Lunes a viernes a las 16.30 horas
La furgoneta está a nombre de Gervasio García.
Está limpio. No tiene multas de tráfico.
-He sido yo. -¿Cómo dice?
-Yo he matado a ese hombre. -Vamos a ver a la inspectora
para explicarle que ha cambiado su declaración
y su hijo tiene que volver a Madrid. -No.
-Acaba de decirme que era él quien conducía. Usted es inocente.
-Lo que le he contado se lo he dicho bajo secreto profesional.
Se dice así, ¿verdad? -Ajá.
-No está autorizada a dar esta información en mi defensa.
Lo que he encontrado avala su testimonio,
así que solo le puedo ofrecer una buena defensa.
-¿Estás sugiriendo que sobornemos a un inspector de trabajo?
-Así debilitaríamos la imagen de empresario respetable
que se ha encargado de difundir con ese publirreportaje.
-No está nada mal, hijo, me parece buena idea,
aunque creo que no va a ser suficiente.
-Parece que mi investigación empieza a dar sus frutos.
-Muy bien, hijo. -Esta noticia es de hace un año.
-Me va a demostrar en qué bando está.
Matar a Fernando Quintero.
-A don Alejandro no se le dice que no.
Solo quiere saber el cómo y el cuándo.
Mira, oficial Lemos, más te vale ir mentalizándote.
Hasta luego.
-He visto a Iker Lemos hablando con un conocido sospechoso
esta misma mañana.
El hombre para el que trabaja.
Solo te transmito mis sospechas sobre Lemos.
Tenía ganas de verte y te he echado mucho de menos.
Sé que vas a pensar que tengo mucho morro,
que soy una egoísta y todo eso, pero es que no te quiero perder.
-Perdón, ¿la calle de Los Molinos? -Sí, es la paralela al mercado.
-Sí, si baja todo recto, se la encuentra.
-Gracias. -De nada.
-La verdad es que tenemos un hijo guapísimo.
-Lo pensaba. -Lo has hecho muy bien con él, Jesús.
-Me alegro mucho de verte.
-Quiero conocerle.
-Él también está deseando conocer a su madre.
No, no tengo hambre, no. Me desvelé y me hice un sándwich
y luego quise comerme una onza de chocolate
y empecé una, dos, tres y acabé con la tableta entera.
estaba amaneciendo.
Es lo que tiene el "jet lag".
No. -Buenos días.
¿Qué tal me quedan los pendientes?
Sí, es que tengo prisa, pero una tostada comeré
porque no sabéis lo que he extrañado las tostadas con tomate y aceite.
-¿Te han gustado los pendientes? No me podía imaginar
que esos pendientes te pudieran gustar.
-Claro, papá, me han encantado.
Bendecidas por un chamán.
A mí me encantaría ir a Méjico. Mira, dice Anthony Bourdain
que de allí salen los mejores chefs. De Puebla, exactamente.
Mira, él nació en Estados Unidos, pero sus padres son franceses
y dice que en los mejores restaurantes de Estados Unidos
siempre hay un chef de Puebla.
Si vas a un restaurante español por ejemplo a Alemania
y pides paella, no me lo quiero imaginar.
Y tú, papá, ¿has comido cosas ricas en Méjico?
¿Te acuerdas de algo? -La verdad es que el bufete del hotel
era de lo más normalito. Allí lo bonito son las playas.
Te puedes perder en un rincón mirando al mar y olvidarte de todo.
No he querido decir eso.
Olvidarte del estrés y las preocupaciones.
De hecho, os he echado mucho de menos.
Estaba todo el tiempo pensando: qué pena que no estuviéramos los tres.
Y eso me recuerda que llego tarde. Me lavo los dientes y me voy.
Le ha venido muy bien irse a París.
De todo se sale, pero bueno, ha demostrado una gran entereza.
Pensando que no se iba a valer por sí misma.
Con lo que ha aprendido, le saldrá trabajo en a saber dónde
y la perdemos de vista unos meses otra vez.
Yo también debería irme al centro de salud.
Si quieres que te diga la verdad, no me apetece nada.
Me metería en la cama ahora. No solo porque tengo sueño,
si no porque no me apetece trabajar.
Ojalá tengas razón. Además, me han puesto una guardia el primer día.
Bonita manera de empezar.
