De los fenicios al siglo de oro de la tinajería española.
Mucho antes de que las barricas de madera dominaran el mundo del vino, las tinajas de barro fueron el recipiente estrella del Mediterráneo. Introducidas en la Península Ibérica por los fenicios en el siglo IX a.C. y perfeccionadas por griegos y romanos, estas grandes vasijas de cerámica marcaron el desarrollo de la viticultura en España. Su resistencia y capacidad para fermentar el vino las hicieron imprescindibles durante siglos, desde las villae romanas hasta los monasterios medievales. Sin embargo, su época dorada llegó en los siglos XVI y XVII, cuando la expansión del comercio vinícola hacia América impulsó su fabricación en La Mancha y Andalucía. También, en los virreinatos novohispanos. Hoy, en pleno siglo XXI, el uso de tinajas ha resurgido como parte de una vuelta a las raíces del vino artesanal.