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La Seminci revisa la vigencia de la familia

  • El japonés Yoji Yamada presenta Maravillosa familia de Tokio
  • Paolo Virzi compite con Locas de alegría y Anna Muylaert con Madre solo hay una

Por
FESTIVAL DE CINE DE VALLADOLID
La cineasta brasileña Anna Muylaert, durante la presentación de 'Madre solo hay una'.

Las tres películas proyectadas este jueves a concurso dentro de la 61ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), procedentes de latitudes tan distantes como Japón, Brasil e Italia, han hecho hoy una revisión del concepto de la familia a la luz de este tiempo, su vigencia y transfiguración.

Geografías y filmografías tan dispares han coincidido en la necesaria actualización de la familia como núcleo primigenio de las relaciones humanas, pese a tratarse de directores consagrados como Yoji Yamada (Wa tsuraiyo/Maravillosa familia de Tokio), veteranos como Paolo Virzi (La pazza gioia/Locas de alegría) y la reciente Anna Muylaert (Mae so ha una/Madre solo hay una).

Recurrente a lo largo de su trayectoria, Muylaert (Sao Paulo, 1964) ha regresado al estereotipo de la madre en su tercer largometraje para situar el dilema de identidades que amenaza con devorar a Pierre, el joven protagonista de la cinta, inmerso en un debate entre la sexualidad masculina y femenina cuando le informan de que ha sido un bebé robado.

"La figura de la madre es muy rica porque es de las primeras personas que en la vida nos aportan el lenguaje y la educación, por eso regreso a ella una y otra vez", ha admitido Muylaert durante una comparecencia ante los medios informativos después de la proyección de su filme, muy bien acogido por la crítica y público asistentes.

El relato parte de un hecho real que ocurrió en Brasil hace veinte años y conmocionó a la opinión pública, "pero el robo del bebé es solo el punto de partida" de una ficción "más centrada en el descubrimiento de las identidades", ha puntualizado esta autora que el año pasado estrenó Una segunda madre (2015).

La película "cuestiona e incluso rompe etiquetas" como ocurre con Pierre (Daniel Botelho), quien refrenda su vínculo afectivo con la madre que le robó en lugar de la biológica y a pesar de los esfuerzos de ésta por recuperar el tiempo perdido. La ambigüedad sexual también ocupa buena parte del metraje como un signo o un rasgo característico de los adolescentes brasileños, que la directora ha incluido de forma premeditada para acentuar la contemporaneidad y tratar de interesar a los más jóvenes.

La figura del hijo

De la figura de la madres a la del hijo, de los bebés robados a los adoptados, Paolo Virzi (Livorno, 1964) ha presentado en Valladolid Locas de alegría, cuya proyección estaba prevista para mañana pero que al final ha sustituido a Sufat chol (Tormenta de arena), de la israelí Elitre Zexer, al no haber llegado a tiempo esta copia, según ha explicado y excusado el director de la Seminci, Javier Angulo.

Donatella y Beatrice, encarnada ésta por una más que brillante Valeria Bruni-Tedeschi, coinciden en una clínica psiquiátrica a la que han llegado desde un trastorno de personalidad, la primera, y el doloroso enigma que representa la pérdida de un hijo dado en adopción obligatoria por su inadecuada vida, la segunda.

Emociones, sentimientos y humor predominan dentro de una trama, a caballo entre el drama y la comedia, que Paolo Virzi desarrolla al tolerar, como realizador pero también guionista, la escapada de ambas del sanatorio mental en un trepidante viaje de búsquedas que culmina con un resultado desigual.

La familia tokiota

La otra pata de esta trébede temática sobre la familia es un divorcio muy peculiar, el que propone en Maravillosa familia de Tokio Yoji Yamada, ganador en 2013 de la Espiga de Oro, máximo galardón de la Seminci, con la adaptación actualizada del clásico de Yasujiro Ozu Cuentos de Tokio.

En esta ocasión, el director de El ocaso del samurái, en clave de comedia a la usanza televisiva norteamericana, analiza el divorcio en un matrimonio de edad que finalmente revierte tras la inesperada mediación de una joven ajena a la familia, la prometida de uno de los hijos de la pareja de ancianos.

Yamada avisa sobre la fragilidad del matrimonio en las parejas longevas, atacadas por el virus de la desidia, desatención y rutina, y explora la genética de la familia al sugerir esa condición incluso para personas lejos de los lazos de sangre.