Ay, pobre, qué carita de bueno tiene. ¿Cómo se llama?
Espero que al perro de doña Clotilde no le haya pasado eso.
Si no, se llevaría un disgusto, la pobre.
Dice que lo dejó suelto, lo perdió de vista
y luego ya empezó a buscarlo y nada.
¿Qué pasa? ¿Que sabéis algo?
¿Para qué quieren tantos perros?
No veo yo muy fiero a este Luque.
Pero ¿cómo puede haber un desalmado que les haga eso?
Ya. Y has dicho que había dos opciones, ¿cuál es la otra?
No me lo puedo creer.
Pues ojalá al perro de doña Clotilde lo encontremos sano y salvo.
Ojalá tengáis suerte.
A ver, tortillita recién hecha por aquí.
-Muy bien. -Y otra que está a punto de salir.
-Si llegas a salir un segundo antes, ves a Olga atravesando la plaza.
Qué guapa ha vuelto de París. -La verdad es que sí.
-Voy a tener que ir una temporada allí,
a ver si vengo con el guapo subido y con tipazo.
-La veo supercambiada. -Sí.
-No sé, mucho más madura, más mujer, más segura de sí misma, no sé.
-Le ha venido muy bien irse una temporada de su casa.
Que bueno, Claudia y Antonio son muy buenos padres,
pero la tenían mimada, las cosas como son.
-Un poco. Aunque creo que lo que mejor le ha venido
ha sido cambiar de aires, ¿sabes? Salir del barrio.
La pobre lo pasó muy mal con Quico.
Monitor de día, ecoterrorista de noche, ¿te acuerdas?
-Calla, no me voy a acordar. Como para olvidarme.
-¡Huy, la tortilla! Voy, que se me quema.
-Buenas. -Hola, Jesús.
-Aquí te dejo el pedido, me lo pagas luego.
-Espera un minuto y te lo pago y si esperas dos,
te invito a un pincho y si esperas tres, te doy un beso.
-No me apetece el pincho, tengo prisa.
-Te va a matar el estrés. Siéntate, que te lo pongo.
-No, de verdad, me tengo que ir. Ya hablamos.
-En mi vida he visto más que en mi alma. ¿Será posible?
-¿Con quién hablas?
-Jesús, que ha venido a traerme el pedido y está rarísimo.
-¿Por?
-Hombre, le he dicho que le invitaba a un pincho
y me lo ha rechazado. -Mujer, no te ofendas,
pero tampoco se va a caer el mundo si alguien por primera vez
te rechaza un pincho de tortilla. -No estoy de cachondeo, es verdad.
-Lo que es verdad es que te montas unas películas en la cabeza...
Eres experta. -Que no, que no.
Que ha sido entrar y salir, casi ni me ha mirado a la cara.
-Bueno, mujer, llevaría prisa.
Hay veces que con los pedidos no dan abasto.
David me ha dicho que están pensando en contratar a un repartidor.
-No, Paty, una cosa es tener prisa y otra cosa es otra cosa.
Jolín, que ha entrado y, prácticamente, ni me ha mirado.
Y eso es raro en Jesús. Siempre tiene tiempo para un cariño,
yo qué sé. -María, de verdad, no te agobies.
Que serán movidas del curro, yo qué sé.
-¿Y si tiene que ver conmigo? -Vamos a ver, ¿no decías
que estabas maravillosamente bien y estabas encantada con él?
-Pues esa es la cosa, que si nos va tan estupendamente,
¿a qué viene esa actitud?
Me ha dejado casi con la palabra en la boca.
A lo mejor lo ha consultado con la almohada
y se arrepiente de volver conmigo.
-Bueno, de verdad, no te rayes más, por favor.
-Que no me rayo, Paty, que no me rayo,
pero lo puede haber pensado mejor y no estamos tan bien.
Que una cosa así le hice yo.
-Bueno, pues si tan segura estás de que tiene que ver contigo,
quedarte aquí rayándote la cabeza no te va a servir.
¿Por qué no vas y hablas con él, tranquilamente?
-Tampoco quiero agobiarlo. Va a pensar que soy una histérica.
-Agobiándole, no, pero María, conociéndote,
no te vas a quedar tranquila si no vas.
Ve, charla, sin agobios, sin presión
-Sí, hombre, a lo mejor no es mala idea.
Las parejas hablan. -Claro.
