Más de cien países han firmado el tratado, aunque las principales potencias militares se niegan a sumarse
Las bombas de racimo son armas especialmente destructivas que, al ser lanzadas, liberan cientos de submuniciones en el aire. A día de hoy, siguen usándose en conflictos como los de Ucrania, Siria, Birmania o Gaza, y su impacto se extiende mucho más allá del campo de batalla. Muchas de ellas no explotan al impactar, lo que deja zonas contaminadas durante años, poniendo en riesgo a la población civil, especialmente a los niños, que representan más del 40 % de las víctimas. En 2024, murieron al menos 314 civiles por este tipo de munición, un 43 % más que el año anterior.
Pablo Aguiar, director de Fundipau , Fundación por la paz, comenta que "la lista de países que las utilizan es larga" pero también hay países que han rectificado en la utilización de este armamento que "es especialmente nocivo para la población civil" y que "se sospecha que se ha usado en Gaza pero no hay confirmación de ello". Unas armas que, comenta Pablo Aguiar, "ya deberían estar prohibidas según el derecho internacional". Informa que la fiabilidad de este armamento es bajo "un 30 o 40% de fallo, lo que significa que se queda sobre el terreno y luego puede explotar" algo que aumenta significativamente el número de heridos en los conflictos internacionales.
A pesar de que 112 países han firmado el tratado para su prohibición, las principales potencias militares, como Estados Unidos, Rusia o China, se niegan a sumarse, y algunos países incluso se han retirado del acuerdo. La Coalición contra las Bombas de Racimo, reunida ahora en Ginebra, busca renovar el compromiso internacional para erradicar estas armas. Sin embargo, el aumento de víctimas y la retirada de países clave siembran dudas sobre el futuro de esta lucha. Mientras tanto, el número de restos retirados en zonas afectadas no deja de crecer: solo en 2024 se eliminaron 83.000 explosivos en apenas 100 km².