2013
-Por su culpa te quitarán la mitad del jornal
por el vino derramado. -No quería que le despidieran.
-Mi padre dice que le tendrían que haber despedido hace mucho.
Es un pendenciero y un holgazán.
-No le conoces tan bien como para opinar así de él y ser tan dura.
-No quiero que tú pagues el pato por él.
-No me gusta que estemos enfadados,
así que lo siento si he hecho algo que te haya molestado.
-Sí, yo también. Pero es solo porque me preocupo por ti.
-Me encanta que te preocupes así por mí.
-Carolina, si no sabes qué quiere decir este anillo, te lo digo yo.
¿Quieres casarte con el Gato? -¡No hay nada que más quiera!
¡Lo sabía! Gracias, hijo.
-Luis Miranda nos puede echar un cable.
él me habría dado la pista de Ormaechea?
Bueno, está bien.
Puedes estar tranquilo, no le diré nada a Luis.
-Analizar una botella de vino es una pérdida de tiempo.
-¿Sí? Pronto saldremos de dudas porque mañana
va para Logroño, al laboratorio.
-Si analizan esa botella estamos perdidos.
-Bernardo, yo sé cómo seguir,
pero necesito tu colaboración.
-Lo que hay que hacer...
Esto no está bien, no está bien.
-¿Conseguiste la botella? -Sí.
-¿Pusiste la que te di en su lugar? -Pues claro.
Hoy van a mandar la botella al laboratorio.
-Que lo hagan, es un caldo normal, perfectamente saludable.
No les queda más remedio que aceptar que la muerte del cura...
fue una muerte natural.
Muy bien.
No hombre no, eso es un dúplex.
-Ah, vale. 31 es guiñito, como cuando quieres cambiarte una gachí.
-Eso es, pero tú no le hagas guiñitos ni cambies de gachís,
que te vas a casar con Carolina que es toda una mujer.
-¿Echamos una manita para probar? -Venga, reparte.
-Una, dos, tres y cuatro.
-Mus.
-Venga, pues mus.
Una, dos y tres.
-Sigo con mus.
-De eso nada, envido a grande.
-No. -Pues me llevo un tantito.
-Pues paso a pequeña. -Y yo.
-¿Pares no?
-¿Pares no? Pues yo sí y bien guapos.
Dimas, te estoy dando un repaso. El alumno supera al maestro.
Juego. -Hombre, juego llevo.
-Yo también.
-Va a ser que paso.
-Pues yo te voy a mirar. -Pues yo cinco más.
-¿Cinco más? ¿Vas a tirarte un farol? A mí no me achantas.
Órdago. -¿De verdad?
¿De verdad dices que le vas a dar un órdago a la mano?
Pues pierdes.
-¿Cómo puede ser eso? Si tengo mejores cartas que tú.
-El caso no es tener mejores cartas, es saber jugarlas.
-Buenas. -¿Qué hay?
-¿Qué haces aquí y no en comisaría? Ah, le estás dando a Dimas.
¡Si no sabe! -Sí, la verdad es que es flojito,
le estoy dando el repaso de su vida. -Ah...
Ponme un poco de bizcocho, así le llevo la merienda a la niña.
Vaya paliza les vamos a dar a Eduardo y al otro. (RÍE)
-Les vamos a dar un baño.
-¿Se te ha comido la lengua el gato?
¿Qué ha pasado, es por lo de tu tío? Se nota que ese hombre te importa.
-No me lo quito de la cabeza.
-¿Por qué no marchas a casa? Yo me encargo con Eduardo.
-Irme a casa no me sirve de nada.
-Pues a la fonda y te tomas un vino, yo te convido.
-No.
-Mal tienes que estar si ni siquiera quieres ir a la fonda.
-Lo único que me ayudaría sería ir a verle, aunque fuera por última vez.
-Ojalá que viviera más cerca, para que pudieras acercarte.
-Se me ha ocurrido una cosa para ir
y solo dejaría de trabajar un día.
-¿Cómo piensas hacer para librar?
-No se va a enterar nadie, si tú me echas una mano, claro.