-Eso, si seguimos siendo pareja. -Vale.
Claro, ha rechazado tu pincho, entonces habéis roto.
-¡No estoy de cachondeo, Paty! Te lo tomas todo...
¡Ay! -Ay, venga.
Me voy a meter el pedido.
Rayada.
O sea que no me vas a dar la razón, ¿no?
-No. Yo he hecho lo correcto. -Has asustado tanto al hombre ese
que se ha quedado bloqueado. -Bueno, da igual.
Contestaba sí o no a cada pregunta y eso no fue suficiente
para conseguir la información que necesitábamos, ¿o no?
-Esta vez hemos tenido suerte. Era una investigación sencilla.
Pero no se le habla así a un posible testigo.
-¿Cómo así? ¿Tú eres mi profesor? -Oye, te estoy hablando en serio.
-Mira, Elías, paso de discutir. -Ya, porque sabes que tengo la razón.
-Mira, que de verdad, no quiero discutir más.
¿Quieres tener la razón? Tú ganas. -Yo gano cuando sepa qué te pasa.
Últimamente, estás muy desconcentrada.
-Ah, vale, ¿qué pasa? Que después de la lección
de cómo interrogar a un testigo, ahora me vienes a reclamar
de mi falta de concentración.
-Nacha, reconoce que no estás a lo que estás.
-¿Desde cuándo eres tú el que manda aquí?
-Desde que estás tan desconcentrada. Me estás dando una mañana de mierda.
Hombre, hola. -Hola.
-Se ha quedado una mañana preciosa, ¿eh?
-Sí. Voy a aprovechar que no tengo pacientes
para darme un paseo por el parque Lineal.
-Es un sitio precioso. Tú vas mucho a correr por allí.
-Pues no, no voy mucho a correr por allí
y tampoco hace una mañana bonita, sino de mierda. Lo acabas de decir.
-Va, Nacha. -Me voy. Tengo mucho por hacer.
Disfrute del paseo. -Gracias.
-¡Oye, Nacha! ¿Se puede saber qué te pasa?
-Que no me gusta que se metan en mi vida.
-Solo quería ayudar y con esa actitud no vas a arreglar nada.
-No quiero arreglar nada, Elías. Y tampoco te he pedido ayuda.
Quiero quedarme tranquila. -Y yo lo que quiero es
que estás concentrada. Cuando no lo estás, afectas a mi trabajo.
-Vaya mañana de mierda, de verdad.
-Muchas gracias, ¿eh?
Y descuide que cuando me lleguen los fresones, le aviso.
Hasta luego.
-Hola.
No te acostumbras a verme, ¿no? -David no está.
-¿Cómo que no está? Habíamos quedado en que le conocería hoy.
Has cambiado de idea.
-¿Te he dicho algo de que cambiaría de idea?
No, ha salido a hacer un par de recados. Enseguida vendrá.
-Me dijiste que él también me quería conocer a mí, ¿no?
-Sí, es cierto, lo único que no he tenido ocasión
de explicarle que ibas a venir justo hoy.
-Te arrepientes de haber llamado a Esther, ¿a que sí?
-Yo no he dicho eso. -No hace falta.
Estabais mejor sin mí. Preferirías que no hubiera venido.
-¡Marina, espera, espera!
Lo estás diciendo todo tú, pero entiéndelo.
Este tema es muy delicado. -Para mí tampoco es fácil.
-David y yo tenemos nuestra vida montada.
Necesito tiempo para sentarme con él, explicarle que has venido y...
-Lo entiendo. Y que no sea de sopetón.
-Exacto. Y que conste que no estoy en contra de que os conozcáis, ¿eh?
No sé, que quedéis y que habléis de lo que tengáis que hablar,
estáis en vuestro derecho. -¿Cómo crees que reaccionará?
-Sinceramente, no tengo la menor idea.
Y no es porque no haya dado vueltas al tema, ¿eh?
Pero, no sé, supongo que bien.
Al fin y al cabo, fue él quien insistió en buscarte.
-Estoy muy nerviosa. Desde que me llamó Esther,
he ensayado esta conversación 1000 veces.
Pero todo me suena falso,
es como tratar de justificar lo injustificable.
-Supongo que es un poco tarde para justificarse, sí.
-Estoy deseando conocerle, pero tengo pánico.
Si me mandara a la mierda, sería lo más normal.
