y en el mundo de las plantas, la parte más escondida y a menudo menos valorada son sus raíces. Precisamente, las plantas de raíz profunda, capaces de acceder al agua situada a más de 20 metros bajo tierra, son un pilar ecológico esencial para los ecosistemas áridos de todo el mundo. Retamas, tamarices o azufaifos, entre muchos otros, fijan el suelo, retienen agua y carbono, y refuerzan la resiliencia de los ecosistemas áridos. Y sin embargo, el cambio climático y la actividad humana están perjudicando a estas plantas, lo que puede acelerar la desertificación. Cuando la capa freática baja por debajo de la zona donde llegan las raíces, las comunidades vegetales pasan a depender exclusivamente de la lluvia y se vuelven mucho más vulnerables a las sequías.
Lo cuenta un artículo publicado en la prestigiosa revista Trends in Plant Science y firmado por el investigador del CREAF y del CSIC Josep Peñuelas. Y la solución pasa por mantener los beneficios que nos ofrecen, lo que implica proteger los acuíferos con regulaciones estrictas sobre la extracción de agua subterránea, aplicar pastura rotacional para evitar tanto el sobrepastoreo como la compactación del suelo, y reforzar la salud del suelo con prácticas como la rotación de cultivos. Además de incluir el conocimiento tradicional de las comunidades locales.
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