-¿Cómo que si te echo una mano? ¿Me pides que te cubra?
-Es muy fácil.
Si te preguntan por mí dices que me has mandado a hacer un recado.
(SUSPIRA)
No, Andrés, no.
La última vez que te he cubierto nos han pillado
y nos han bajado el jornal a los dos y si nos vuelven a pillar nos echan.
-Pero si lo hacemos bien no tienen por qué enterarse.
Para cuando se den cuenta ya me habré despedido de mi tío y habré vuelto.
-Lo siento, Andrés, esta vez no.
Lo siento.
Hasta Manuela me ha dicho que qué pasaba,
que si iba a cubrirte siempre.
-Ahora Manuela es el problema,
haces o no las cosas según le parezca.
Menudo calzonazos.
-Por ahí no, eh. Por ahí conmigo no vas a sacar nada.
¿Por qué no vas de cara a Eduardo y le dices que tu tío se muere?
-Porque no me va a hacer ni caso. -Eso no lo sabes si no lo intentas.
Eduardo es un buen hombre.
No entiendo por qué siempre piensas lo peor,
que nadie querrá ayudarte de primeras.
Ah, sí, gracias.
Ah, claro, mira.
Es bonito, ¿verdad?
Sí, estoy muy contenta.
Pues aún no tenemos fecha,
pero yo quiero que sea pronto, lo antes posible mejor.
Te voy a pagar ya que tengo mucha prisa.
Andrés, es que no puede ser.
Si cedo contigo, tengo que ceder con todos.
-Pero si es solo un día, a lo sumo dos.
-Ya, pero es que no es tu padre, es tu tío.
¿Cómo le explico eso a don Vicente? -Mi tío es más que mi padre.
Me cuidó durante muchos años mientras mi padre estaba desaparecido.
-No sé, espera a tu día de libranza o al domingo, cuando te toque.
-Está muy grave,
igual no llega ni al domingo. -Joder...
-Recuperaré las horas que falte cuando vuelva, trabajaré el doble.
-Mira, es que no es eso.
Sabes que en esta época se trabaja mucho y todos a la vez.
Con uno metiendo horas no me soluciona nada.
-Nunca me perdonaría dejar solo a mi tío en sus últimas horas.
No me lo perdonaría jamás. -Sí...
Bueno, es que me está pidiendo uno o dos días de libranza,
es que tiene un familiar muy enfermo. -Es mi tío.
-Sí...
-Ya le han dado la extrema unción.
Se lo pido por favor.
Bueno, te dejo.
-¿Está usted segura? -Absolutamente, hija.
Fue una regañina de matrimonios,
pero tranquila que no llegará la sangre al río.
-No sé, padre y usted parecían muy enfadados.
Si usted dice que todo está bien será así.
-Hola, buenas.
-¿Del Padre Genaro qué se sabe? -Pues nada, hija,
está todo el pueblo intrigado porque un hombre tan robusto y sano,
yendo al monte continuamente, de aquí para allá,
y le da un infarto. No sé...
-A ver a quién nos manda ahora el arzobispado.
-Pues sí porque hemos tenido mala suerte antes del Padre Genaro.
Siempre nos enviaban los deshechos.
-Ya sé yo lo poco que le gustaban los sermones del Padre Bartolo.
-Quita, quita.
-Igual nos mandan a un cura yeyé. -¡Ay, hija, por Dios, no!
¡No quiero que me dé la comunión un melenudo!
-Pues llegan a mucha gente a la iglesia,
incluso tocan la guitarra en misa. -¡Me vas comparar un canto gregoriano
con un pelanas tocando la guitarra! ¡Muy moderna has venido tú!
A saber qué te han dado. -Buenos días.
-¡Elena! -¿Qué hace que nos saluda?
-Disculpa a mi madre, por favor. Ella...
solo trata de protegerme.
-No, si no hay nada que disculpar, entiendo que estéis enfadadas.
Nos superaron las circunstancias. -Precisamente por eso,
yo me comporté como una niña malcriada.
