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Rebeldes sirios tumban estatuas del régimen como la del hermano de Bachar al Asad en Alepo. Un símbolo de que ahora controlan la segunda ciudad del país y de que su objetivo es derrocar al régimen.

Tras tomar Alepo y expulsar al Ejército sirio, milicianos islamistas recorren este domingo las calles de la ciudad, reencontrándose con familiares y amigos. "Gracias a Dios volvemos a casa después de ocho años. Es una alegría que no se puede describir", dice este retornado.

Otros, en cambio, están saliendo de aquí para escapar de combates y bombardeos que no se veían en Alepo desde 2016. Ya hay unos 10.000 desplazados. Como Salma: "Mis hijos estaban aterrorizados, entre las bombas de aviones rusos, por un lado, y los drones, por otro", cuenta.

Ataques aéreos como este contra una escuela de Alepo están matando a decenas de civiles. También en Idlib, donde el régimen, con ayuda de Rusia, bombardea los feudos en poder de la oposición. Intenta frenar así el rápido avance de los insurgentes.

Irak ha cerrado su frontera con Siria y enviado a batallones para apoyar al régimen de Damasco. La Liga Árabe, que readmitió el año pasado a Al Asad, teme que la violencia y el caos vuelvan a extenderse en Siria.

Detrás del inesperado repunte de esta guerra hay quien ve intereses de potencias regionales como Turquía o Israel. De momento, lo único claro es que la caída de Alepo asesta un duro golpe al gobierno de Al Asad y sus aliados.

Foto: AREF TAMMAWI / AFP

Alepo ha caído bajo control rebelde. No solo han tomado los principales barrios y edificios gubernamentales de Alepo, también el aeropuerto internacional. Una ciudad en la que no ponían los pies desde que salieron derrotados por el régimen en 2016. "Damos gracias a Alá por la liberación de nuestra ciudad", dice un retornado.

El Ejército de Al Asad reconoce que ha perdido terreno ante miles de terroristas extranjeros, dice, con armas pesadas y drones. Turquía, que apoya a los rebeldes sirios, niega estar implicado. El Gobierno turco lleva meses intentando recomponer lazos con el sirio, rotos desde el inicio de la guerra en 2011.

Rusia e Irán, aliados de Al Asad, han salido rápidamente en su apoyo. La aviación de Vladímir Putin ha vuelto a bombardear Alepo, como no hacía desde 2016. Uno de esos ataques ha alcanzado a decenas de civiles en una rotonda, causando una masacre.

La escalada militar no solo afecta a Alepo. Desde su feudo de Idlib, los rebeldes también avanzan hacia el sur, en dirección a Hama, retomando la iniciativa tras años de estancamiento en la guerra. La desbandada de las tropas de Al Asad vuelve a demostrar que su régimen tendría difícil sobrevivir sin las fuerzas de Irán y Rusia.

Foto: OMAR HAJ KADOUR / AFP

Los trabajadores de las centrales eléctricas ucranianas luchan en su frente particular de la guerra. Se afanan en reparar lo que Rusia destroza con misiles que dejan a más de un millón de ucranianos en apagón total. En esta instalación, de la que por seguridad no pueden dar la ubicación, trabajan sin descanso para seguir suministrando energía a los ciudadanos a pesar de los bombardeos que se ciernen sobre ellos.

Rusia considera las instalaciones energéticas como un objetivo legítimo de la guerra. Esta planta ha sido atacada en múltiples ocasiones en el último año. El Kremlin ha amenazado con golpear nuevos objetivos con misiles hipersónicos, incluidos los centros de decisión de Kiev.

Josep Borrell se despide como alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores en 'Las Mañanas de RNE' con "una enorme frustración" por la incapacidad para parar la masacre en Gaza. "La tregua en Líbano es muy frágil, pero, por lo menos, no va a llevar un cortejo de muertos y destrucción. En cambio, en Ucrania las cosas van peor, no podemos estar satisfechos de cómo van las cosas", asegura Borrell. Sobre la situación en Gaza, el alto representante considera que el mundo no es consciente de lo que está pasando allí. "No somos capaces de conseguir que se abran las puertas y entre ayuda para que los palestinos sobrevivan".

Respecto a cómo afectará en Ucrania la llegada de Trump a la Casa Blanca, Borrell insiste en que dejar de ayudar a Ucrania "y ponerla de rodillas delante del Kremlin sería una manera rápida, pero profundamente injusta y dramática de acabar una guerra". "Yo no quiero que esa sea la forma de acabar esa guerra. ¿Trump la quiere acabar así? ¿Tiene otra solución? No lo sabemos". Josep Borrell asegura que el mundo "está mucho peor" que hace 5 años y subraya que "hay que espabilar, hay que levantarse y ponerse a trabajar". "La guerra de Ucrania fue un despertar. Los tiempos son difíciles y la posición de Europa es frágil".

¿Por qué ha entrado Corea del Norte en la guerra de Ucrania? ¿Que quiere conseguir Kim Jong-un a cambio de ayudar a Rusia enviando tropas norcoreanas al frente? ¿Por qué preocupa a China este movimiento de Pyongyang? Lo analizamos con Inés Arco, investigadora del CIDOB especializada en Asia Central, que nos ayuda a entender por qué este movimiento de Corea del Norte ha sacudido el tablero del conflicto.