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Monti esquiva el acoso a España y se erige como el hombre de consenso entre Merkel y Hollande

  • 'Il professore' recibe halagos internacionales por su gestión de la crisis
  • Quiere erigirse en el mediador entre las diferencias de París y Berlín
  • Tras el impulso inicial, sus reformas están estancadas o han sido rebajadas
  • El crecimiento se hunde y arrecian las críticas a la sobredosis impositiva

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Monti, junto a Rajoy y el primer ministro esloveno, en la cumbre de la OTAN de Chicago.
Monti, junto a Rajoy y el primer ministro esloveno, en la cumbre de la OTAN de Chicago.

El pasado miércoles el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llamó por teléfono al primer ministro italiano, Mario Monti, para conocer su opinión sobre el crecimiento en la eurozona mientras los expertos del Fondo Monetario Internacional proclamaban que las reformas del primer ministro italiano eran un ejemplo para Europa.

Dos días después, Monti acudía a la cumbre del G-8 donde se sentaba a la mesa con los líderes mundiales para abordar los problemas de la zona euro como una voz más. Incluso se permitió llevar una propuesta para garantizar los depósitos de los bancos,  según informó el Corriere della Sera.

Luego, entrevistado en la CNN por el prestigioso analista Fareed Zakaria, se colocaba a sí mismo -en perfecto inglés- como el "puente" entre las visiones alemanas y francesas de una estrategia de crecimiento y defendía las políticas expansivas de la demanda en inversiones productivas pero sin saltarse los principios de estabilidad presupuestaria.

Más aún, se permitía incluso convocar una cumbre con la canciller alemana, Ángela Merkel, y el presidente francés, Françoise Hollande, en Roma para resolver las previsibles diferencias que mostrarán en la cena informal de este miércoles.

Por último, y como gesto de buena voluntad tras la foto de familia de los líderes de la OTAN en la cumbre de Chicago, invitaba también al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a participar en el encuentro.

Trayectorias opuestas

Rajoy, por su parte había vivido una semana muy diferente: La bolsa española alcanzaba niveles de 2003 mientras la prima de riesgo tocaba los 500 puntos y Bankia se hundía ante los temores a una retirada masiva de depósitos, poniendo a España en el foco de los medios internacionales como el principal riesgo para la economía europea y mundial entre rumores de una salida de Grecia de la unión monetaria.

En un gesto significativo, se dirigía al Banco Central Europeo y le pedía que defendiese el euro y la sostenibilidad de la deudaconsciente de los delicados equilibrios del sistema financiero español, sometido a una presión incensante de los mercados pese a la nueva reforma financiera.

Monti y Rajoy son para los medios internacionales las dos caras de la crisis de deuda: elogiado por su liderazgo europeo uno, acosado por los mercados el otro.

Y, sin embargo, ni las previsiones económicas ni el balance legislativo ni los apoyos políticos de Rajoy y Monti justifican ese trato diferente, antes al contrario.

Por ejemplo, en el último trimestre la economía italiana se desplomó el doble que la española -un 0,8% frente a un 0,4%-, Italia tiene estancada en el Senado una reforma laboral que ya ha sido rebajada, mientras España ya aprobó la suya en enero, y el presidente español goza de una cómoda mayoría absoluta mientras Monti depende del voto interesado de los partidos de centro-izquierda y centro-derecha, que modulan sus apoyos en función de sus intereses electorales.

Reformas en el alero

'Il professore' se ganó el prestigio internacional al aprobar un ambicioso programa de reformas 'exprés' el pasado mes de diciembre, sin apenas resistencia de los partidos, con recortes valorados en 30.000 millones de euros y reformas estructurales como la subida de la edad de jubilación.

La popularidad de Monti se disparó ante una clase política desprestigiada y cuyo mayor símbolo era el primer ministro caído por obra y gracia de los mercados -y no de sus escándalos- Silvio Berlusconi.

Pero al cálido recibimiento de su reforma de las pensiones no le ha seguido el de su llamado 'paquete de crecimiento', sintetizado en la liberalización del sector servicios y la reforma laboral, que tras ser presentada en Consejo de Ministros a finales de marzo solo a partir de este miércoles comienza el debate en el Senado.

Todo tras largas negociaciones que le han obligado a rebajar elementos clave para conseguir el apoyo del Partido Democrático (de centro-izquierda) como permitir a las empresas despedir a los trabajadores por motivos económicos sin que el juez ordenase la readmisión.

En un editorial el pasado mes de abril The Wall Street Journal denunciaba la marcha atrás en un editorial titulado "Rendición al estilo italiano".

Por su parte, la patronal Confindustria calificó de "muy mala" la modificación de este artículo y denunció que no ayudaría a conseguir crear empleos.

Pero en realidad la reforma laboral se ha convertido para algunos analistas y medios de comunicación en el mejor ejemplo de cierto fracaso del gobierno Monti en llevar a cabo las reformas radicales que a su juicio necesita el país una vez que se han relajado un poco las condiciones extremas en las que accedió al poder.

