Canal Europa La Valeta y el esplendor de la Orden de Malta07/11/2025

Los fenicios llamaron a Malta Malef, que significa “refugio”, porque reconocieron en esta isla seca y áspera, sin ríos y rodeada por acantilados, un lugar estratégico para resguardarse durante sus travesías comerciales. Malta estaba situada justo en el corazón de las rutas marítimas del Mediterráneo, en una especie de autopista naval que conectaba Oriente y Occidente.

El puerto natural, repleto de ensenadas y bahías, ofrecía condiciones ideales para la navegación y el comercio, aunque también suponía un riesgo constante por su cercanía al mar abierto y, por lo tanto, a posibles invasores.

Por ese motivo, la primera capital se construyó en el interior, en la actual Mdina, protegida por murallas y alejada de la costa.

A lo largo de los siglos, Malta ha sido un punto clave en la historia mediterránea. Su pasado es una sucesión de pueblos y culturas que dejaron huellas profundas en su lengua, su arquitectura y sus tradiciones.

Tras una prehistoria sorprendente, testimoniada en templos megalíticos únicos en el mundo, llegaron los fenicios, romanos, bizantinos, árabes y normandos. Más tarde, el archipiélago pasó a manos de la Corona de Aragón y finalmente a los caballeros de la Orden de San Juan, también conocidos como la Orden de Malta.

En el siglo XVI, tras el asedio otomano de 1565, el gran maestre Jean de la Valette ordenó la construcción de una nueva capital fortificada junto al mar: La Valeta. La ciudad fue diseñada como una fortaleza moderna, con murallas, baluartes y un trazado urbano ordenado y funcional.

Para muchos, La Valeta tiene algo de ciudad de cuento: sus edificios, construidos por caballeros acaudalados y nobles europeos, combinan sobriedad manierista con la exuberancia barroca que llegó con arquitectos y artistas extranjeros.

La Concatedral de San Juan es quizá el mejor ejemplo de este esplendor: su interior está recubierto de mármol, dorados y frescos que narran la vida de San Juan Bautista.

La Orden de Malta dominó el archipiélago durante más de dos siglos, financiándose en gran parte gracias al comercio naval y a la captura y venta de esclavos. Su influencia terminó con la llegada de Napoleón a finales del siglo XVIII, y pocos años después Malta pasó a formar parte del Imperio británico.

Bajo su dominio, la isla se convirtió en una base militar clave, pero al independizarse en 1979 se encontró empobrecida y con un alto índice de analfabetismo. La retirada británica dejó a gran parte de la población sin trabajo. La recuperación fue lenta y difícil, aunque la entrada en la Unión Europea en 2004 impulsó significativamente la economía.

Durante la Segunda Guerra Mundial, su posición estratégica volvió a convertirla en objetivo. La Valeta fue una de las ciudades más bombardeadas del conflicto: sus fortificaciones, diseñadas para amenazas marítimas, poco pudieron hacer frente a los ataques aéreos.

Hoy, en una isla de apenas 30 km por 17, Malta es uno de los países más densamente poblados del mundo. La Valeta, declarada Patrimonio de la Humanidad, fue Capital Europea de la Cultura en 2018 y sigue siendo un símbolo vivo de resistencia, historia y mestizaje mediterráneo.

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