La misa que unió la tradición vitivinícola de Roma, Toledo y Al-Ándalus
Entre los siglos VIII y X, los cristianos mozárabes de Al-Ándalus conservaron un rito heredado del mundo visigodo en el que el vino ocupaba un lugar especialmente regulado.
Los concilios de Toledo habían fijado que debía ser puro de uva y apenas mezclado con agua, y los sacramentarios hispanos revelan una liturgia con plegarias desarrolladas sobre la vid, el fermento y el cáliz.
Aunque representaban una minoría, su necesidad de contar con vino para la misa ayudó a mantener el cultivo de la vid en el valle del Tajo y la Meseta Sur durante toda la Edad Media. La reforma gregoriana intentó sustituir este rito por el modelo romano-franco, pero en Toledo sobrevivió de forma excepcional.
Los mozárabes preservaron así una tradición religiosa y agrícola que actuó como puente entre la herencia romana, visigoda, andalusí y la viticultura de los reinos cristianos.