En 1992 llegó al mercado la finasterida, un medicamento usado para tratar la hiperplasia prostática beninga. A los meses se descubrió un efecto inesperado: a los hombres que la habían consumido se les detenía la caída del cabello, o incluso les crecía el pelo, así que empezó también a recetarse para la alopecia. Sin embargo, esta pastilla ha generado graves efectos adversos a casi 30 mil personas en el mundo según recoge la Fundación Síndrome Postfinasterida. Recientemente la Agencia Europea del Medicamento revisó las pastillas concluyendo que puede inducir a pensamientos suicidas y recomendado medidas para minimizar los efectos, pero sentenciando que los beneficios superan a los riesgos. En este espacio hemos hablado con el director médico de la EMA, Steffen Thirstrup, para analizar esta conclusión, también con Carlos Rerucha, afectado por el fármaco que creó la Plataforma de Afectados por Finasteride.