En pleno centro de Logroño, capital de La Rioja, se alza un edificio que condensa casi un siglo de memoria urbana: el antiguo Palacio de Correos y Comunicaciones, hoy reconvertido en el elegante Hotel Áurea Palacio de Correos. Desde su inauguración en 1932, la obra del arquitecto Agapito del Valle Frías se convirtió en un referente del gusto ecléctico de comienzos del siglo XX, con detalles neobarrocos y neomudéjares que acompañaron durante décadas la rutina de los logroñeses. Allí recogían postales, enviaban cartas y cruzaban saludos cotidianos bajo la mirada pétrea de los característicos buzones con cabeza de león.
Cuando la oficina cerró en los primeros años del siglo XXI, el edificio cayó en desuso y los vecinos contemplaron con tristeza cómo aquel “noble gigante” era apuntalado para evitar su ruina. Su destino cambió gracias a una minuciosa restauración que lo devolvió a la vida como hotel de cinco estrellas, reactivando la Plaza de San Agustín y conservando elementos simbólicos como los leones de la fachada. En su interior, guiños al pasado —tarjetas de Navidad, antiguas referencias postales o el restaurante Matasellos— conviven con comodidades contemporáneas. Desde la terraza superior, la guía local Amelia Pereira recuerda que el visitante puede disfrutar de un vino riojano contemplando la silueta del casco antiguo y el cercano Palacio de Espartero.
A escasos metros, la calle Laurel despliega otra cara fundamental de la ciudad: la del tapeo. Es la arteria más viva de Logroño, un recorrido de poco más de 300 metros donde más de un centenar de establecimientos sirven especialidades que van desde la clásica oreja del Perchas hasta el histórico “matrimonio” del Blanco y Negro o los pinchos de solomillo, calamares, morros y brochetas de langostinos que han hecho famosa la zona. Una leyenda urbana atribuyó su origen a un supuesto pasado de “barrio rojo”, pero la explicación más plausible, recuerda Pereira, es puramente gastronómica: cuando un vino no estaba en su punto, se acompañaba de queso para suavizar el paladar. De ahí nació la expresión “que no te la den con queso” y toda una cultura de tapa y conversación.
La experiencia gastronómica continúa en WineFandango, uno de los locales de referencia de la capital, donde conviven cocina creativa, producto local y una intensa programación cultural. Su vínculo con el grupo Vintae conecta la ciudad con un mapa ampliado del vino: catorce denominaciones de origen y propuestas tan conocidas como el Vintae Wine Fest, una celebración popular que cada año transforma San Vicente de la Sonsierra en una fiesta temática, donde el protagonista es el vino.
A orillas del Ebro, las Bodegas Franco-Españolas iluminan otra parte esencial de la identidad riojana. Fundadas en 1890 por viticultores franceses que huían de la filoxera, vivieron un impulso decisivo a comienzos del siglo XX y hoy combinan actividad vinícola con una intensa agenda cultural.
Además del vino, su archivo fotográfico recuerda el papel de las mujeres en los trabajos más delicados de la producción.
Entre el Camino de Santiago, el patrimonio histórico y el pulso gastronómico, Logroño ofrece un paisaje emocional donde tradición y modernidad se dan la mano. En esta ciudad, como en sus bodegas, todo se construye paso a paso.
Puedes ampliar la información en este link: https://4dinfo.net/bodegas-calle-laurel-y-un-hotel-con-pasado-asi-late-el-centro-historico-de-logrono/