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La 'tortuga' europea, ante las votaciones decisivas sobre Grecia entre el nerviosismo mundial

  • La votación de la reforma del plan de rescate en Alemania será clave
  • Merkel necesita conseguir la mayoría absoluta con su coalición
  • Finlandia, Austria o Eslovaquia son otros de los obstáculos
  • El retraso en la toma de decisiones exaspera a EE.UU. y el FMI

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El pasado 21 de julio los miembros del Eurogrupo llegaban a un acuerdo para reformar el Fondo de Rescate Europeo, reforzado hasta los 440.000 millones de euros y destinado a un segundo rescate a Grecia por vivir una situación "única".

El acuerdo fue calificado como "un poderoso arsenal a Europa" para dar "confianza y credibilidad" por el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Sin embargo, tanto él como Bruselas pronto vieron con impotencia que las dificultades para aprobar ese acuerdo por parte de los parlamentos nacionales de los 17 miembros del euro ponían de los nervios a los mercados.

Más de dos meses después esos temores han saltado al otro lado del Atlántico, donde el presidente de Estados Unidos ha cargado directamente contra la "lentitud" de los mecanismos de aprobación del Eurogrupo.

De los miembros del euro, los cinco países periféricos y rescatados -Italia, Españal- y dos cuya deuda hace levantar sospechas a los mercados -Bélgica y Francia- han sido los que se han apresurado a aprobar las nuevas reglas del plan de rescate, definidas por el ministro de Finanzas griego, Evangelos Venizelos, como la "Biblia" de su país.

Junto a ellos, dos países cuya aportación al fondo es mínima -Luxemburgo y Eslovenia y ésta última tras la caída de su gobierno socialdemócrata- han aprobado también el nuevo fondo de rescate.

Sin embargo, esta semana quedan las grandes pruebas de fuego: Finlandia y Austria, países medianos en los que la pujanza de los partidos euroescépticos y nacionalistas ha obligado a los gobiernos a pedir garantías adicionales a Grecia, y Alemania, principal contribuyente al plan de rescate y donde los diputados de la coalición gobernante se muestran reacios a la ratificación del acuerdo.

La paradoja alemana

La coalición de Gobierno alemana no ha forzado el voto de las reglas del 21 de julio pese a las tormentas financieras del verano y llega a la votación decisiva del próximo jueves con menos votos contrarios en su coalición de los que esperaba.

"El mundo entero estará mirando este voto", ha declarado Merkel en un encuentro con su partido, los cristianodemócratas de la CDU, y sus aliados de Bavieras, los socialcristianos de la CSU.

El voto en el Bundestag es la principal prueba de fuego para Merkel en sus seis años de Gobierno, aunque no porque haya ninguna posibilidad de que la reforma del fondo de rescate sea rechazada.

La cifra mágica es 311, la mayoría absoluta de los 620 diputados del Bundestag, y el objetivo es conseguirla solo con los diputados de la CDU, la CSU y los liberales del FDP, que juntos suman 330.

En la reunión con los parlamentarios de la CDU y la CSU los votos contrarios ascendieron a once mientras que hubo dos abstenciones.

Más problemático es el caso de sus socios minoritarios, los liberales, que mostraron entre dos y cinco votos en contra y hasta seis abstenciones. Este partido, de tradición europeísta, está virando hacia el euroescepticismo consciente de que los sucesivos fracasos electorales le ponen difícil sacar más del 5% mínimo para obtener representación parlamentaria.

Cuentan para respaldar su postura con un dato aplastante: "Cerca del 80% de los alemanes están en contra de la extensión del mecanismo de rescate de la zona euro mientras que el 80% está a favor de ello", resume Josef Schlarmann, de la CDU.

En el otro lado, la oposición socialdemócrata y verde ya han anunciado su voto favorable pero si Merkel tiene que recurrir a sus votos para sacar adelante el plan se vería muy debilitada.

Pequeñas piedras euroescépticas

El voto alemán está en la mente de las diferentes cancillerías europeas, tal y como demuestran las palabras del primer ministro francés, François Fillon, que ha fijado para después del jueves la adopción de nuevas medidas en la zona euro para frenar "ataques especulativos".

