Durante el siglo XIX, las desamortizaciones liberales transformaron la estructura agraria de España. Se expropiaron más de 10 millones de hectáreas a la Iglesia y a los municipios, de las cuales unas 700.000 eran viñedos.
El proceso favoreció la expansión de la superficie vitícola y la modernización técnica del sector, especialmente en regiones como La Rioja, La Mancha o Jerez.
Pero también consolidó la concentración de la propiedad, expulsó a miles de campesinos y provocó la pérdida de saberes tradicionales y patrimonio vinícola monástico.
Hoy, ante fenómenos como la automatización o la inteligencia artificial, la historia de aquella transformación invita a reflexionar: ¿puede innovarse sin olvidar la tierra, la memoria y a quienes la cuidan?