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'Así que pasen cinco años': magia y miedo en la joya de Lorca

  • El texto, enigmático y surrealista, forma parte del "teatro imposible" de Lorca
  • Es una reflexión sobre cómo el ser humano vive atrapado por el tiempo
  • Ricardo Iniesta vuelve a dirigir la pieza 30 años después de su primera versión
  • Producida por el CDN y Atalaya, estará en el Valle-Inclán hasta el 15 de mayo

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Una escena de Así que pasen cinco años, dirigida por Ricardo Iniesta, en el Teatro Valle-Inclán de Madrid.
Una escena de 'Así que pasen cinco años', dirigida por Ricardo Iniesta, en el Teatro Valle-Inclán de Madrid.

El paso de los años asusta; la espera, sin embargo, frustra. Así que pasen cinco años, una de las joyas que Federico García Lorca dejó para la posteridad, ha vuelto a las tablas gracias al Centro Dramático Nacional y la compañía Atalaya para recordarnos cómo el ser humano vive atrapado por el tiempo y por sus grandes obsesiones -la muerte y el amor-.

El texto, enigmático e influido profundamente por el surrealismo, forma parte, junto a piezas como El Público, de lo que el poeta granadino denominó su "teatro de lo imposible", consciente de lo difícil que podía ser representarlo. Ricardo Iniesta, que vuelve a dirigir esta obra tres décadas después de que Atalaya estrenase su primera versión, ha retomado el reto de acercar al público el complejo universo lorquiano.

En Así que pasen cinco años, que puede verse en el Teatro Valle-Inclán de Madrid hasta el 15 de mayo, las escenas se suceden sin una clara lógica narrativa o temporal. Muchas de ellas son retazos, estampas oníricas. Y a la confusa mezcla de realidad y sueño, se suma un lenguaje con gran carga simbólica y poética. Sin embargo, lo que se nos muestra es que no siempre hace falta seguir el relato para emocionarse con él.

Iniesta lo tiene claro: "Es la obra con más magia y calidad poética de todo el teatro español" y subraya que sigue siendo un misterio cómo sus palabras perduran y quedan "rebotadas" en el cerebro.

La representación cuenta la historia de un Joven -nadie tiene nombre- que espera cinco años para ver y casarse con su Novia. Cuando el momento llega, ella lo rechaza. El protagonista vuelve entonces a la Mecanógrafa -enamorada de él años atrás- pero esta también decide hacerle esperar otro lustro.

"Yo no quiero que me entierren"

La leyenda del tiempo, subtítulo de la pieza, remarca la importancia del tema. El tiempo que se acaba -la muerte sobrevuela toda la función-; el pasado y los recuerdos; lo exasperante que es esperar... Los personajes, además, se debaten sobre cómo es mejor enfrentarse a la vida. ¿Aguardar a los acontecimientos? ¿Vivir cada momento? ¿Refugiarse en la nostalgia?

El miedo a envejecer (y con ello a morir) o el amor frustrado son algunos de los tormentos de los protagonistas. La obra es oscura, trágica e incluso perturbadora. Destaca un pequeño fragmento inconexo en el que conversan un Niño y una Gata que han muerto hace pocas horas. El terror que ambos seres respiran y la súplica del muchacho estremecen: "Yo no quiero que me entierren", grita.

María Sanz y Carmen Gallardo en Así que pasen cinco años.
María Sanz y Carmen Gallardo en Así que pasen cinco años.

María Sanz y Carmen Gallardo en Así que pasen cinco años. David Ruano

El texto es en sí mismo inquietante pero quizás lo sea más todavía si indagamos en las casualidades que la rodean. Lorca finaliza el texto en 1931, a la vuelta de su viaje a Nueva York, y justamente cinco años después es asesinado. "Cinco años...día a día...", reza uno de los pasajes. El triste presagio no acaba ahí. Uno de los personajes llega a sentenciar: "dentro de cinco años existe un pozo en el que caeremos todos". En el verano de 1936 estalla la Guerra Civil española.

A pesar de lo amargo de algunos pasajes, también destaca la ironía con la que el poeta aborda el concepto del amor tradicional. Los personajes femeninos se rebelan contra lo establecido, como la Novia que rechaza al Joven y huye desafiante con el Jugador de rugby.

Escaleras y espejos

Una de las partes fundamentales de la versión, y que resulta necesaria para que el espectador pueda entrar en el mundo onírico dibujado por Lorca, es la escenografía y la puesta en escena. La propuesta original ya recoge la presencia de todo tipo de personajes simbólicos -máscaras, arlequines y hasta un maniquí-, y por ello, Iniesta introduce muy pocos referentes 'reales'.

Escaleras, espejos y telas. El director reconoce que a la hora de diseñar su escenario intentó crear imágenes que conecten con el inconsciente del espectador. Consigue recrear una atmósfera tenebrosa y plasma bien sobre las tablas los interrogantes y misterios que sugiere la obra, influenciada por Freud y el psicoanálisis.

Así, la función -gracias también a una trabajada e intensa interpretación- resulta muy plástica.

Raúl Sirio y Elena Amada en una escena de 'Así que pasen cinco años'
Raúl Sirio y Elena Amada en una escena de 'Así que pasen cin

Raúl Sirio y Elena Amada en una escena de 'Así que pasen cinco años' David Ruano

Han pasado casi 85 años desde que el poeta granadino escribió Así que pasen cinco años. El propio Lorca estaba convencido de que era necesario que pasase cierto tiempo para que fuese asimilada. Hoy, sigue siendo vanguardia y cuando acaba, una frase -de esas que quedan rebotadas en el cerebro- hace retumbar el teatro: "No hay que esperar. Hay que vivir".