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Teatro

Els Joglars, 60 años metiendo el dedo en la llaga: "El arte no tiene que tener moral"

  • La compañía celebra seis décadas de vida con '¡Que salga Aristófanes!', un nuevo espectáculo que ha iniciado gira por España
  • Para el director de la compañía, Ramón Fontserè, la obra reivindica la libertad de expresión en un tiempo de sobreprotección

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La compañía, durante una representación de su último trabajo, 'Que salga Aristófanes'.
La compañía, durante una representación de su último trabajo, 'Que salga Aristófanes'.

A sus 60 años de vida, la compañía Els Joglars está de vuelta de casi todo. Apostó en 1962 por llevar al público espectáculos satíricos que se alejan de lo políticamente correcto y han tenido que pagar por ello algunos peajes: polémicas, censura, querellas, amenazas de bomba, juicios y hasta un paso por la cárcel que acabó en una fuga legendaria. Por eso, hoy no le temen a las "hogueras modernas" y tampoco caen en la extendida autocensura; entienden el teatro como un espacio de libertad absoluta y no dejarán nunca, dicen, de poner el dedo en la llaga.

"El teatro es un espacio sagrado de libertad. La moral es una cosa personal que puede cambiar, y con lo que ahora se venera dentro de 20 años pasará todo lo contrario. El arte no tiene que tener moral", defiende Ramon Fontserè, que también cumple este año su primera década al frente de la dirección de la compañía, después de que en 2012 Albert Boadella, el fundador de la misma, le pasara ese testigo.

Son varias cifras redondas, por tanto, las que celebra Els Joglars este 2022: los 60 años de trayectoria (es la compañía de teatro privada en activo más antigua de Europa), los 10 años de Fontserè como director y las 40 obras producidas y estrenadas en el país.

Su nuevo espectáculo, "una gran reivindicación de la libertad de expresión"

El espectáculo que ha permitido alcanzar ese último número, ¡Que salga Aristófanes! se estrenó el pasado enero en Zaragoza y tiene previsto girar por toda España. Málaga y Madrid (4 y 9 de febrero respectivamente) serán los próximos lugares en los que hará parada esa nueva comedia que viaja a los orígenes del teatro para rendir homenaje al creador de la sátira, a un símbolo libertario que ha inspirado siempre a la compañía.

Fontserè explica que el teatro de Aristófanes era muy "catártico" y representaba bien esa capacidad "higiénica" que tiene el humor. Funciona a la perfección, dice, como oposición a los "fanatismos" y para "quitar hierro" a ciertos dilemas de la sociedad, pero puntualiza: "No era un teatro amable para el público. Él decía, 'aunque sea un mendigo, un pobre comediante, os voy a decir cosas amargas pero verdaderas, porque también la comedia sabe decir las verdades. Era un hombre que sabía retratar muy bien los pueblos, las cosas malas, los vicios, las creencias de la sociedad".

Ponemos el foco en la infantilización del mundo adulto que conlleva vivir en una ilusión, en un Mundo Disney

No parece casual que la compañía haya alumbrado ese espectáculo en este momento de polarización social, crispación política e incertidumbre generalizada, aunque destacan que, por encima de todo, ¡Que salga Aristófanes! es "una gran reivindicación de la libertad de expresión" en un tiempo de sobreprotección.

Cartel de la obra recién estrenada.

Cartel de la obra recién estrenada.

"Nuestra propuesta pretende reivindicar la libertad del arte en un momento en que está siendo víctima de una sociedad sobreprotectora. Con una dramaturgia contemporánea, combinando la música, la danza, la literatura y lo visual ponemos el foco en la infantilización del mundo adulto que conlleva vivir en una ilusión, en un mundo Disney, donde el arte debe ser correcto, fácil y que no haga daño. Arte vaselina. Sobre la idea de que el arte debe ser ajeno a la moral construimos un espectáculo donde los Aristófanes, los Chaplins o los Molières encarnan la risa del disidente ante una sociedad basada en la religión de los sentimientos", señala la compañía en el resumen de la obra.

60 años contando, desde el humor, la historia de un país

Fontserè ahonda en estas ideas. Destaca que Boadella construyó Els Joglars "a contracorriente", con gran "lucidez" y "enorme valentía", y afirma que estas características no son las que predominan en estos momentos en el terreno artístico. "Hoy hay comodidad, y eso es un freno. Ya nos gustaría que hubiera más compañías como la nuestra que haga este tipo de teatro, que toque los temas que realmente están en la sociedad, con esa misión higiénica del teatro, de la catarsis, de provocar la duda".

En el nuevo espectáculo, un catedrático de clásicas destituido de la universidad es internado en un Centro de Reeducación Psicocultural debido a las secuelas mentales producidas por el cese. Su conocimiento del mundo clásico le hace asumir por momentos el personaje de Aristófanes y, así, entre la realidad y la ficción, imagina al dramaturgo griego como modelo de libertad frente a una sociedad cada vez más repleta de "tabús intocables".

