La larga lucha de las mujeres por ser toreras - Escuchar ahora
Hace ahora 30 años, el 8 de julio de 1995 se produjo un hecho insólito: la puerta grande de la plaza de las Ventas se abrió por primera vez en su historia para una mujer. Fue para Cristina Sánchez, joven novillera entonces de 23 años.
La historia de las mujeres toreras en España es larga: se remonta, al menos, al siglo XVII. Goya retrata en 1816 a Nicolasa Escamilla, la Pajuelera, en el grabado n° 22 de La Tauromaquia, que tituló "Valor varonil de la célebre Pajuelera en la plaza de Zaragoza". De hecho, el siglo XIX fue la época dorada del toreo femenino hasta que en 1908 fue prohibido 'por ser opuesto a la cultura y a todo sentimiento delicado'. Una involución en toda regla que pervivió hasta que en se levantó la prohibición en 1934. Aunque con dificultades de todo tipo, el toreo fue posible legalmente hasta su nueva prohibición en 1961.
El hito siguiente se vivió en agosto de 1974, gracias a la lucha de tres años de la torera Ángela: la anulación del artículo 49 del Reglamento taurino que prohibía a las mujeres torear a pie. Pero no estuvo sola en la lucha: hay que reconocer la figura de su abogado, José Briones. También el apoyo de grandes nombres masculinos del mundo taurino de la época: matadores como Palomo Linares o Curro Romero, apoderados, ganaderos y rejoneadores hombres firmaron la petición para que las mujeres pudieran torear a pie.
En mayo de 1973, el programa Micrófono abierto, emitido por RNE en Barcelona, reunía en un debate a la novillera María Goretti Farrés, a su apoderado, a Julio Gallego Alonso (crítico taurino de RNE), y al locutor José María Tavera, gran aficionado a los toros. A pesar de desearle los mayores éxitos y de tratarla -aparentemente- con guante de seda, Gallego y Tavera se dedicaron a acorralar a Farrés tratando de dejarla en evidencia con sus preguntas: si no tenían duda de que no daba la talla física necesaria, querían dejar claro que tampoco la intelectual. Incluso los locutores del programa (Antoni Serra y Xavier Foz), declarados defensores de levantar la prohibición, terminan defendiendo a la novillera acudiendo a las fórmulas machistas habituales.