Martes a las 20.00 horas
Está muy bien, porque es una foto muy difícil de interpretar,
muy inquietante, ¿no?
Ha generado mucha literatura y generará mucho más,
porque esta crisis, que creo que no ha sido una crisis,
que ha sido una guerra más que hemos perdido,
una guerra del poder económico
contra la soberanía de las democracias,
ha cambiado tan profundamente la forma de vida
en este país y en otros de nuestro entorno,
que, con el tiempo, una gran cantidad de libros
tendrán que explicar lo que está pasando.
Por eso lo he escrito.
Este libro arranca de la publicación de "Manolita",
de toda la gente que me decía que lo que cuenta el libro,
una novela que contaba los años del hambre,
y me decía la gente: "Desahucios, paro...
No es tan distinto de lo que estamos viendo ahora".
Esto fue una apuesta personal.
En ese momento, no es que me sintiera injusta ni mal por mirar al pasado
y no al presente, pero pensé:
"Yo que me he preocupado tanto por intentar comprender lo que pasó,
puedo hacer un esfuerzo por comprender lo que pasa,
a ver si soy capaz".
Es una novela social más que política,
porque esta novela cuenta la vida de un barrio durante un año
en una situación de crisis económica, la que estamos viviendo ahora mismo.
Es un barrio de clase media
en el que vive gente más rica y más pobre
y en la novela se ve cómo todos pierden,
cómo todos se han empobrecido
y todos sienten que su forma de vida está amenazada.
Es una novela de víctimas, pero también de resistentes.
Me parecía que el protagonista del libro tenía que ser el barrio,
el protagonista del libro es el barrio, todos los vecinos,
y eso encajaba mejor, me parece a mí,
soy más novelista que cuentista, para que nos vamos a engañar,
me parecía que encajaba mejor
en una novela que en un libro de relatos
y pensé: "Voy a intentarlo",
ha sido todo un "Voy a intentarlo" que ha llegado hasta aquí.
Como este.
Sí, claro.
Es una novela sobre las víctimas de una guerra
y sus enemigos no viven en el barrio.
Los malos en esta novela están muy lejos y, además,
son malos que no tienen cara,
no tienen cara, no tienen nombre, no sabemos quiénes son.
Estamos luchando a ciegas
en una situación provocada por gente a la que no conocemos.
En este elenco de víctimas,
hay algunos más simpáticos, otros más antipáticos,
pero hay algunos que son pequeños héroes.
Has citado al aparejador que trabaja de portero,
uno de mis personajes favoritos, creo que es un héroe contemporáneo.
Cuando me pidieron una frase para la faja,
dije una frase que dice él en el libro:
"Hay que ser muy valiente para pedir ayuda,
pero todavía hay que ser más valiente para aceptarla",
ese es el emblema de este personaje.
"Vine a Madrid a matar a un hombre a quien no había visto nunca".
"Por los andenes y vestíbulos de la estación
cundía un desorden desesperado e inmundo,
una angustia de trenes perdidos o interminablemente retrasados".
"Cada vez que volvía a Madrid,
era como si perdiese la piel de la indiferencia y olvido
que el tiempo había agregado a la memoria".
-Para Muñoz Molina las ciudades son muy importantes.
Ciudades por las que se entra siempre por una estación,
una estación llena de humo de tabaco, de taxistas somnolientos,
de bares de calamares.
El Madrid de Muñoz Molina
me parece que es una ciudad de paso,
una ciudad un poco extraña, a la que se tiene ganas de llegar,
pero que cuando estás, no te sientes protegido, reconocido.
"El edificio de Correos,
los rumorosos árboles del Paseo del Prado
y las verjas del Botánico".
"Porque cada minuto que permaneciera en Madrid
estaría atrapándome como una de esas ciénagas
que se abren en el tiempo, sin permitir retroceso ni avance".
Menciono tres libros esenciales:
"Don Casmurro" de Machado de Assis,
"Pedro Páramo" de Juan Rulfo
e inseparables, "Ilíada" y "Odisea", de Homero.
"Don Casmurro", del brasileño Machado de Assis,
un hombre del siglo XIX, es una novela extraordinaria,
de gran modernidad porque explota de una manera excelente
la cuestión de la ambigüedad.
"Pedro Páramo, de Juan Rulfo, mexicano,
es una pequeña novela espléndida, extraordinaria.
Es la historia de la música del padre.
Es un cuento necesario que regenera el espíritu y el futuro,
pero en "Pedro Páramo" no hay futuro
y el infierno no resulta de una mala conciencia.
Son inseparables, a mi juicio, "Ilíada" y "Odisea".
Uno se podría decir que es la primera parte bélica,
de una cierta juventud, de una actitud desabrida, crueldad,
momentos de gran piedad cuando Aquiles, por ejemplo,
devuelve a Príamo, arrodillado, los despojos de su hijo,
es un momento de la más alta dominancia de la civilización.
El papel del hogar en "La Odisea"
es su sitio, la geografía central,
para la cual Ulises se encamina, pero no llega.
Es un homenaje a esa parte de la sociedad civil
que se ha movilizado
y que, creo, va muy por delante
de los partidos políticos en este país.
Lo verdaderamente interesante e importante
que ha pasado en España en los últimos tiempos
tiene que ver con estos impulsos individuales de gente que lucha.
