Comenzamos la semana hablando
de otro volcán, en este caso
el volcán de Fuego, en Guatemala,
que ha sufrido en los últimos días
espectaculares explosiones
en su cima.
Las columnas eruptivas alcanzaron
los 10.000 metros de altura,
para posteriormente generar
grandes flujos piroclásticos
que se movieron a gran velocidad
sorprendiendo a numerosas
comunidades.
Hasta el momento se habla de más
de 25 víctimas
aunque las autoridades no se atreve
a dar una cifra concreta,
ya que hay desaparecidos
y el recuento no ha podido finaliza
por la actividad
del coloso guatemalteco.
Más de 1,7 millones de personas
están directamente afectadas
por esta erupción, una de las más
violentas de los últimos tiempos
en el país centroamericano,
mientras que se ha dado orden
de evacuación para al menos
3.000 personas
en las comunidades vecinas.
Otro volcán que está mostrando
claros signos de inestabilidad
es el Popocatepetl, en México,
que en estos días
también sufre importantes
explosiones en su cima.
La alerta en la montaña sigue
establecida en el nivel 2,
y se refuerzan los sistemas
de vigilancia
ante el incremento de actividad
en estas últimas fechas.
El Popo, junto al volcán de Colima,
es el más activo del país,
y suele dejar caídas de ceniza
en los pueblos colindantes,
acostumbrados ya a las explosiones
que se producen
en el que ellos conocen
popularmente como Don Goyo.
No se han declarado alertas
adicionales ni se han producido
evacuaciones, aunque se ha pedido
a los residentes que estén atentos
a los comunicados
de las autoridades.
Dejamos los volcanes y nos vamos
a hablar de inundaciones
en Maryland, en los EE.UU.
Concretamente nos vamos
a la ciudad de Elicotte,
que tiene el dudoso honor de haber
sufrido en los últimos tres años
dos inundaciones que se corresponde
con eventos que teóricamente
no se deberían producir más
que una vez cada mil años.
Las imágenes que llegan desde
la zona muestran los daños
provocados por la inmensa riada
que algunos residentes
han llegado a comparar con
un tsunami entrando en la ciudad.
Las autoridades han solicitado
ayuda federal y que se declare
el estado de catástrofe
en esta zona de Maryland.
Cientos de coches y decenas
de locales y viviendas
han resultado afectadas
por esta nueva riada.
Acaba de comenzar junio y con él
la temporada de huracanes,
y ya tenemos la primera tormenta
tropical del año, Alberto,
que ha dejado sus huellas
más claras en la isla de Cuba.
Con vientos de hasta 100 kmh,
ha dejado al menos
cuatro víctimas y daños millonarios
así como un desastre ambiental,
tras un vertido en una refinería
del país que deja daños graves.
Alberto dejó consigo también
un fuerte oleaje que se dejó sentir
en las zonas costeras cubanas,
donde casi la totalidad de la flota
del país permaneció en puerto.
Tras su paso por Cuba, Alberto
se debilitó llegando a tocar
la zona Sur de Florida.
En la isla caribeña miles
de personas fueron evacuadas
a zonas más seguras mientras
esperaban una mejora del tiempo
y además de todo lo anterior
dejó graves daños
en carreteras con puentes
estratégicos derribados
por la fuerza del agua.
Dejamos el continente americano
para ir hasta el Reino Unido
donde también vamos a hablar
de mal tiempo,
que ha dejado inundaciones
en Birmingham.
Allí las fuertes tormentas
descargaron con violencia
una gran cantidad de lluvia
que inutilizaron
multitud de carreteras
y vías locales.
La policía informó que en algunos
casos el nivel del agua
había alcanzado el metro y medio
de profundidad,
dejando aislados
a cientos de personas.
Los bomberos tuvieron que aplicarse
a fondo para dar cuenta
de todas las llamadas
de socorro recibidas.
Nos estamos acostumbrando a ver
fenómenos meteorológicos
muy desplazados de su zona
de acción habitual,
y para muestra un botón,
el que nos llega
en forma de ola de calor
desde Noruega,
que ha tenido el mes de mayo
más cálido de los últimos 100 años,
con una anomalía positiva de nada
menos que 4,2 grados
sobre la media para ese mes,
lo que deja claro
que el mes que acaba de terminar
ha sido extraordinario.
Muchos lugares del país han tenido
temperaturas superiores a los 20ºC
pero ahí no acaba todo,
porque la pasada semana
en zonas del oeste del país
se alcanzaron los 32ºC,
una temperatura más propia
de Andalucía
que de una región escandinava,
y todo ello en uno de los países
que más esfuerzos está haciendo
para combatir el cambio climático,
con restrictivas normas con respect
al uso de combustibles fósiles
y facilitando todas aquellas
actividades y usos
que impliquen a las renovables.
