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Los hijos del tsunami olvidado

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Pueblo de Dios - Tailandia: los hijos del tsunami olvidado

El 26 de diciembre de 2004, en las paradisíacoas costas de Tailandia, se disponían a iniciar una nueva jornada de sol y playa. Ni los más agoreros podían imaginar que muchos de ellos no verían nacer el nuevo año. A las ocho de la mañana, la tierra temblaba a cuatro mil metros de profundiad en el Océano Índico, al oeste de Sumatra, en Indonesia. Una cadena de maremotos, provocados por el fortísimos seísmo que llega a los nueve grados en la escala de Richter, borra del mapa las idílicas islas, sus playas y sus hoteles. Todo queda sumergido bajo una densa capa de lodo, agua y cadáveres. Las autoridades dejaron de contar cuando la cifra de muertos superaba los 100.000. Por temor a las plagas y las enfermedades, enterraban los cuerpos en fosas comunes sin ni siquiera reconocerlos. El último maremoto conocido es el que sufrió Japón el pasado 11 de marzo con 18.000 muertos. La intensidad fue similar a la del tsunami de 2004 que llegó a las costas de Tailandia. Éste ha sido el más destructivo de la historia con 210.000 víctimas (según la ONU) en once países.

A mil kilómetros de la costa

Más de 1.200 niños tailandeses perdieron a sus padres en el tsunami. Lo curioso es que cientos de estos huérfanos viven a más de 1.000 kilómetros del mar, en las empobrecidas provincias del nordeste del país. Sus padres emigraron a la costa para conseguir algo de dinero trabajando en la construcción y la hostelería cuando les sorprendió el tsunami que acabó con sus vidas. Los huérfanos y sus abuelos se quedaron entonces sin ingresos y sin la posibilidad de costearse un largo viaje hasta la costa donde solicitar las ayudas que les correspondían.

Víctor Gil

Hace 46 años que el hermano Víctor Gil, de La Salle, llegó en barco a Tailandia para quedarse. Aunque es doctor en Química, habla cuatro lenguas y ha traducido al tailandés las obras de varios místicos españoles, siempre se ha dedicado a la educación y la enseñanza de los niños más pobres, especialmente de los que vivían en las calles y en los basureros de las grandes ciudades. Cuando se enteró de la existencia de estos 300 huérfanos abandonados por las instituciones consiguió que la ong PROYDE apoyara un proyecto para que ninguno de los chicos abandonara la escuela. Para localizar a los huérfanos, hacer el seguimiento y el reparto de becas, el hermano Víctor Gil ha contado con la ayuda impagable de las Amantes de la Cruz de Tharae, una congregación local que se ha volcado en este proyecto que continuará en marcha, al menos, otros tres años, con el fin de que todos los que perdieron a sus padres en el tsunami de 2004 puedan acabar sus estudios.