Muchos de nuestros espectáculos marcan la época de este país a lo largo de 60 años

Como se ve en ¡Que salga Aristófanes!, los trabajos de Els Joglars tienen otra característica común más allá del interés por despertar el pensamiento crítico: son, en la mayoría de casos, crónicas de la etapa que atraviesa la ciudadanía. "Muchos de nuestros espectáculos marcan la época de este país a lo largo de 60 años. Uno puede saber cosas del franquismo, de cuando se entra en el Mercado Común o de las nucleares. Finalmente, se cumple esto de Shakespeare, cuando en Hamlet Polonio dice: 'Trata bien a los cómicos, que no les falte de nada, porque son el compendio y breve crónica de los tiempos'".

Estos juglares catalanes también han ido escribiendo la crónica de su tiempo desde las tablas. Mucho decía de una época, por ejemplo, el hecho de que un estreno teatral terminara con un consejo de guerra, como ocurrió en 1977, en Reus, tras la representación de La Torna, una obra que abordaba la última ejecución con garrote vil en España. Cuarenta y ocho horas después de esa función, la policía se presentó en casa del entonces director, Albert Boadella, con la orden de prohibición de la función por la autoridad militar, y con una citación para acudir al juzgado militar, donde debía comparecer ante un consejo de guerra.

Después de la segunda declaración, el dramaturgo fue procesado, detenido y encarcelado en la prisión Modelo de Barcelona por un presunto delito de injurias a las Fuerzas Armadas. Lo que no parecía previsible es que podría escaparse valiéndose de sus dotes interpretativas: Boadella fingió estar enfermo y, una vez en el hospital, se disfrazó de médico y pudo escaparse por una ventana en una fuga también histórica.

Ese es, sin duda, uno de los acontecimientos más singulares ligados a Els Joglars, pero no es el único. Ese mismo año, por ejemplo, tras el estreno de M-7 Catalònia en Madrid se enfrentaron a una amenaza de bomba aludiendo que la obra era un "conciábulo judeo-masónico-separatista”".

"Piensa que yo soy de la generación del Teledéum (estrenado en 1983). A veces creía que volvíamos al 36. Aquello realmente fue una polémica entre dos bandos, entre los nostálgicos de Franco y la España que empezaba a salir de todo esto. Era una época de desagravios, querellas, atentados al teatro, a la furgoneta... A un actor nuestro le apuñalaron para que no pudiéramos actuar (...) En los hoteles a veces teníamos policías", recuerda Fontserè en el balance que hace.

De la censura convencional a las "hogueras modernas"

Ahora, según la compañía, las redes sociales son esas "hogueras modernas" en las que se juzga a todo el que se atreve a comentar o compartir cualquier tipo de contenido: "Casi sin querer caes en ellas y, ¿qué le vas a hacer? Son estos tiempos", dice el actor, quien cree que las redes tienen una parte muy positiva y otra "de estercolero".

"Se han convertido en el censor. Yo he leído a mucha gente que padeció la censura franquista y antes sabías quiénes eran, pero ahora (los censores) somos todos. Además, antes el que era censurado tenía la simpatía de la gente, ahora no, ahora al que censuran tiene las antipatías. Esto ha cambiado", añade el director de la compañía, quien sostiene que "muchas de las producciones de Els Joglars de los años 80 o 90 sería imposible hacerlas hoy, serían masacradas en las redes por los temas que tocábamos, por todo, pero antes esto se hacía y no pasaba nada".

Muchas de las producciones de Els Joglars de los años 80 o 90 sería imposible hacerlas hoy, serían masacradas en las redes

Esto no quiere decir, precisa, que ellos hayan caído en esa extendida "corrección política que induce a la autocensura". Els Joglars ha ido cambiando de temas al ritmo de los cambios sociales y ha seguido su propio camino por la senda de la sátira, sin dejar de abordar verdades amargas: "Hemos tocado todos los temas que hemos creído que había que tocar", asegura Fontserè.

Sin ir más lejos, el espectáculo que precede al que acaban de estrenar, "Señor Ruiseñor" abordaba un asunto tan controvertido como el del 'procés', lo que les llevó a recibir críticas muy duras.

"Hay gente que se enfadó muchísimo y gente que nos apoya (...) En Barcelona, hubo gente del público que venía a felicitarnos y nos decía 'ya era hora que nos pudiéramos reir con todo este delirio'", cuenta el actor, que, como la propia compañía, está de vuelta ya y no teme a la repercusión de los espectáculos.

Los políticos en sí ya son un espectáculo

De momento, el equipo está muy centrado en la gira de ¡Que salga Aristófanes!, pero su director, preguntado por otros asuntos de actualidad que pudieran merecer un espectáculo de Els Joglars, asegura, entre risas, que "para temas, vivimos unos tiempos buenísimos".

"Una de las cosas que podrían tratarse es, quizá porque yo seré uno de ellos dentro de poco, lo de los viejos que van al banco y, si no están a la altura de la tecnología, se sienten expulsados de este mundo. Es acojonante, toda una vida trabajando y cuando vas a sacar dinero no sabes hacerlo, no te lo explican... esto debe de ser una cosa kafkiana", dice.

En cambio, temas vinculados directamente a la situación política no se le ocurre ninguno a bote pronto: "Es que ahora los políticos en sí ya son un espectáculo. Ya han intentado hacer teatro pero es un teatro muy malo, que dura muy poco. No aguanta ni una temporada", bromea Fontserè.