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'Poochytown', la belleza mutante de los sueños de Jim Woodring

  • La nueva aventura de Frank, su personaje más conocido, es casi un sueño experimental
  • Trata sobre un lugar donde las promesas nunca se cumplen

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Detalle de una viñeta de 'Poochytown'
Detalle de una viñeta de 'Poochytown'

Si el Halcón Maltés estaba hecho de la materia con la que se forjan los sueños, ya sabemos donde nacen, en Poochytown (Fulgencio Pimentel), la continuación de las aventuras del personaje antropomórfico de Jim Woodring tras El congreso de las bestias y Fran, un cómic deliciosamente hipnótico, que está en constante mutación, y del que es imposible apartar la mirada.

Es como un sueño del que no queremos salir.

Aunque para el protagonista es más una pesadilla porque según el autor norteamericano: "En mi vocabulario personal, To be pooched significa "recibir un mazazo", "quedarse chafado", ver frustradas las expectativas y las esperanzas de uno. Poochytown sería entonces ese lugar donde las promesas nunca se cumplen".

Lo que si os podemos prometer es que, a pesar de que parezca un lugar de pesadilla, Poochytown es un universo tan alucinante, que volveréis a él una y otra vez. Un viaje, tan psicodélico como filosófico, que nos introduce en el interior de la mente de Jim Woodring, en sus sueños mutantes. Quizá no entendamos nada, pero no podremos apartar la mirada de sus páginas.

Viñeta de 'Poochytown'

Humor y desconcierto

En el cómic, Frank encuentra una caracola que le mandan unos extraños seres. Y al soplarla, surgen de su interior todo tipo de filigranas visuales que parecen flores gigantes, que van creciendo sin parar hasta invadir el mundo del protagonista, que no sabe si está soñando o está dormido. Sea como sea, esas filigranas visuales acabarán siendo una auténtica pesadilla para él.

Cinco años después, y como (dis)continuación de la epopeya en bucle que fue Fran, Jim Woodring regresa en Poochytown al cartoon más absurdo y delirante, casi al cine cómico. Pero también se acerca a la pesadilla y el terror. El éxodo de Frank y Manhog (un cerdo humanoide) hacia los confines del Unifactor es tan físico como emocional, reflejo telúrico y diabólico del subconsciente de su autor.

Página de 'Poochytown'

Un camino repleto de peligros, pruebas, recompensas y descubrimientos, pero en el que el misterio siempre permanece. Porque Woodring solo lanza enigmas, nunca los resuelve. Dejando al lector la última palabra sobre lo que está pasando. Un lector que se convierte, así, en cocreador de la historia. Lo mejor es que, cada nueva lectura del cómic nos aporta ideas nuevas y excita nuestra imaginación como pocas obras de ficción consiguen.

Woodring es un excelente dibujante, deudor de los grabados del siglo XIX y del maestro del cómic underground, Robert Crumb. Y en cada uno de sus trabajos va un paso más allá. En este tomo el nivel gráfico es, simplemente, espectacular. Cada página os dejará con la boca abierta.

Viñeta de 'Poochytown'

Un universo en expansión desde 1991

El ilustrador estadounidense Jim Woodring es uno de esos pocos autores capaces de crear su propio y original universo y que, además, sea tan fascinante como El de Alicia en el País de las Maravillas (aunque no tengan nada que ver).

Un universo habitado por las criaturas más extrañas y estrafalarias que nunca hablan, pero que sirven al autor para hacer críticas voraces a la sociedad actual a través del humor.

Página de 'Poochytown'

Los libros de la serie resultan una lectura inagotable, recuperando el aire clásico de los funny animals sin pasar por ninguno de los tópicos del medio. Estas historias no conocen la vía del cinismo y el oportunismo. Son cómic en estado puro: no solo un cómic que nunca antes se había hecho, sino uno que jamás se había imaginado.

Guste o no, el fascinante mundo de Jim Woodring, hay que reconocer que nunca habíamos visto nada igual.

Aunque no sea necesario para disfrutar de este cómic, recomendamos la lectura de El congreso de las bestias y Fran, repoilados por Fulgencio Pimentel en un único tomo.

Portada y página de 'Poochytown'