Creo que ha llegado el momento de pedirte disculpas.
-Bueno, por mi parte está todo olvidado.
¿Por qué no vienes a merendar un día a mi casa, como antes?
-Bien, gracias.
-Ea, con Dios. Hija, a ti no hay quien te entienda.
-Ya le dije que en el balneario
he aprendido a ver las cosas de otra manera,
con distancia.
-Te voy a dar yo a ti distancia.
A ti te estaba buscando.
Quería hablar contigo por lo que me contaste del hijo de Gabriel.
Creo que debemos hacer lo mejor para él,
al fin y al cabo es un Cortázar.
Sí.
Quiero hablar con la madre.
Quiero hablar con ella, pero de una forma discreta.
¿Puedes encargarte de que venga?
Será mejor que venga ella a casa que no yo a la fonda
para hablar de un asunto tan delicado.
Sí, que venga a casa.
Pero sé discreto, por favor.
Y ten cuidado, no la asustes.
No, nada más.
Ah, sí.
Una cosa.
Muchas gracias, hijo.
No, por contarme que continúa embarazada.
No sabes lo que significa para mí que quede algo de Gabriel,
es como si su vida tuviese sentido.
Va a nacer un Cortázar sangre de nuestra sangre.
Ya sé que he sido un padre severo contigo,
que hemos tenido nuestros más y nuestros menos
por tu carácter ambicioso,
pero sé que eres un buen hombre.
Pues lo estás obrando.
Tú ocúpate de esa Carolina que yo le daré la noticia a tus hermanos.
No se lo van a creer.
¿Qué ocurre?
y me lo han ocultado?
¿Y se llaman hijos míos?
¡Pero en qué clase de familia nos estamos convirtiendo!
Ahora mismo voy a hablar con ellos, ¡se van a enterar!
¿Otra veza magdalenas, mujer?
muy ricas tienen que estar, sí.
Pero lo que nos urge ahora son las empanadillas.
¿Qué te pasa?
a lo mejor lo que pasa es que tú no tienes que casarte con Adolfo.
-Buenas. -Señoras...
Sofía les atenderá, es que yo... Tenemos urgencia de empanadillas.
-Hola, buenas.
¿En qué estado se supone que estoy?
No estoy embarazada, claro que aborté, hice lo que usted me pidió.
¿Cuándo me va a dejar en paz?
No tengo ningún motivo para verle. No va a tener ningún nieto.
¿Qué te ha dicho Vicente? -Nada.
Me ha dado un par de impertinencias esas de las suyas.
-Si Vicente se muerde la lengua se envenena.
Tú no le hagas caso.
¿Cómo estás, muy cansada? -No.
Me senté aquí un rato para descansar...
Y ya estoy bien, estoy mejor.
-¿Nada? ¿Ningún Ormaechea?
¿Y por la hache tampoco le figura nada? Tampoco.
Claro, muy bien, gracias.
-Esta era la última de las bodegas,
aunque no sé si habrá más registradas.
Es muy difícil, es como buscar una aguja en un pajar.
-Lo que pasa es que el pajar son los EE.UU.
¡Dios mío! ¿No se podría haber ido a Andorra?
No sé, lo único que se me ocurre...
Podemos llamar a la embajada española en EE.UU.
a ver si tienen un registro de residentes.
-Yo creo que tenías razón. Lo mejor es que hablemos con Luis.
Ha trabajado con los Miranda, él seguro que sabe algo.
-¡Vaya!
Pensaba que querías mantenerle al margen.
-Y lo quiero mantener al margen, pero visto lo visto...
-¿Aquí cuchicheando y tramando algo, como siempre?
-Padre, ¿por qué dice eso? -Porque lo sé, tengo pruebas.
Me estáis ocultando cosas y actuando a mis espaldas.
-¿Pero qué dice? Está siendo muy injusto.
-¿Me estás llamando injusto?
¡Me ocultáis que voy a tener un nieto y me llamáis injusto!
Ay qué ver qué nuera más guapa que tienes.
-Y todavía más simpática. Se ve que mi hijo la hace muy feliz.