He sido la peor madre del mundo. -Mira, yo así no te definiría.
Yo más bien diría que no has sido madre.
-Le he destrozado la vida, ¿verdad? Y a ti y a mí.
¿Qué le voy a decir? ¡Ay!
-No sé, ¿por qué no le dices simplemente eso?
Yo creo que, antes de disculparse,
uno tiene que admitir que ha hecho daño.
Creo que va a significar mucho para David
que admitas tus errores y que le pidas perdón.
-¿Me odia?
-No. David no odia a nadie. Tiene muy buen corazón.
Pero siente rabia, siente incomprensión,
pero es normal, nunca ha podido decirte lo que siente
y eso se va guardando, se enquista.
-Por favor, he sido tan egoísta. Perdóname tú también.
Todo el daño que te he hecho con lo buen hombre que eres.
-No. Por lo menos ahora estás aquí.
-No imagino lo que debes haber pasado.
Criándolo solo, educándolo, alimentándole.
Te admiro muchísimo
y te agradezco muchísimo que te hayas hecho cargo de nuestro hijo.
-Ya. -Perdóname, por favor.
-Va, Marina. Escúchame, escúchame.
Por lo menos has conseguido salir del pozo, ¿eh?
-Sí.
-Y estás aquí, intentando arreglar las cosas.
Marina, sé que has hecho un tremendo esfuerzo viniendo aquí.
Yo estoy seguro de que David te lo agradecerá. Ya verás.
Pero no llores. -Gracias.
-Hola. -Hola.
Ella es Marina, la madre de David.
-Ah, pues tienes un hijo precioso y muy salado.
La verdad es que es un encanto, el chaval.
-Gracias.
-Ella es María. Es una buena amiga. Es la dueña del bar de aquí al lado.
Es un local estupendo, La Parra, se llama.
-Encantada. -Encantada.
¿Le dirás a David que vendré esta noche? ¿A qué hora cerráis?
-A las nueve, pero estamos un rato más limpiando, ordenando.
-Perfecto. A esa hora estaré aquí. Adiós.
-Adiós. -Adiós.
(SUSPIRA) Lo sé.
Te había contado que Marina había muerto.
Es algo que le he dicho durante muchos años a todo el mundo,
incluso a David. Es una historia muy larga.
-Bueno, yo tengo todo el tiempo del mundo para escucharla.
A mí no me vais a encontrar. Yo no apuesto a esas cosas.
No sé, María.
¿Cómo le cuentas a un chiquillo que su madre era drogadicta
y que necesitaba más una dosis que estar con su hijo?
-Pues es un mal trago, sí. -Fue lo más fácil para mí
y creo que fue lo mejor para él.
Contarle que tuvo una madre buenísima
que tuvo un desgraciado accidente de coche y que murió sin sufrir.
Pero claro, para mantener una mentira así tienes
que explicárselo a todo el mundo.
-Ya, Jesús, pero yo no soy todo el mundo.
Me podías haber dicho la verdad. -Tienes razón y te pido perdón.
Pero María, quiero que sepas que si te oculté todo esto
no fue por falta de confianza ni nada de eso.
Para mí hacía muchos años que Marina estaba muerta.
Piensa que hacía casi 20 años que no sabía nada de ella.
Y además que, con la cantidad de adicciones que tenía,
pues lo más normal es que realmente estuviera muerta.
-Si yo te entiendo y, aparte, no soy quién para reprocharte nada.
Son cosas personales tuyas
y tú sabrás mejor que nadie cómo gestionarlas.
Y luego que estamos juntos, como quien dice, hace dos días.
-Ya. Gracias, de verdad. Gracias por entenderlo.
-¿Y cuándo decidiste contarle la verdad a David?
-Eh, no, no fui yo quien se lo contó. Lo descubrió él solo.
No sabes el shock. Pobre.
-Se enfadaría, supongo. -Ya te lo puedes imaginar.
Al principio, ni me dirigía la palabra,
así que nada, tuve que contárselo todo:
lo del abandono, lo de las drogas... Todo, todo, todo.
Al final lo comprendió y me perdonó, pero me puso una condición.
-Conocer a su madre, claro. -Sí.
Y, además, tenía que ayudarle a encontrarla.
Así que nada, me puse en contacto con todos sus antiguos amigos,
tuve que explicar lo que pasaba, preguntar por ella y...
