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Una víctima de violencia de género: "Hay que denunciar en cuanto te levante la mano"

  • Carla denunció a su marido tras 30 años de maltratos
  • "No sé si confundía el amor con el miedo que le tenía"
  • Elogia el trabajo de las agentes de la Policía Local encargadas de su protección
  • Mariola y Amparo protegen y asisten a 52 víctimas cuando no están patrullando

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Carla (nombre ficticio) aguantó 30 años de insultos, tirones de pelo, patadas y palizas. Su marido llevaba agrediéndola los mismos años que llevaban casados.

Esta víctima de violencia de género anima a las mujeres que estén en su situación a denunciar para acabar con todo el sufrimiento y recuperar su vida. "En el momento en el que te levanten la mano o te den el menor empujón tienes que estar ahí como una loba y luchar y denunciar.  Nunca se va a sentir sola porque ahora hay muchos recursos para nosotras. Te sientes sola cuando sufres en silencio que es lo que te está ocurriendo", sentencia.

"Hasta que no denuncié nadie se enteró de lo que me pasaba. Podían intuirlo, pero nunca dije nada ni nadie me dijo nunca nada a mí. Salíamos juntos con más gente y yo notaba que si yo reía, malo, y si estaba seria, era una amargada, pero hasta que no llegábamos a casa él no hacía ni decía nada", cuenta Carla a RTVE.es.

"Es una liberación total. Aún voy con miedo por la calle, aunque sé que no me lo voy a encontrar porque sigue en prisión", confiesa. "Las cosas han cambiado mucho desde hace 30 años. Ahora no le dejan salir de la cárcel porque en las revisiones de pena no reconoce que es un maltratador", comenta.

"Me decía que sin él no iba a saber respirar y sigo respirando"

"Yo creo que estoy todavía enamorada, no lo sé. No sé si confundo el haberlo querido con el miedo que yo le tenía", cuenta. "El corazón me puede más que la cabeza y ese ha sido mi error. Pero eso lo sé ahora", explica Carla, que ahora disfruta de sus dos hijos y sus dos nietas.

"Él me decía que sin él yo no podía vivir, que yo era un cero a la izquierda, que sin él no iba a poder ni respirar. Hace tres años de esto y yo sigo respirando. Ahora me gusta la vida y disfruto de todo lo que me ofrece y que antes no veía". Así explica esta víctima de violencia de género cómo se siente tres años después de haber denunciado a su ahora ex marido, que desde el momento de la denuncia está en prisión.

Dice, sin embargo, no se siente valiente ni ejemplo para nadie. "No me considero valiente, si lo fuera le habría dejado a los 15 días de casarnos", sentencia.

"Mis hijos podrían reprocharme haber aguantado tanto"

"Antes de denunciar nada, decidí que me quería separar y fui al centro de la mujer para informarme de qué era lo que tenía que hacer. Allí llegué sabiendo que mi marido tenía una gran cantidad de deudas y me di cuenta de que, sin trabajar como estaba en aquel momento, no tenía nada de dinero. Eso también te retiene", apunta. "Yo ya no podía seguir aguantando esa situación.  Llegaba a mi casa pensando 'a ver qué es lo que me espera'", recuerda.

El fin de la pesadilla empezó para Carla hace tres años después de una siesta. El que fuera su marido se levantó una tarde pidiendo dinero para beber, uno de sus vicios, aunque, dice Carla, "era malo también cuando no bebía". "Yo no tenía dinero, así que empezó...".

Ese día, después de una terrible paliza, Carla denunció a su marido ante los policías que fueron a su casa para detenerle. El juicio fue rápido y su marido no ha salido todavía de prisión. "De hecho entró cuando le detuvieron y desde entonces sigue allí", explica Carla, que reconoce que aún siente "un pánico grande" cuando piensa en el día en el que su agresor salga de la cárcel.

Aún tiene un sentimiento de culpa residual por sus hijos, de los que se siente "muy orgullosa" porque ambos han sabido resolver bien su vida con sus parejas. "Podrían reprocharme el haber aguantado tanto", dice emocionada.

"Es fácil que luego retiren la denuncia"

En este sentido, este miércoles se ha sabido que desde 2007 ha aumentado un 46% el número de víctimas que ha renunciado a continuar con el proceso judicial después de haber puesto la denuncia. Según se desprende de las estadísticas publicadas por el Observatorio de la Violencia Doméstica y de Género, si en 2007 2.735 mujeres renunciaron a seguir adelante con la denuncia, en 2010 han sido 4.004.