Pues para mí una barra.
Sí y también me pones una barra.
Es que ha vuelto Jesús y ya sabes que a él le gusta mucho el pan de barra.
Habrá ido directamente a la bodega.
No tiene cabeza nada más que para el trabajo.
-Vámonos, que nos ponemos aquí a hablar y nos dan las tantas.
-Oye, qué pesada eres, Inés, por Dios.
Adiós, bonita.
Oye, felicidades por el campeonato de mus.
¡Vais a tener un gentío en la fonda! -Bueno, a ver, eso espero.
¿Vendrá tu padre? ¿No me fallará? -Sí, no...
Mi padre está nerviosísimo. Hace pareja con Roberto.
Pobre Roberto, con lo ansioso que se pone mi padre jugando al mus,
se va a tener que armar de paciencia.
-Oye...
Estoy pensando que igual no puedo estar en el campeonato.
-¿Cómo que no? Pero si lo has organizado tú.
-Ya, pero es que me acabo de acordar que...
Que justo esta tarde tengo una cosa que hacer.
-Bueno, pero podrá esperar.
-No.
No, me temo que no.
-Lo sé por Vicente, que es un buen hijo.
De ti no me ha extrañado tanto,
pero de ti no me lo esperaba, Rafael.
-Lo siento, padre.
-Él se lo iba a decir pero yo le pedí que no lo hiciera.
-¿Qué te hace pensar que no debía saber que iba a tener un nieto?
-En primer lugar por la madre, me pidió que no se lo dijera a nadie.
Y en segundo lugar, porque lo conozco y sé que usted es capaz
de hacer cualquier cosa. -¡Ni que fuera un monstruo!
Todo lo que he hecho es defender a la familia y protegeros.
Ese pequeño es un Cortázar como vosotros,
¡sangre de mi sangre!
Lo voy a proteger por encima de todo,
aunque sea lo último que haga.
-¿Qué va a hacer, padre?
-¿De verdad creéis que podéis pedirme explicaciones?
No me lo puedo creer.
-Ponme un chato, por favor, Pilar.
Gracias.
-¿Por favor? ¿Gracias?
Hacía años que no me decías una cosa así.
Encima no pides ninguna tapa...
y todavía no me has dicho ninguna impertinencia.
A ti te pasa algo y muy grave.
-Mi tío,
se está muriendo ahora mismo.
He pedido permiso para ir a verle... -¿Te lo han negado?
¿Los Cortázar? -Vicente.
Así que no voy a poder despedirme de él.
-Invita la casa.
Solo por esta vez, eh...
-Ale, madre, aquí está todo.
-¿Y los garbanzos?
Hija, los amarracos, de los tanteos...
-Ya... -Anda, deja, que ya voy yo.
No sé lo que te pasa, pero tienes la cabeza en otro sitio.
-Ya.
Ya, es que hoy me he encontrado a Vicente Cortázar, madre, y...
Nada, que no me lo saco de la cabeza.
-¿Por qué? ¿Qué te ha dicho? -Nada. Nada, no...
Es que me pongo nerviosa solo de verlo.
-No me extraña. Pero bueno, ahora olvídate de él,
con la que tenemos con el campeonato
tendrás la cabeza ocupada. -Ya...
Madre, yo no sé si podré quedarme hoy.
-¿Cómo? Pero hija, que se nos va a poner esto de bote en bote.
-Ya lo sé, pero es que tengo
un recado muy importante que hacer en la farmacia.
Le prometo que en cuanto termine vengo aquí a ayudarla, de verdad.
Que vaya muy bien.
-¿Está por aquí Andrés? -Sí, ahí.
-Buenas.
-¡Pilar!
Ponme una botella de orujo.
¡Sofía!
Qué detalle.
Uy, vaya...
¿Son de coco?
Bueno, es que en realidad soy alérgico al coco,
¿no te lo había dicho?
Lo que me gusta es que hayas venido a verme,
no sabes la ilusión que me hace.
No sabía que estabas aquí.
Tú también lo harías si vinieran a verte al trabajo.