-Vaya palo, Jesús. -Sí.
Sí, pero bueno, ¿sabes qué? Que sentía que se lo debía.
-Hola. -Hola, David.
Bueno, yo os voy a dejar que tengo el bar hasta los topes.
-Gracias. -Hasta luego.
-Hasta luego. ¿Pasa algo? ¿No os habréis peleado otra vez?
-Eh, no, para nada. Escucha, David, tengo algo importante que contarte.
Ha venido tu madre. -¿Qué?
-Sí. -¿Cómo? ¿Dónde está?
-Se ha marchado hace un rato, creo que tenía cosas que hacer.
Pero espera, ha dicho que esta noche pasaría por aquí a la hora de cerrar
para conocerte. -Pero ¿cómo ha sido?
¿Ha aparecido así, de repente? Es que no lo entiendo.
Si estaba ilocalizable.
-Sí, pero llamé a una antigua amiga suya, Esther,
y le dije que querías conocerla.
-No me habías contado nada de eso.
-Es que no sabía si iba a dar resultado.
No quería crear falsas expectativas, ¿eh?
De hecho, cuando hablé con Esther, me dio largas, ¿eh?
Pero bueno, parece que le dio el recado
y que esta noche, a las nueve, vendrá aquí a conocerte.
(RESOPLA) -¡No me lo puedo creer!
Voy a conocer a mi madre. -Sí.
No, de hecho ya la has conocido. Me contó que ayer
preguntó por una dirección, pero no se atrevió a decirte quién era.
-¿Aquella señora...? -Sí.
-No me lo puedo creer.
-Sí. -¿Y por qué no me dijo nada?
-Pues no sé, supongo que estaba nerviosa
y no sabía cómo ibas a reaccionar, ¿no?
Bueno, que no quiero decirte nada más porque no quiero condicionarte.
Oye, por cierto, cuando llegue ¿quieres que esté aquí?
¿Que me vaya? ¿Que...? -¿A qué hora viene? ¿A las nueve?
-A las nueve.
-Vale, pues sí, quédate hasta que venga
y luego, y luego a lo mejor nos puedes dejar solos.
-Venga. -O no.
Buah, no, no, no sé. ¿Tú qué crees? -Yo voy a hacer lo que me digas.
-Estoy muy nervioso, pero estoy muy feliz. Gracias, papá.
-Sí, Elías me ha dicho que está fatal.
Hoy casi tiene un accidente con un motorista.
-¿Eso te ha dicho Elías?
-Que no han parado de discutir en toda la mañana.
Se ve que Nacha está muy descentrada y tiene muchos despistes.
Elías está realmente preocupado por ella.
-Anoche me crucé con ella y tenía un humor de perros.
-Sí. ¿Y tú crees que puede ser por lo de Teresa?
-No me extrañaría nada, la verdad. Cuando a una le rompen el corazón,
puede estar una temporada sin dar pie con bola.
Te lo digo por experiencia. Cuando yo me enamoré de Emilio...
-Ya, no hace falta que me lo recuerdes.
Si venías que no eras tú, es que estabas como un zombi.
Pero por eso mismo tenemos que hacer algo por Nacha.
-Algo, ¿cómo? -Algo, somos sus amigas.
Las amigas están para eso, para ayudarse, ¿no?
-¿Por qué nos tenemos que enamorar de quien nos hace sufrir?
-Hola. Paty, ¿me pones un té verde para llevar, porfa?
-Pues mira, ahí está nuestra oportunidad de hacer algo por Nacha.
-No, no, no. Quietecita ahí, que nos conocemos.
No vayamos a liar las cosas. -Empeorarlo no lo vamos a empeorar.
Y yo no quiero ver sufrir a Nacha. No sé, ¿qué puede pasar?
Por lo menos tenemos que intentarlo, ¿no?
Ahí voy.
Hola, Teresa, ¿tienes un momentito? -Sí, claro. Dime.
-Eh, a ver, que no es nada así, nada importante
y a lo mejor, no sé, que no es asunto nuestro, ¿no?
Pero, eh, no sé si sabes
que Nacha lo está pasando un poco mal desde que rompisteis.
-Mira, si nos estamos metiendo donde no nos llaman,
no tienes más que decirlo y nos vamos.
