Porque es verdad que existes, te llamas Rafael. Y firmarás así tus primeras entregas, con una poesía destilada desde la cercanía estética, pero también amistosa, de una celebración en el sitio de encuentro, del 27: porque Rafael Múgica no será sólo un primer nombre, sino la última estación de una época. Y luego tendrás otros: serás Juan de Leceta, pero el mundo te recordará como Gabriel Celaya. Ese tercer nombre es tu primer nombre, porque serás Celaya para siempre: el viejo compromiso, ese tono nuevo y necesario con su nueva palabra cargada de futuro, vibrante de emoción, templada por el barro en su poesía y verdad. Un poeta puede tener varios perfiles, etapas y registros de su voz, con rostros entornados hacia ese claroscuro, siempre en movimiento, siempre en el acecho de todos los matices que componen una identidad: pero, al final, sólo un nombre se impone, con su sonoridad en el mapa de rostros, porque es también la palabra respirada de un hombre con su paso en la tierra.