La llegada de las legiones romanas a la península ibérica en el siglo III a.C. marcó el verdadero inicio de nuestra cultura vinícola. Aunque los pobladores de Hispania ya conocían el vino gracias a griegos y fenicios, fue bajo el dominio de Roma cuando esta bebida se convirtió en un pilar de la dieta, el comercio y la vida social española. Desde la Tarraconense hasta la Bética, las provincias hispanas se llenaron de viñedos que abastecieron a todo el Imperio. Los escritos de Estrabón, Plinio o Columela dan testimonio de la expansión del vino hispano, que llegó incluso a las Galias y Britania. Así, Roma no solo dejó su huella en calzadas y acueductos, sino también en los cimientos de una industria vinícola en nuestro país que aún hoy perdura.