Carla está "convencida" de que en la mayor parte de los casos esto ocurre por el miedo que tienen las víctimas a encararse con su agresor y por eso agradece el trato que recibió de las agentes de policía encargados de su protección. "Gracias a que ellas se implicaron y lucharon por mí, pude declarar por videoconferencia, si hubiera tenido que verle la cara no sé qué habría hecho", explica Carla.

No se cansa de elogiar a las agentes de la Policía Local Mariola Gómez y Amparo Polo por su implicación en el caso, "que hace mucho para que una se sienta segura", dice. Ellas fueron las encargadas de acompañar a Carla  desde que decidió denunciar hasta que terminó el juicio y todavía hoy  mantienen una relación muy estrecha.

Tanto las agentes como Carla insisten en que para poder proteger a una víctima es necesaria una denuncia, aunque, una vez puesto el caso en manos del juezes él quien decide si pone o no una orden de alejamiento o si ingresa o no en prisión el agresor. Las policías sí reconocen que "es fácil que las víctimas retiren la  denuncia o se echen para atrás por miedo".

Dos ángeles de la guarda 'todoterreno'

Mariola y Amparo son dos policías locales vocacionales que desempeñan su turno lo mejor que saben en la localidad manchega de Puertollano, haciendo lo que toque cada día. Sin embargo, y fuera de su horario laboral, se convierten en la sombra, los ángeles de la guarda, de más de 50 mujeres maltratadas.

Según explica el inspector Jefe de la Policía de Puertollano, Pedro Rodríguez Torrico, gracias a un convenio con la subdelegación del Gobierno, la Policía Local de Puertollano se hace cargo de las mujeres que, después de haber presentado denuncia, se encuentran en riesgo medio y bajo (el riesgo depende de si el agresor se ha vuelto a acercar a ellas, las ha llamado, ha interrogado a la familia...). 

"Llevo casi cinco años en el puesto y siempre he tenido muchas inquietudes y una de ellas ha sido la lucha contra la violencia de género. Después de mucho trabajar y de ofrecer nuestro apoyo a la Policía Nacional, hoy podemos decir que la unidad de la lucha contra la violencia de género de la Policía Local de Puertollano trabaja a niveles que no se consiguen en comisarías con más recursos", cuenta Rodríguez.

"Además de hacer su trabajo diario, Mariola y Amparo se multiplican para poder trabajar en esto y pasan aquí muchas más horas de las que pasa cualquier funcionario. Algo que, desgraciadamente no se les puede pagar ni en tiempo ni en dinero", lamenta Pedro Rodríguez.

Su implicación va más allá de lo profesional y en esto coinciden tanto el superior de ambas como algunas de las víctimas. Ellas mismas reconocen que muchas veces han conseguido cosas "gracias a informes, informes y más informes" con los que han convencido al juez de que pusiera una orden de alejamiento, o de la necesidad, incluso, de que "desterrara" a un maltratador de Puertollano. "Algo que no había ocurrido nunca", dice Mariola.

"Pegadas al teléfono móvil" por amor al arte

Las dos agentes viven "pegadas a un teléfono móvil" para que cualquiera de estas mujeres avise de cualquier situación anormal (una llamada, una carta o una visita del agresor) o simplemente las llame para recuperar la calma cuando vuelven a sentir miedo.

Además de la atención telefónica, matiza Mariola, "nos encargamos de su protección, con la ayuda de las patrullas de la Policía Local. Si hay algún evento, incluido el juicio, en el que vaya a haber una aproximación forzosa del agresor a la víctima, nosotras tenemos que ir con ella".

"El año pasado tuvimos que ir a una comunión con una de las mujeres porque se iba a encontrar en la iglesia con el padre de su hijo", cuenta la agente.

"También nos avisan desde la prisión si el agresor sale de permiso, para que podamos alertar a la víctima y estar más pendientes de ella", añade Amparo.

No obstante y, a pesar de que este trabajo 'extra' no está pagado, ambas destacan que les encanta trabajar en la lucha contra la violencia de género y que tampoco están dispuestas a dejar su turno en la Policía Local. "Es un trabajo muy complicado, pero es muy bonito", señalan.