La Lotería Nacional nació en Cádiz en 1811 como instrumento fiscal del Estado y como una manera de sostener la guerra contra Napoleón. Con el tiempo, este sorteo se convirtió también en un espacio de representación cultural.
Desde finales del siglo XIX, el vino y el viñedo estuvieron presentes en sus décimos a través de la representación de escenas agrícolas, casi todas ellas de carácter costumbrista y nacionalista.
Desde la década de 2010, denominaciones y territorios vitivinícolas como Somontano, Cariñena, La Mancha o La Rioja aparecen en los boletos del sorteo semanal de forma explícita, como proyección de la cultura española.
Esta evolución, unida a las prácticas sociales en bares y tabernas, muestra cómo vino y lotería han convivido de una forma no siempre azarosa durante generaciones.