Mientras, tanto Merkel como sus ministros se esfuerzan en endurecer su mensaje para descartar -por el momento, como siempre desde que se ha iniciado la crisis de deuda- una ampliación del fondo de rescate que le reclaman de forma insistente Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional, algo que ha sido calificado como "idea estúpida" por el ministro de Economía alemán, el 'duro' Wolfgang Schäuble.

Pero Alemania no será el único obstáculo. En Helsinki, el Gobierno asegura que tiene la mayoría necesaria en el Parlamento para sacar adelante el fondo, pero el país se muestra cada vez menos inclinado a ayudar a los países en dificultades después del éxito electoral del partido euroescéptico Verdaderos Finlandeses en las elecciones del pasado mes de abril, cuyo voto podría ser decisivo.

La votación es este miércoles mientras que Chipre y Austria también tienen previsto realizar la votación esta misma semana, aunque la fecha aún no ha sido concretada.

En el caso de Austria, el euroescepticismo y las menciones a una posible quita de la deuda griega no han ayudado de cara a los mercados, además de la petición de garantías adicionales a Grecia.

Para la semana que viene queda la votación de Eslovaquia, donde uno de los socios de la coalición de centro derecha liderada por Iveta Radicova se muestra contrario al plan de rescate.

Si también recibe luz verde, al rescate aún le faltaría por pasara por los parlamentos nacionales de la cada vez más euroescéptica Holanda, por el de Malta y por el de Estonia.

¿Y después?

Todas estas votaciones han hecho que más de dos meses después el nuevo plan de rescate a Grecia deje de ser una realidad. Más aún, el Eurogrupo aún no ha dado su visto bueno al último tramo del primer plan de rescate a la espera del veredicto de la troika de prestamistas (el FMI, la UE y el BCE) y no tiene previsto hacerlo en su reunión de esta semana, sino a mediados o finales de octubre.

En paralelo, un tercer frente se ha abierto: aún antes de entrar en vigor la reforma del plan de rescate, tanto Estados Unidos como el Fondo Monetario Internacional consideran que será insuficiente y defienden que tendrían que ampliarse de forma considerable para dar confianza a los mercados, algo que dadas las actuales dificultades para aprobar la reforma en su configuración actual hace pensar en otro dilatado proceso de negociación primero en Bruselas y luego con las fuerzas parlamentarias de cada uno de los 17 países del euro.

Las palabras del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sobre la lentitud de Europa, contestadas por los ministros europeos de Economíareflejan esa frustración.

"Estamos perdidos, no tenemos un marco en el que podamos trabajar. ¿Qué haremos con Grecia?¿Habrá una bancarrota? No tenemos una visión clara", se quejaba a Reuters un inversor.

Cacofonía

Por ejemplo, el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, que se supone que representa a los 27 y que está destinado a ser el nuevo 'míster Euro' aseguraba ante la Amsablea General de la ONU que haría lo necesario para asegurar la estabilidad de la eurozona.

Al día siguiente, un miembro del BCE abría por primera vez la puerta a una quiebra controlada de Grecia.

Así, el problema, de acuerdo con un diplomático europeo, es que las promesas realizadas por los líderes ya no se las creen los mercados, acostumbrados a ver que no se plasman en acciones.

Y mientras las declaraciones de políticos en su propia clave electoral desatan el pánico en los mercados. Por ejemplo, el alcalde de Londres, Boris Johnson, aseguró el pasado mes de junio con total tranquilidad que Grecia debería abandonar el euro, algo que otros muchos sin responsabilidad directa en el asunto han repetido desde entonces de una u otra manera.

"No hay una figura ni un puñado de políticos que pueda hablar y aclare el aire, que traiga tranquilidad a todo este ruido", se quejaba a Reuters un alto cargo de Bruselas.

"Y mientras tienes una situación en la que un alcalde o cualquier otra persona sale y dice algo salvaje y los mercados creen que esa debería ser la política", concluye.