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'En realidad, nunca estuviste aquí', un chute de obra maestra servido por Lynne Ramsay y Joaquin Phoenix

  • Se estrena la película ganadora de los premios de interpretación y guion en Cannes
  • Un thriller alucinado sobre un mercenario al rescate de una preadolescente
  • RTVE.es entrevista a la cineasta británica

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Ekaterina Samsonov y Joaquin Phoenix en 'En realidad, nunca estuviste aquí'.
Ekaterina Samsonov y Joaquin Phoenix en 'En realidad, nunca estuviste aquí'.

Ganar el premio a mejor guion y mejor actor en el Festival de Cannes es un sueño para cualquier producción, pero sabe a poco para, tal vez, la película del año. En realidad, nunca estuviste aquí, un thriller fuera de todo marco de género, acompaña en Nueva York a un turbulento mercenario (Joaquin Phoenix) en uno de los ejercicios de estilo más salvajes de los últimos años. El 24 de noviembre se estrena en España.

La responsable es la cineasta escocesa Lynne Ramsay (Tenemos que hablar de Kevin). Basada en un breve relato de Jonathan Ames, En realidad, nunca estuviste aquí retrata un exmarine encargado del rescate de una niña secuestrada (Ekaterina Samsonov) que no es capaz ni de oler la trama en la que se involucra.

“Me fascinó el personaje, es casi como humor negro: parece que se va a suicidar cada día, es alguien que camina dormido por la vida, está supertraumatizado y es violento. Nunca se sabe lo que va a hacer”, explica Ramsey en una entrevista para RTVE.es en el pasado Festival de San Sebastián.

Se ha asociado a la película de Ramsay con Taxi Driver (1976) y Driver (2011). Y es cierto que comparte con la primera atmósfera alucinada, protagonista inexplicable, sordidez en la trama y preadolescente torturada. Pero Ramsey cita precisamente Driver como la antítesis de sus pretensiones.

“No es Ryan Gosling y su look supercool, sino lo opuesto. La idea era sacar todos los clichés del personaje en el libro, sin menospreciar a Jonathan Ames que es un gran escritor, pero el relato tenía algo de la naturaleza de James Bond. Y buscábamos el fracaso, no el tipo invencible y también no glamourizar la violencia ”, subraya.

La composición del antihéroe es brutal. Directora y actor vertieron todo lo que un personaje puede contener sobre las anchas espaldas interpretativa de Phoenix: demencia, drogadicción, traumas familiares, algo de empatía... “Escribí la película con la foto de Joaquin en el ordenador, hablamos mucho y siempre pensábamos en un modo original y emocional de mostrarlo todo. Cuestionábamos todos lo que hacíamos. Le siento como un hermano de otra madre”.

La herencia de la violencia

La furia del personaje remite en fulgurantes flashbacks a su infancia: cada vez que emplea la violencia, está matando al padre maltratador. ¿Es la herencia invisible de la violencia el principal tema de la película?

“Sí, pienso que sí. Es sobre un mundo violento y también sobre este personaje masculino violento. Toda la violencia de su familia está concentrada en su cabeza. Así que, sí: supongo que estoy interesada en eso porque, como cineastas, estamos conectados con el interior de sus personajes. Pero es cosa vuestra analizarlo”.

En una entrevista, Phoenix dijo que aceptó el papel porque Ramsay “es una de las pocas personas a las que se puede llamar ‘artista’”. Y no le falló el olfato. La cineasta se lleva por delante las convenciones narrativas en una película profundamente disonante, pero llena de energía, más cerca del cine experimental de los años 20 que del homogéneo panorama actual.

Siempre me he sentido como una estudiante de cine intento esforzarme cada día. Me siento libre, pero en el rodaje había algo enérgico: la fuerza de Joaquín, los cineastas con los que me reuní en Nueva York. Me sentí muy libre”.

La versión que presentó en Cannes ha sido afinada. “Tratábamos de romper algo con este viaje loco. La música de Jonny Greenwood (Radiohead) va derrumbándose y volviéndose a unir, como las cicatrices del personaje. Fuimos muy rápido para presentarla en Cannes y algo de esa tensión, de velocidad y de locura se traspasó a la película. Y atrapa algo”, reconoce.

Como si tuviera el síndrome del pintor que no sabe cuándo ha finalizado el cuadro, Ramsay ha ensayado hasta el límite con el sonido y montaje hasta demostrar, una vez más, que en el cine no todo está visto.