Celebrar la vida en el día de muertos. Así vive México estas fechas, convertidas en una celebración única. Mezcla las tradiciones maya, azteca y cristiana convirtiéndolo en un ritual de color y simbolismo.
Un país que convive diariamente con la muerte menos natural, la provocada por la violencia, comparte con el resto del mundo su manera de entender el final de la vida como un renacer.
La tradición establece que entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre los hogares mexicanos preparan ofrendas y acondicionan los altares para esperar las almas de los familiares difuntos que regresan por una horas para congregarse con sus seres queridos, disfrutando de sus alimentos favoritos y visitando sus hogares.
Es como una realidad virtual en la que por unos momentos los mexicanos se agrupan con los allegados que traspasaron la profundidad de los cenotes.
Los que han visto la película Coco, seguro que comprenden mejor esta tradición milenaria tan arraigada.
Envuelto en alegría y música, también en respeto, es un mundo rico en simbología. Unas relacionadas con la naturaleza y otras, más modernas, con aspectos sociales... y comerciales.
Los 4 elementos naturales agua, fuego, aire y tierra están representados por diferentes ingredientes. Las bebidas, alcohólicas o no, simbolizan el agua. Las velas y el incienso el fuego, el movimiento de los papeles picados el aire y las flores y frutos la tierra.
Esa tradición ancestral se ha recuperado de forma masiva transformada con nuevas aportaciones.
El elemento fundamental de toda la festividad es el altar u ofrenda del día de muertos. Una construcción alegórica. Los altares suelen tener de dos a siete niveles, el más habitual. Son los siete escalones representados por los siete pecados capitales. El de dos niveles divide el cielo y la tierra y el de tres añade el inframundo.
En el último piso se coloca el arco de flores de cempasúchil y en la base papel picado de colores variados, que simboliza el viento. Tampoco pueden faltar las velas, para guiar a las almas en su llegada y en su regreso al mundo de los muertos. Los cirios se colocan señalando los cuatro puntos cardinales.
Los vasos llenos de agua o líquidos como el tequila, sirven para aliviar la sed de las ánimas, para los mayas los cenotes, o cuevas con agua, eran la puerta del inframundo. Las semillas, frutos y otros productos naturales, como recuerdo de su paso por la tierra.
Con las flores reciben de una manera bella su llegada. Tampoco pueden faltar las calaveras dulces en alusión a la muerte .
El marketing no es ajeno a esta celebración cultural. Desde hace siglos se elaboran calaveras de azúcar, papel picado, velas de cebo, altares o pan de muerto. Es un dulce con un par de tiras sobre la corteza que representa los huesos de la calavera mientras que el ajonjolí son las lágrimas de las almas que no pueden descansar en paz.
Se dice que las flores de cempasúchil representa la fuerza de la luz del sol y de la vida. Las flores moradas, llamadas "terciopelo" representan el luto.
La cartonería es una de las ramas artesanales que llegaron a México durante la época colonial con algunas piezas tan famosas como las piñatas, muñecas, alebrijes o calaveras. El papel picado recoge toda la imaginería de estas fechas en variados diseños. Da color y alegría a los altares y sirve para decorar calles, ofrendas, tumbas y fiestas.
Sin duda las figura más relacionadas con esta fiesta son los altares y la Catrina, que no tiene una raíz tradicional, sino que procede del siglo XIX cuando el grabador José Guadalupe Posada, creó una caricatura que representaba a la mujer de clase alta muy refinada y culta.
Con el tiempo acabó formando parte de la cultura mexicana como percepción jocosa de la muerte. Fue el muralista Diego Rivera quien la bautizó y popularizó. En las calles de México se suceden desfiles con su figura.
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