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Los poderes sanadores de 'Kind of Blue'

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Como decía Lou Reed respecto a la heroína, "lo peor es tener que esperar" y supongo que él sabe de lo que habla. Echo la mirada atrás: estoy en una ciudad estadounidense, aguardando a que un celebrado artista se digne concederme la entrevista pactada desde Madrid. Los de la discográfica bajan la voz cuando me explican que debo ser paciente: "está sometido a mucha tensión... ya sabe que estás aquí... te llamaremos cuando esté preparado".

Mientras llega la cita, me toca  esperar, "pide lo que quieras al servicio de habitaciones". Me han colocado en el típico hotel moderno: cada habitación cuenta con un equipo de sonido... pero no hay discos. Así que escapo hacia una tienda  y me compro unas cuantas novedades prometedoras. Cuando llego a la caja, veo en un expositor Kind of Blue. Conozco el disco: en casa lo tengo en elepé y en CD. Ahora, una pegatina anuncia que está remasterizado, que contiene una toma extra, que lleva nuevos textos explicatorios, vaya, los trucos obvios. Pero he leído en algún lugar que durante décadas se han usado cintas ligeramente aceleradas para fabricar Kind of Blue y que incluso han bailado los títulos de un par de temas. ¿55 minutos por $9.95? Lo meto en la cesta y saco la Visa.

En ese hotel, Kind of Blue me salva del tedio. Miles te sensibiliza, te recuerda que conviene desplegar las antenas. Sugiere ambientes, evoca emociones, señala soluciones... Incluso logra que me olvide de la decoración minimalista: Kind of Blue amuebla el momento que vives. Es prácticamente lo único que oigo hasta que llega el día de la entrevista.

¡La entrevista! Intento romper el guión pero no hay manera. El tipo siempre vuelve a su discurso narcisista. Oigo las respuestas previsibles a las preguntas obvias. Cosecho dos o tres anécdotas que suenan graciosas. Cuando apago la grabadora, pienso: "bueno, algo sacaré de aquí". Sin embargo, me incomoda calcular que habré perdido una semana de mi vida en un empeño tan banal. ¿Quién decidió que un encuentro de una hora permitiría mirar en el alma de un desconocido que vende millones de discos?

Así que vuelvo al hotel y pongo Kind of Blue nuevamente. De alguna manera, me recompone, me descontamina, me aleja de tontitos mientras me traslada a un tiempo de titanes: se hizo en dos sesiones, dos días de 1959. Miles, Cannonball, Coltrane, Evans, Cobb, Chambers (y Wynton, no olvidemos a Wynton en 'Freddie Freeloader') creando en la cuerda floja, latidos sincronizados, milagro de la voluntad davisiana. Por música como esta, vale la pena soportar algunas indignidades.