Diosas y rebeldes Gertrude Bell, la mujer que trazo el desierto13/10/2025
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“He elegido la libertad, y la libertad es un país solitario”, escribió en su diario. Gertrude Bell fue una mujer adelantada a su tiempo: tan rigurosa como un cartógrafo y tan sensible como un poeta. Su obra y su pensamiento permanecen como testimonio de una inteligencia libre en medio del desierto. Su conocimiento era tan preciso que los oficiales británicos decían: “Nada se mueve en el desierto sin que la señorita Bell lo sepa”.

Fue una de las mujeres más extraordinarias de su tiempo: arqueóloga, alpinista, diplomática, escritora y pionera del entendimiento entre Oriente y Occidente. Nació en Inglaterra, el 14 de julio de 1868 en Washington New Hall, en el condado de Durham, Inglaterra, bajo el signo de una familia rica en hierro y ambición, y fue una de las primeras mujeres en graduarse con honores en Oxford. A los veinticuatro años viajó a Persia y descubrió el mundo árabe, del que nunca volvió del todo.

Hablaba árabe, persa y turco; cruzó desiertos a caballo, escaló el Mont Blanc y trazó mapas que cambiarían la historia.

Gertrude Bell fue llamada “la reina del desierto”, pero su mayor conquista no fue geográfica: fue intelectual y moral. Fue una mujer que abrió camino donde solo se esperaba obediencia, que levantó un país y, al hacerlo, dejó su huella en la historia y en la arena. Una mujer, una diosa, una rebelde.

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