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El último recuento oficial de víctimas por el terremoto de 7,8 grados que sacudió Nepal el pasado sábado eleva a 5.489 el número de muertos y 10.965 el de heridos, mientras los equipos de rescate no consiguen llegar a zonas de montaña. 

El miedo a las epidemias y la falta de víveres sigue forzando a miles de personas a abandonar la capital nepalí, Katmandú. 

En la otra vertiente del Himalaya, en Tíbet, las autoridades chinas han comenzado a evacuar a los 6.000 habitantes de la pequeña ciudad de Zham por el riesgo de avalanchas.

Miles de personas han salido a las calles en las principales ciudades estadounidenses este miércoles para manifestarse contra la violencia policial. Las diferentes protestas, que se han extendido de Baltimore a Nueva York, han reclamado justicia por la muerte de Freddie Gray, un joven negro que falleció el pasado 19 de abril mientras se encontraba bajo custodia policial.

Las agencias de viaje creen que el turismo religioso se recuperará pronto. Sin embargo, la destrucción del patrimonio histórico y artístico compromete gravemente el turismo cultural, que proviene principalmente de Europa y Estados Unidos. Los ingresos relacionados con el turismo de aventura o las expediciones a sus ocho montañas de más de 8.000 metros corren menos peligro porque la temporada termina ya y no se reanuda hasta otoño con el fin de las lluvias monzónicas.

Un portavoz militar ha asegurado que las mujeres recién liberadas proceden de otras localidades por lo que no serían las más de 200 estudiantes que hace un año fueron secuestradas mientras dormían en la aldea de Chibok. Hace semanas que el ejército nigeriano lucha contra las milicias de Boko Haram al norte del país, su principal bastión. Ya han conseguido desmantelar tres campamentos de la secta islamista en pleno bosque de Sambisa.

Por segundo día consecutivo se han repetido los disturbios en Baltimore. A pesar del toque de queda y de la presencia policial y del ejército, la violencia ha vuelto a las calles. Los manifestantes, que protestan por la muerte de un joven negro custodiado por la policía, volvieron a quemar coches, edificios y lanzaron objetos contra la policía que repelió las agresiones con gas pimienta.

Toya Graham, que así se llama, dice que  reconoció a su hijo por televisión entre los manifestantes que atacaban a los agentes. Sin pensárselo dos veces salió a buscarle y así como ven le mandó a casa.