Además, mira lo que ha traído.
Tus dulces favoritos.
En realidad los había traído para mí,
pero había olvidado lo de mi alergia al coco.
Se los regalamos, ¿verdad?
Enseguida vuelvo.
Ya teníamos que haber salido.
-¿Por qué tanta prisa? La fonda está aquí al lado.
-Porque sí, me había hecho a la idea de que íbamos a llegar con tiempo.
-Lo que pasa es que estás nervioso por el campeonato.
-No se crea, a mi lo de ganar o no tampoco me importa tanto,
vamos, que si ganamos, bien, y si no ganamos también bien.
El que me sube la tensión es su marido.
El hombre está tan obcecado con esto de ganar, tan obsesionado
y tan acostumbrado a ganar que no sé si voy a estar a la altura.
-Pero tranquilo,
lo importante es participar y si se pierde no pasa nada.
-¿Cómo que no pasa nada? ¿Cómo que lo importante es participar?
Esto no es un campeonato de beneficencia,
aquí uno se juega el honor.
-El honor y un jamón de pata negra.
A ver si lo traéis que falta nos hace.
-Cuenta con ello.
Aquí Roberto y yo vamos a ganar, ¿verdad?
-Sí. -Aunque solo sea por no escuchar
al pesado de Ortega siempre presumiendo.
¡A ganar! -Sí.
-Mírale qué requeteguapo se me ha puesto con el traje de las bodas.
¡Qué elegancia!
-Por si nos piden un retrato los de "La Gaceta".
Quiero salir en la foto guapo y con el trofeo.
-Cuidado, padre, que está vendiendo la piel del oso antes de cazarlo.
-Roberto y yo vamos a cazar ese oso aunque sea a mordiscos.
¿Verdad, Roberto? -Sí, señor.
-Eso es. -Ale, mira, una pata de conejo,
dicen que trae suerte. -Ah, pues vale.
No nos hace falta, pero lo guardaré. -Pues nada... ¿Vienes, Manuela?
-Sí. -¡No!
-¿Cómo que no? -Qué no, hija,
hay mucha faena como para que te vayas de jarana.
-Qué no, cuando vuelva hago lo que usted quiera pero ahora mismo me voy
con mi novio y con mi padre a verles ganar.
¡Qué no! Me voy a por el bolso. ¡Esperadme!
-Déjala, que quiere ver a su padre. -¿Tendrá cara dura?
¡Ay!
Bueno...
-Eduardo, quería preguntarle... ¿Andrés ha ido a hablar con usted?
-Sí, ha venido, quería unos días
para visitar a un familiar que tiene enfermo,
pero no ha sido posible.
No, yo estaba a punto de dárselo, pero...
Ha venido don Vicente y ya sabes que con él no se puede hacer nada.
-Se habrá quedado destrozado. -Sí...
-¿Qué? ¿Preparados para ganar?
-Nos los vamos a comer con patatas, ¿eh, Roberto?
-¡Vamos! -¡Venga!
-¡Que me traigas el jamón de pata negra!
-Sí...
Bueno, vamos a ver. Gustavo, vuestra mesa aquí.
Jorge, vosotros, con Nicolás y Bermúdez, ahí.
-Eduardo, ¿ya estás aquí? Pensaba que te había dado canguelo.
-¿Canguelo? No sé lo que significa eso, autoridad.
-Venga, menos lobos y todo el mundo a su sitio.
Ángel, Ortega, esa es vuestra mesa. -Vale, vamos para allá.
-Eduardo, Roberto, aquí. Venga, todo el mundo en su sitio.
-Vale, vale.
-Vamos a empezar el campeonato.
Ya sabéis todos las normas.
Vamos a hacer tres juegos,
valen las señas,
menos en la primera mano que es mus corrido y sin señas.
Vamos a utilizar ocho ases y ocho reyes.
¿Entendido?
-Sí, entendido, entendido. -¿Entendido, todos?
(JUGADORES) Sí... -Claro, nos lo sabemos ya.
-Bueno, pues venga, empezamos con el campeonato de mus de Lasiesta.