-No queremos molestar, ¿eh? Solo queremos ayudar a una amiga.
-No, entiendo que os preocupéis por una amiga y no me molestáis.
-Y venimos por voluntad propia, Nacha no nos ha dicho que vengamos
ni nada por el estilo. -No, todo lo contrario.
Como se entere de que estamos aquí, nos mata.
-Ya me imagino, ya. -¿Tú no crees que merecería la pena
que le dieseis una segunda oportunidad a lo vuestro?
-Claro que sí, pero no creo que sirviera de mucho
porque lo nuestro es un problema de base.
-¿De base?
-Que Nacha y yo tenemos concepciones distintas
de lo que es una relación de pareja y ninguna va a cambiar de opinión,
así que para qué insistir. -¿Cómo que para qué?
Para darle otra oportunidad al amor.
-Cuando te enamoras de alguien, tienes que aceptarlo como es
no intentar cambiarlo a tu gusto. -Dicho así, tiene todo el sentido.
-Que yo la echo mucho de menos,
pero no quiero cambiar a Nacha ni quiero que me cambie a mí.
Quiero que me acepte como soy. No pido más.
-Toma. -Gracias.
Perdonad, ¿eh, chicas? Me tengo que ir.
Hasta luego. -Hasta luego.
(SUSPIRA) -Pues vaya. -Por lo menos lo hemos intentado.
-Hola, papá, ¿tienes un momento? -Sí, claro. Dime.
-Mira, lo acaban de publicar.
"El pasado oculto de Construcciones S.Z. al descubierto".
"El incumplimiento de los protocolos de seguridad
en una obra de la constructora colombiana
se saldó con dos obreros muertos y otro discapacitado de por vida".
¿Qué te parece? -¿Qué me va a parecer?
Música celestial. Déjame que le dé un vistazo.
-Incluso cuentan que el caso llegó a los tribunales
e insinúan que Somoza se libró de una buena condena
porque sobornó a los jueces.
-Me gustaría ver ahora la cara de cabrero
que tiene que tener tras leer este artículo.
Seguro que tiene a alguien en nómina que le esté rastreando
por medios de comunicación y redes lo que se hable de él.
-También entrevistan al obrero discapacitado
y a una de las viudas.
Le han metido más caña de la que yo me esperaba, ¿eh?
-Ese publirreportaje que se pagó de su propio bolsillo
se va a quedar en nada cuando se empiece a difundir esto.
Y le queda la visita del inspector de trabajo.
Lo van a crujir, pero bien.
-Nos encargaremos de que esa sanción se publique.
-Exacto.
-¿Sabes cuándo va a visitarle el inspector?
-Mañana, creo. Según me han dicho, van a acelerar todos los trámites
para ponerle la sanción cuanto antes. -Perfecto. Cuanto antes, mejor.
Si logramos hacer pública la noticia de las sanciones
antes de que se olvide esta otra, el daño será doble.
-¿Sabes? Me gustaría verlo por un agujerito
cuando esté arrastrándose y suplicando al inspector
para que no le ponga esa sanción. Lo que no sabes es que,
por más que lo intente, no conseguirá nada.
-Me encanta verte sonreír otra vez, papá.
-Pues si estoy así es gracias a ti, que estás al pie del cañón,
dándome ánimos continuamente. -Sabes que puedes contar conmigo.
Yo no me voy a rendir nunca y espero que tú tampoco.
-No lo haré.
-Te digo que el perro está perfectamente.
No lo digo yo, lo dice el veterinario.
Mi Killer no es de los que se vienen abajo
por un par de bocados mal dados.
Quiero que apuestes 10 000 euros, pero eso lo hablamos en otro momento.
Ok. Pues hablamos más tarde, venga.
Sí, dame un momento que tengo un poco de lío en la cocina.
-Hombre, oficial Lemos.
Siempre es un placer ayudar a las fuerzas y cuerpos de seguridad.
Yo no soy de Madrid y llevo poco tiempo en Distrito Sur.
Igual no soy tu hombre.
Creo que me sobrevaloras.
¿Peleas de perros?
Pero eso es ilegal, ¿no?
Pues mira, no, no conozco a nadie.
Además, no sé ni por qué me lo preguntas a mí.
No te hagas el chulito, ¿eh?
Y deja de hablarme de peleas de perros.
Si yo apuesto o no, ese es mi problema. ¿Está claro?