Volvemos a las lluvias torrenciales
pero en este caso con mayúsculas,
y curiosamente lo hacen en un país
que suele ser noticia
por su agresivo y caluroso clima,
como es Omán.
Hay que reconocer que sin embargo
Omán es un país
en el que suele llover de forma
torrencial varias veces al año,
viendo el agua correr
por los barrancos o wadis.
En esta ocasión las lluvias
que ha dejado Mekunu
rompen récord en muchas
zonas del país.
En algunas estaciones se han
llegado a recoger
hasta 620 litros-m2, lo que supera
en 6 veces lo que llueve
en todo un año en ciudades
como Muscat.
En muchos otros puntos se han
superado los 200 litros-m2
y esto ha provocado daños
muy graves en diversas localidades,
que hacía décadas que no escuchaban
cifras de semejante magnitud.
Pero si estamos hablando de calor,
entonces debemos ir a Pakistán,
que ya ha venido a este programa
aquejado de síntomas similares.
Una semana más las temperaturas
han llegado a superar los 50ºC,
e incluso han coqueteado con estas
cifras durante días seguidos.
Hasta 51,1ºC se han alcanzado
en la ciudad de Jacobabad
que no ha bajado de los 47ºC
en los últimos diez días,
o la ciudad de Sibi, que ha visto
como el mercurio ha superado
los 49ºC todos los días
de la semana pasada.
Las autoridades intentan ayudar
a la población a combatir
estas temperaturas extremas
ya en el mes de junio,
lo que augura desde luego un verano
muy complicado
en el que podrían verse
temperaturas cercanas a los 53ºC
en algunas zonas del país,
que sigue sufriendo cortes
en el suministro eléctrico
por la enorme demanda
de los equipos
de aire acondicionado.
Hay retos que el ser humano,
en su lucha por la supervivencia,
como cualquier otra especie,
debe ir solventado
para intentar que su calidad
de vida aumente paulatinamente.
El hombre ha conseguido logros
extraordinarios,
pero esas mismas hazañas
nos plantean colateralmente
amenazas que potencialmente
tienen la capacidad
de poner en peligro
nuestra forma de vida.
Una de esas grandes amenazas
es la desertificación.
Factores no sólo naturales,
sino relacionados directamente
con la acción humana están detrás
de este proceso que consiste
en la degradación de una tierra
fértil a una árida o semiárida,
y que puede incluir
varios elementos,
tanto climáticos como humanos.
Es hoy por hoy uno de los problemas
más alarmantes que nos encontramos
a nivel global, y por ello
cada 17 de junio desde 1994
se celebra el Día Internacional
contra la desertificación
y la sequía,
ratificado por la Asamblea General
de Naciones Unidas
y a la que se han sumado
193 paises.
Casi el 25% de la superficie
terrestre está ya afectada
por este proceso de difícil
solución,
unos 3600 millones de hectáreas,
que afectan directamente
a 1100 millones de personas.
Aunque muchas de las causas
se pueden atribuir
a procesos naturales, el hombre
está jugando un papel determinante
en su rápida extensión.
Nuestro desarrollo nos lleva a un
mayor consumo de materias primas,
a una necesidad cada vez mayor
de extender
nuestro radio de influencia.
Esta dependencia de los recursos
naturales nos lleva
a situaciones límite para
los ecosistemas que nos rodean.
Sobreexplotamos los acuíferos
para poder abastecernos de agua,
los recursos hídricos son
contaminados de diversas formas
y contribuimos inexorablemente al
aumento de salinidad de las aguas.
La agricultura extensiva nos
ha llevado a sustituir
ecosistemas enteros
por campos de cultivo,
necesarios para nuestra
supervivencia, pero causando
daños irreparables al suelo,
que se erosiona, degrada,
y acaba transformado
en un páramo desierto.
Igualmente provocamos incendios
forestales tan repetidos
que la tierra no es capaz
de regenerarse.
La pérdida de suelo influye en un
mayor impacto a nivel humano
de uno de los fenómenos más
terribles que puede sufrir
el ser humano por su duración.
La sequía.
Miles de millones de personas
están sometidos o amenazados
por este fenómeno que puede hacer
que durante años no caiga
una sola gota de agua arruinando
todo lo que abarca,
como el caso del Mar de Aral,
uno de los mejores ejemplos
de las aberrantes conductas
que en materia ambiental
puede tener el hombre.
Estos ejemplos, que son
sólo un botón de muestra
de una realidad cada vez
más extendida,
nos muestran claramente
la influencia
que estamos ejerciendo sobre
nuestro entorno.
Necesitamos más suelo para poder
cultivar, beber o habitar,
pero necesitamos más conciencia
para poder preservar
ese mismo suelo.
Mientras no comprendamos esta
extraña pero demoledora lógica,
la desertificación seguirá
su implacable paso,
ayudada más que nunca,
por las arenas del tiempo
que estamos perdiendo.
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