¡Suerte y a jugar!
-¿Te acuerdas de las señas? -Creo que sí.
-Pues tranquilo, que todo va a ir bien.
Suerte. -Más que suerte voy a necesitar.
-Dimas, no entretengas a mi sobrino,
que tiene que concentrarse en las cartas.
Date mus.
-No hay mus, envido a grande. -¡Ah! ¡Mi sobrino! (RÍE)
Pues ale, una de grande. Vamos para allá. Sigue.
-¿No importa, no?
Venga, hablando.
-Pares paso. -Envido.
-Diez más. -¿Juegas contra la mano?
-Sí. -Tú verás.
Órdago. -Bien, quiero.
¡Joder, vaya juego!
Me ganas, solo tengo medias.
-Dúplex. -¡Dúplex!
-Muy bien, 1-0. Gustavo, hay que estar atento.
-Toma.
-No te preocupes...
¡Sí, señores! Nos hemos ido, qué le vamos a hacer. (RÍE)
Bueno, para otra vez será.
(RÍE)
Adelante.
Tenía ganas de conocerte.
¿Quieres tomar algo?
¿Un té, una manzanilla o una limonada?
-No, muchas gracias. -Entonces siéntate, por favor.
¿Sabes por qué queremos hablar contigo?
-Sí, su hijo me lo ha dicho.
-Sabemos que sigues embarazada.
-Sí, eso es verdad, pero...
Pero no es de su hijo Gabriel. -¿Cómo?
-Yo aborté como me pidió Vicente
pero poco después volví a quedar embarazada,
de mi novio, Ángel.
Fue todo muy rápido.
El hijo que esperas es de Gabriel, ¿verdad?
-Sí.
Sí, pero yo no me quiero aprovechar de ustedes.
No voy a pedirles nada.
Me voy a casar con mi novio y él le dará los apellidos a mi niño.
Nadie sabrá nada, se lo juro.
No tienen que preocuparse de nada, de verdad.
-Carolina, yo quería...
Vicente, por favor, ¿nos puedes dejar solos?
Gracias por no querer aprovecharte de nosotros,
eso te ennoblece.
Pero quiero que sepas que el hijo que vas a tener es un Cortázar,
y como tal tiene que ser criado.
-¿Qué quiere decir con eso? -Que es un Cortázar,
y que esta casa será su hogar.
-¿Me quiere quitar a mi hijo?
Pero...
¿Cómo se atreve? -Nadie te quiere quitar a tu hijo,
al menos esa no es mi intención.
Pero quiero que te des cuenta de que la criatura que vas a tener
se merece la mejor vida posible.
-Pues yo se la daré, le daré todo lo que necesite
y muchísimo amor de sus padres.
-Con cariño no es suficiente.
¿Lo podrás llevar al mejor médico cuando se ponga enfermo?
¿Le podrás pagar el mejor colegio en el extranjero?
¿Qué le vas a dar de comer cuando las cosas vayan mal?
-Mire, nosotros saldremos adelante, sea como sea.
-No seas egoísta.
No pienses solo en tu conveniencia, piensa en tu hijo.
-A un hijo le conviene estar con su madre.
-Si eres razonable,
tendrás una asignación mensual para toda tu vida.
Con ella podrás mantener a los hijos que tengas con tu marido.
-¡Yo quiero tener a este niño!
No se lo voy a dar a nadie.
A mí no me va a comprar.
-Estoy siendo demasiado generoso contigo.
No me hagas ir por las malas,
será peor para la criatura y para ti.
(SUSPIRA)
Por favor,
piénsatelo.
Volveremos a hablar.
-¿Cómo voy a querer ir al punto? Si no tenías ni 28.
-Eduardo, pensé que iba de farol.
-¿La pata de conejo ya no os da suerte?
-Tú reparte, Ramiro, que estás más guapo calladito.
-Yo querría.
-¿Tú me has pasado dos ases? -Ya ha visto la seña.
-Yo tengo uno, pero es que dáselo a un órdago...
