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Música

Roger Waters reivindica en Madrid el legado de Pink Floyd

  • El músico británico vuelve a España dentro de su gira 'Us + Them'
  • Waters ofreció un repertorio basado en los clásicos de Pink Floyd
  • Un espectacular montaje de imagen y sonido apoyó el espectáculo

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Roger Waters, durante su actuación de este jueves en Madrid
Roger Waters, durante su actuación de este jueves en Madrid.

Para el fan de Pink Floyd, la banda más importante de la historia del rock progresivo, existe una duda casi existencial. ¿Quién conserva la verdadera esencia del grupo? ¿David Gilmour, el guitarrista que, tras la separación de la banda británica a mediados de los 80, logró hacerse con la marca para proseguir con una irregular pero exitosa carrera hasta finales del siglo XX? ¿O Roger Waters, el genio inconformista que nos expuso sus demonios interiores en obras como Animals o The wall?

A las vista de lo que ocurrió anoche en Madrid, la mayoría optaríamos por Waters, sobre todo porque David Gilmour no parece dispuesto a continuar con Pink Floyd tras la muerte del teclista Richard Wright.

Después de sus conciertos en Barcelona hace un mes, Roger Waters se presentó este jueves en Madrid en el primero de sus dos recitales con motivo de la gira ‘Us + Them’ –este viernes repite en el mismo escenario-. Y lo hizo con un espectáculo soberbio, decidido a reivindicar el legado de Pink Floyd: no solo del que es protagonista casi absoluto, sino también de muchos de los temas compuestos e interpretados por Gilmour en los que la solvencia de su banda hizo que nos olvidáramos por un momento de que no estábamos asistiendo a un concierto clásico de Pink Floyd en los 70.

Un repertorio cargado de clásicos

Los latidos del corazón y los efectos sonoros de “Speak to me” dieron paso a “Breathe”, donde pudimos comprobar la perfección del sonido de Waters y su banda. La mayoría de sus músicos ya le acompañaron en la espectacular gira monográfica dedicada a The wall, que aterrizó en Madrid en 2011 y, aunque suene a sacrilegio, la versatilidad de la formación y su maestría hace que no se eche de menos a los miembros ausentes.

El exlíder de Pink Floyd, alternando durante todo el recital el bajo y las guitarras, mantiene una planta imponente y un tipo envidiable a sus casi 74 años. Aunque siempre ha cultivado su imagen uraña y de estrella inalcanzable, anoche pudimos ver a un Waters cercano, emotivo y disfrutando de cada una de las canciones.

“One of these days”, el tema que abre su disco Meddle (1971), fue el siguiente en un repertorio que ya se adivinaba cargado de clásicos de los 70: Waters obvió toda la etapa psicodélica sesentera y su producción posterior a The Wall, a excepción de algunos temas de su último disco en solitario.

La enorme pantalla que respalda a la banda se llenó entonces de relojes para ilustrar la interpretación de “Time”, una de las piezas más celebradas de The dark side of the moon (1973) , el disco que les convirtió en grandes estrellas y que sigue siendo uno de los más vendidos de la historia del rock. Uno de los momentos más emotivos fue de “The great gig in the sky”, en la que las coristas Jess Wolf y Holly Laessig –con gran protagonismo durante toda la noche- lograron una interpretación soberbia.

“Welcome to machine”, de Wish you were here (1975), sonó contundente y espectacular, apoyada en unas animaciones que recordaban a las de la película The Wall de Alan Parker. Fue el momento en el que Waters aprovechó para presentar varios temas de su último disco Is this the life you really want? (2017), que no desentonan en absoluto ya que beben directamente de la misma esencia que sus clásicos: “Dèjà vu”, “The last refugee” –con la imagen de una bailaora española en las pantallas que levantó el aplauso del pabellón madrileño- y “Picture that”.

Pero lo mejor estaba por llegar. Los acordes de una guitarra acústica introducen “Wish you were here”, uno de los éxitos incontestables de Pink Floyd que Waters entona de manera espectacular y que logró emocionar a todos los asistentes que llenaban el recinto.

Tras eso, llegó la hora del 'muro'. “The happiest days of our lives” y las partes 2 y 3 de “Another brick in the wall” contaron con la presencia de un grupo de niños madrileños, vestidos con monos naranjas y capuchas como si fueran reos del ISIS, en un mensaje contra la intolerancia y la opresión. Uno de los momentos memorables del concierto que, en ese momento, hizo una pausa de 20 minutos antes de dar paso a una segunda parte aún si cabe más demoledora y reivindicativa.

Un cerdo volante sobre el pabellón

Tras la reanudación, una gigantesca pantalla trasversal se desplegó sobre el público de pista, proyectando a lo largo de todo el pabellón la imagen de la planta eléctrica que ilustra la portada de su disco Animals (1977), la obra en la que Roger Waters tomó las riendas de Pink Floyd y que supone un alegato contra el capitalismo y la industrialización.

“Dogs” y “Pigs (Three different ones)” fueron los temas elegidos, el segundo de ellos dedicado a Donald Trump y en el que un enorme cerdo hinchable sobrevoló el pabellón, ante el asombro de los asistentes. “Los cerdos gobiernan el mundo”, rezaba una pancarta que Waters enseñó al público, antes de levantar otra con el mensaje “Que les den”.

También mostró su lado reivindicativo en la siguiente canción, “Money”, durante la cual se proyectaron imágenes de varios líderes mundiales (Trump, Putin, Erdogan, Theresa May o el propio Mariano Rajoy), lo que levantó una sonora ovación de sus seguidores.

“Us and them”, el tema que da nombre a la gira, y “Smell the roses”, de su producción más reciente, sirvieron como pequeño descanso antes de acometer “Brain damage” –dedicada al primer líder de Pink Floyd, Syd Barrett, víctima de una enfermedad mental- y “Eclipse”, los dos temas que cierran “The dark side of the moon” y también el concierto.

Unos espectaculares haces de luz dibujan sobre las cabezas del público el prisma que aparece en la portada del disco. A estas alturas todos sabemos que difícilmente podremos olvidar jamás este concierto.

Proclamas por la paz

Pero aún quedaban los bises. Waters aprovechó para dirigirse al público y lanzar proclamas a favor de la paz. “Hay suficiente amor en esta sala como para extenderlo al resto del mundo”, aseguró, antes de atacar como colofón dos temas de The Wall: “Mother”, estremecedora, y “Confortably numb”, en la que brillan sus guitarristas, David Killmister, que calca el solo de Guilmour, y Johnatan Wilson, que hace lo propio con las partes vocales.

Es el fin. Roger Waters baja al foso y recorre las primeras filas, dando la mano y abrazando a sus fans. Está exultante, feliz porque sabe que no ha defraudado a uno solo de sus seguidores que anoche fueron buscando el espíritu de Pink Floyd y se encontraron con la versión original.