El 22 de diciembre es seguramente uno de los días más agridulces del año. Con permiso de alcaldes y comerciantes, empeñados en declarar cada año más temprano el “estado navideño”, el sorteo de la lotería que se celebra ese día da el pistoletazo de salida a la supuesta época más feliz y llena de ilusión del año, la Navidad. Pero la ilusión, en realidad, termina para muchos justo en ese momento: durante semanas, incluso meses, acariciamos unos billetitos con cinco cifras, pensando en qué haríamos si nos tocase el gordo; el sueño suele acabar aproximadamente a la una del mediodía del 22 de diciembre entre tópicos tipo “lo importante es tener salud” y “me alegro de que le haya tocado a gente que no necesita”.
Entre los sueños compartidos, el de permitirse el lujo de dejar de trabajar. Muchos, además, lo redondearían con una despedida por la puerta grande, diciéndole al jefe cuatro cosas que siempre lo quisieron decir y no se atrevieron, por ese miedo tonto que todos tenemos a perder el puesto de trabajo.
En 1985, Magín Revillo dedicó su programa de madrugada La radio es suya a la lotería que se había celebrado ese día y decidió darse el gustazo de convertirse en uno de los agraciados: alardeando de los 50 millones de pesetas que tenía -supuestamente- en el bolsillo telefoneó en directo a un hotel de lujo para reservar la mejor suite, alquiló un jet privado y… llamó pasada la medianoche al Director de Radio Nacional Eduardo Sotillos para decirle que era millonario. Sotillos, que no sabía si creérselo, se lo tomó con humor. Revillo, igual porque él sí tenía claro que al día siguiente tendría que volver a fichar, se mostró más nervioso que otra cosa…. y no llevó la broma más allá, por si acaso…