"La cuestión no es si el país está preparado, porque ya ha demostrado que lo está, sino si el gobierno lo está, porque las reformas no han estado a la altura de las expectativas", ha añadido también a Reuters Alberto Mingardi, director del think-tank Bruno Leoni.

"Monti ya no tiene coartada. Necesita hacer unas pocas cosas, pero hacerlas inmediatamente", concluía en un editorial reciente el periódico económico Il Sore-24 Ore.

El escepticismo hacia la labor de Monti llega ya incluso desde el propio entorno académico del que él formaba parte.

En un duro artículo publicado en el Corriere della Sera, Alberto Alesina, profesor de la Universidad de Harvard, y Francesco Giovazzi, antiguo colaborador de Monti en Bocconi, criticaron el balance de su gobierno en la reducción de gastos y advertía de que era "la única carta que puede jugar" para mejorar las perspectivas económicas del país.

Más recortes con peligro electoral

Según el ex ministro de Economía, Giulio Tremonti, la base del ajuste de 30.000 millones del pasado mes de diciembre ha sido "una cascada de impuestos" que ha tenido como efecto una fuerte contracción de la economía al caer la demanda interna,  con un recorte del PIB del 0,8% que agudiza la recesión del país.

Monti le respondió diciendo que su política fiscal se debe a las "elecciones equivocadas" del pasado, citando la eliminación del impuesto sobre las primeras viviendas realizada por Berlusconi, que a su juicio dejó las finanzas públicas en un estado "extremadamente precario".

Con todo, ahora el principal reto para Monti es reducir el déficit por la parte de los gastos y para ello ha nombrado a Enrico Bondi, un reconocido directivo que fue capaz de reestructurar el grupo Parmalat, para hacer una profunda revisión del gasto público, identificando hasta 80.000 millones de euros de posibles recortes a corto plazo.

El recorte de las cuentas públicas aprobado para este año es de 4.200 millones de euros, una cifra muy por debajo a la que tiene que hacer frente el gobierno español.

Y, sin embargo, la tramitación de estos recortes no será un camino de rosas, ya que mientras el Partido Democrático ha pedido que no se toque ni educación ni sanidad, el centro-derecha de Berlusconi está en contra de más impuestos y recortes en gasto de seguridad y militar.

En ambos lados del arco parlamentario se sabe que las elecciones legislativas se acercan -están previstas para la primavera de 2013- y necesitan volver a recuperar la confianza de un electorado que le está dando la espalda, tal y como demuestran los resultados de los comicios municipales, donde opciones antipolíticas como la del cómico Beppe Grillo se ha hecho con importantes alcaldías como la de Parma.

"La impresión es que Monti está más aislado. Tras haber estado protegido de la disputa partidista, ahora se arriesga a convertirse en su objetivo", señalaba a Reuters el comentarista político del Corriere della Sera Massimo Franco.

Embajador europeo

Pero si en las arenas movedizas de la política nacional, Monti, antiguo comisario europeo que no ha pasado ni pretende pasar por el examen de las urnas, se mueve con dificultad, fuera de Italia se ha convertido en su gran activo para colocarse detrás de España dentro del 'efecto dominó' de la crisis de deuda.

Mientras Monti se estrenó con sus 30.000 millones de recorte al asumir el poder el gobierno de Rajoy detectó un déficit oculto de un 2,5%, lo que hizo casi imposible cumplir los objetivos del Pacto de Estabilidad.

Como el presidente español, Monti era consciente de que su país tampoco cumpliría el compromiso de llegar a la meta propuesta de déficit en 2013, pero esperó a que la Comisión Europea llegase a esa conclusión en la publicación de las previsiones de primavera.

Rajoy, sin embargo, se descolgó anunciando que España no cumpliría con lo comprometido tras una cumbre europea, sorprendiendo a sus socios e indignando a la Comisión.

Consciente de que el foco se desplazaba al país vecino, Monti no dudó semanas después en asegurar que España "está dando motivos de preocupación", aunque luego se retractaría de sus palabras.

Poco después, se alineaba claramente con los partidarios del crecimiento cuando la victoria de Hollande en Francia se hacía más probable y decía en un debate con líderes europeos en el Instuto Europeo de Florencia que Alemania terminaría aceptando los eurobonos "tarde o temprano".

Consciente de las sensibilidades de Bruselas ante las injerencias nacionales, le espetaba al comisario de Economía, Olli Rehn: "Pido a la Comisión a que tome un papel más activo en la agenda de crecimiento".

"A primera vista, parece imposible que el destino de la economía mundial  descanse en las manos de Mario Monti", señalaba la revista Time para a continuación calificarle como el hombre más importante de Europa el pasado mes de febrero.

Tres meses después, el interés de la deuda italiana está de nuevo por encima del 5% y la prima de riesgo superior a los 400 puntos. Eso sí, unos 50 puntos por debajo de la prima española.