Elegí el centro de salud
porque la movilización en la Comunidad de Madrid
contra la privatización de la Sanidad publica
fue muy fuerte y, además, venció,
porque hemos perdido la guerra, pero se han ganado algunas batallas.
Me parecía que, si tenía que reflejar
la resistencia contra la crisis, era de esa manera.
Por eso el libro se llama "Los besos en el pan".
Eso alude a aquella vieja costumbre, que los españoles
de la generación de mis hijos no tienen ni idea de lo que es,
de que, cuando éramos pequeños,
nos obligaban a besar el pan cuando se caía en el suelo.
Este libro es una reivindicación de la cultura de la pobreza,
de la forma en la que nuestros abuelos
supieron ser pobres con dignidad.
Cuando empezó la crisis, pensaba que si trajera a mis abuelos
y les dijera: "Mirad qué crisis tan horrorosa",
mis abuelos se partirían de risa, porque para ellos no lo sería.
Creo que el problema de los españoles es que, en los últimos 20 años,
nos hemos creído que éramos ricos y que lo íbamos a ser para siempre,
nos hemos convertido en un país muy hortera y muy desagradable
y hemos perdido los vínculos con esa cultura
que ahora nos ayudaría a resistir mucho mejor.
Creo que son todas dolorosas.
Quizá, trascendiendo la propia sensibilidad,
pensando en la colectividad, en el país,
lo que es un fracaso absoluto es lo de los jóvenes.
Que la generación mejor formada de la historia,
el esfuerzo que ha hecho un país
donde la educación nunca ha ocupado el lugar que le correspondía,
por formar bien a una generación que, por fin, era competitiva,
hablaba idiomas...
Que ese esfuerzo haya terminado,
no con la emigración de jóvenes científicos solo,
con la emigración de muchos jóvenes bien preparados
que están en Stuttgart lavando platos.
Porque es una novela de resistentes.
Es una novela esperanzada, optimista no, pero esperanzada sí,
porque demuestra cómo
esta gente consigue, verdaderamente, llegar al final del libro
sin haber renunciado a ser quienes son.
(NIÑA) Hoy estoy especialmente entretenida porque gracias
a "Illustration School: plantas y pequeñas criaturas"
estoy aprendiendo a dibujar plantas, flores, pájaros
e insectos de todo tipo.
Además, este precioso libro te da grandes ideas para cartas,
postales de felicitación y collage de fotos.
¿Qué nos traes tú, Ana?
-Bruna, traigo todo un "Laberinto",
así se llama el libro que estoy leyendo.
En él viven unas criaturas terribles, depredadoras,
pero un grupo de cazadores se adentra en el laberinto
para acabar con ellas.
Es una novela de lucha y resistencia, pero también hay fe y amor.
La recomiendo salvajemente.
Claro, porque lo que cuenta la novela y personajes como la que dice esto,
eran como todas esas personas que estaban absolutamente convencidas
de que a ellos no les podía pasar nada
porque eran, prácticamente, trabajadores públicos,
funcionarios como para siempre.
El progreso no es una línea recta, el progreso es un milagro,
es un milagro azaroso.
En un instante se pueden perder conquistas
que han costado siglos de lucha.
Es que eso es exactamente lo que está pasando, ¿no?
Estamos viviendo un momento en el que, se supone,
la convulsión está en los parlamentos,
en los partidos políticos,
se habla todo el rato de grandes momentos,
decisiones trascendentales
y yo pienso: "Si estuviera en la tesitura de decidir
si puedo encender la calefacción en diciembre o no...",
ese sí sería un momento trascendental para mí, ¿no?
Cuando empecé a escribir esta novela,
estaba escribiendo "Los pacientes del doctor García",
la cuarta entrega de los Episodios, en la que sigo trabajando,
en ese momento, a mi marido
se le ocurrió presentarse a las elecciones
como candidato de Izquierda Unida a la Comunidad de Madrid
y yo pensé: "Dos frentes, puedo, pero tres, no".
Cuando acabó la campaña electoral y Luis no entró en la asamblea
y gobernó la derecha y tal,
es verdad que el libro fue un refugio.
La cuarta entrega la llevo muy adelantada
y, además, me he conjurado conmigo misma,
me he puesto yo deberes,
me he puesto un calendario
para ir acabando las partes de la novela
y la acabamos.
La cuarta la acabaré con toda la certeza.
Y la serie la acabaré también.
Sí, me he quedado muy a gusto.
Ya se me ha quitado esa especie de inquietud
de decir: "Miro mucho al pasado y no miro al presente".
Ahora podré volver a mirar al pasado con la conciencia más tranquila.
Esto ha sido una situación que es la primera vez que me pasa.
Esto de sacar un libro sobrevenido, digamos.
Es probable que esté mas productiva que nunca,
pero es que madurar...
no va a ser solo engordar y que te salgan arrugas.
(RÍEN)
Envejecer tendrá que tener alguna ventaja
y creo que, en la medida en la que me hago mayor,
cada vez me siento más poderosa y, a lo mejor,
por eso soy capaz de hacer estas cosas.
"La familia Martínez Salgado vuelve de las vacaciones
y parece que, de pronto, se llena el barrio de gente".
En Página Dos entrevistamos a Almudena Grandes por "Los besos en el pan", una novela sobre la crisis. De ruta por el Madrid de "Beltenebros" de Antonio Muñoz Molina. Nélida Piñon nos descubre su canon literario. Y conmemoraremos el 25 aniversario de la muerte de Roald Dahl.