Cómo el Valle de Colchagua descubrió el otro encanto secreto del vino.
El enoturismo chileno, que hoy atrae a cerca de un millón de visitantes al año y articula doce rutas del vino, comenzó a tomar forma en la década de 1990. Hasta entonces, las visitas a bodegas eran escasas y poco estructuradas, limitadas a recorridos breves sin mayor atractivo.
El gran cambio llegó con la Fiesta de la Vendimia de Curicó en 1987, el Museo de Colchagua en 1995 y, sobre todo, con la creación de la Ruta del Vino de Colchagua en 1996, primera experiencia integral en el país.
Pese a las dificultades iniciales —falta de infraestructura, profesionales capacitados y visión estratégica—, el modelo se consolidó y sirvió de ejemplo para otros valles.
Hoy, alrededor del 20% de las viñas chilenas participan en el enoturismo, mostrando cómo un patrimonio vitivinícola centenario puede convertirse en motor de desarrollo económico y cultural con proyección internacional.