Entre la Venecia del bullicio teatral y la Viena del poder imperial, se forja la figura de un músico imprescindible. Antonio Salieri crece entre castigos dulces y pérdidas tempranas, aprende a sobrevivir dentro del sistema y acaba modelándolo desde dentro. Reformador de la ópera europea, arquitecto del teatro vienés, maestro de maestros, su música seduce a emperadores, reina en París, inaugura La Scala y marca a Mozart, Beethoven, Schubert o Berlioz. Entre éxitos, intrigas y silencios, Salieri no fue el antagonista de un genio, sino el eje de una época: el hombre que convirtió el teatro en conciencia moral, la técnica en drama y la música en Estado. Así, lejos del bulo y cerca de la verdad, aparece uno de los grandes constructores del Clasicismo.