Nos lo llevamos en el pico, mejor al "tran-tran".
-Pero es que si no queremos se nos echan encima. Venga, quiero.
-Pues si mi sobrino dice que quiere, los Ortega queremos.
Los Ortega hablan... ¡Y ganan!
¡Olé! (RÍE)
No hace falta que nos ovacionéis. (RÍE)
-Bien jugado, ¿eh? -Anda, vele diciendo a tu padre
que ya hay finalista. (RÍE)
-Finalistas... ¡Los Polis de Lasiesta!
-Bueno, pues yo paso.
¡Puf! Vaya cartas que estoy viendo...
-Yo envido. -¿Envidas?
Te echo una docenilla.
-No me mata nadie, van todas.
-Pues yo quiero ese órdago.
Y me parece... que gano yo, ¿no?
(RÍE)
-Bueno, señores, ya tenemos la final: Viñateros contra Policías.
Ortega, contra Eduardo, como en los viejos tiempos.
Ahora a ver quién de los dos se lleva la pata de jamón para casa.
Cierra la puerta y sentaos.
Quería hablaros del hijo de esa camarera, del hijo de Gabriel.
Os encargaréis de criarlo vosotros.
Carolina se irá lejos del pueblo,
antes de que se den cuenta de los síntomas del embarazo.
Y cuando vuelva, del bebé no habrá ni rastro.
Y tú, Rosalía, irás una temporada fuera,
para no despertar sospechas en Lasiesta.
Nadie sabrá nada, nadie dirá nada. Será vuestro primogénito.
¿Y qué os lo impide?
Cuantos más hermanos tenga el niño, mejor.
No lo he conseguido todavía,
pero si es lista tendrá que aceptar las condiciones,
porque si no tendrá que atenerse a las consecuencias.
Voy a hacer todo lo posible por recuperar a ese nieto.
Y ahora, si me permitís...
Tengo mucho que hacer.
Cuidaremos a tu hijo como tú hubieras querido.
Será un Cortázar.
-Asun, soy yo... (RÍE) -¿Alicia?
¡No te había reconocido!
Tú a Adolfo Reverte le echaste el ojo muchísimo antes de marcharte.
Me acuerdo cómo suspirabas todas las tardes por él.
-Ahora será él el que suspire por mí, ya verás, es una cuestión de estilo.
-¿Te acuerdas de Alicia?
Tenías que haberla visto.
Parece otra mujer.
La veo moderna, decidida.
Hemos quedado en vernos para ponernos al día.
-Tenía que haber insistido más para que me dieran el permiso.
¡La culpa de todo la tiene Vicente Cortázar!
Te juro que ese mierda me las va a pagar, lo juro.
-No, Andrés. Andrés...
-Estás acabando con mi paciencia. No toleraré más faltas de respeto
ni a mí ni a mi hermano. -¡Le hablo como se merece!
¡No dejaré que su hermano me joda más la vida!
¡Antes le parto la cara! -Se acabó, vete de aquí.
¡Estás despedido!
-¡Eh! ¡Andrés, ya!
-Prometiste que no dirías a nadie que sigo embarazada.
Solo tú lo sabías. -¿Qué te han dicho, Carolina?
-Lo que quiere no tiene nombre,
nadie con un poco de corazón pediría a una madre hacer algo así.
-No creo que padre quiera hacerle daño a ese niño.
Ya viste cómo se puso con Vicente con el aborto.
-¿Por qué se había puesto conmigo así Carolina?
-No sé, este niño le liga de por vida a esta familia.
A no ser... ¿Estás pensando lo mismo que yo?
-No puede ser que padre le haya dicho que se quiere quedar con el niño.
¡No me provoques, Vicente!
Si no te haces cargo de ese niño,
¡soy capaz de regalarles las bodegas a los curas!
Alejandro, al enterarse de que Carolina sigue embarazada, se cita con ella y le dice que tiene intención de quedarse con su hijo, por las buenas o por las malas. Por otra parte, comunica a Vicente y a Rosalía que ellos serán los padres de ese niño, haciéndole pasar por su propio hijo.