¿Por mi bien?
O sea que no tenéis ni idea. Muy bien.
¿Sabes? Hay otras cosas que no le hacen gracia a Somoza.
Te dijimos lo que tenías que hacer con Quintero y no te has movido.
No, solo te voy a transmitir un mensaje:
Somoza quiere verte en dos horas en su despacho.
Quiero hablar contigo y yo que tú, iría.
(RECHISTA)
Me ha llamado diciendo que se iba a tomar algo con unas compañeras.
Se la cambié a un compañero.
Simplemente, no tenía ganas de trabajar. No tenía fuerzas.
Llevo aquí un par de horas
y lo siento, me tumbé aquí y me quedé catatónico.
¿Tú crees? Me quedé mirando a la pared, sin más.
No.
Ni hierro ni nada ni "jet lag" ni nada de eso, no.
Mi problema está en mi cabeza.
Me ha pasado una cosa que no me había pasado en mi vida.
Vi a una chica joven con dolor de vientre.
La ausculté y no tenía nada, pensé que era dolor menstrual
o yo qué sé, estrés por los exámenes. Cosas de esas.
¿Y si era una apendicitis?
Salí corriendo detrás de ella y le hice volver a la consulta.
Me recordó el caso de...
Estaba tan angustiado que le pedí opinión a un compañero.
No era nada. No veas el susto que se llevó la chica.
Y el médico, cómo me miraba, como si estuviera loco.
Pero un médico de familia debe saber descartar una apendicitis,
no fastidies. La verdad es que me quedé bloqueado,
como si no supiera nada.
Puede ser, puede que sea eso, sí, pero me encontraba perdido
y todo el mundo se dio cuenta.
Me temblaban las manos. ¡Que a un médico le tiemblen!
No sé, igual es la falta de sueño pero vamos, tuve que salir
a que me diera el aire y despejarme y al fin pude volver a la consulta.
Igual me estoy agobiando más de la cuenta, sí.
¿21:15, te dijo, seguro? -Sí, sí, segurísimo.
(SUSPIRA) -Pues son las 21:45.
¿Y si la llamas?
-Eh, hijo, me vas a matar, pero es que no tengo su teléfono.
-Pero papá, por favor. -Lo siento, no he caído.
Habré hablado con ella como máximo cinco minutos,
pero ten paciencia, aparecerá. -¿Cómo estás tan seguro?
-Porque se muere de ganas de conocerte.
Si no, ¿por qué se ha presentado aquí?
-Si tantas ganas tiene, que aparezca de una vez.
-A ver, solo es media hora de retraso.
Le puede pasar a cualquiera. Quizá hay una avería en el Metro.
-No, no, no va a venir. Lo presiento.
-Bueno, si te quieres poner en lo peor, tú mismo.
-No es ponerse en lo peor, papá, estamos hablando de una persona
que hace estas cosas. Piénsalo.
-Yo esta mañana la he visto muy decidida, muy emocionada.
Estaba convencida de que ibas a estar en la tienda.
-Bueno, así funcionan algunas personas, van por impulsos.
Reúnen valor para hacer alguna cosa y se lanzan de cabeza,
pero como tengan tiempo de pensárselo dos veces, nada.
-Te estás haciendo una película en la cabeza.
Total, ¿por qué? Porque llega media hora tarde.
¿Tú nunca has llegado media hora tarde?
-En una cita así, importante, ya te digo yo que no.
(SUSPIRA)
-¿No le habrás dicho nada tú, no?
-Eh, no, no te entiendo. -No sé, ¿habéis discutido?
¿Le has echado algo en cara? -¿Qué le voy a echar algo en cara?
Pero ¿qué dices? -No sé, le has echado la bronca,
se ha asustado y ha dicho: mejor lo dejamos estar.
-A ver, a ver, hijo, por favor. ¿Quieres dejar ya de elucubrar, eh?
Le he dicho que me parecía bien que os conocieseis
y que era muy importante para ti, así que cálmate,
que ya está decidida. Va a venir.
Sí, dígame. -"Jesús, soy Marina".
-¿Qué tal, Marina? ¿Por dónde andas?
-"Me va a ser imposible ir hoy. Perdóname".
-¿Cómo que te va a ser imposible? ¿Por qué?
¿Tú sabes la ilusión que le hacía a David?
Lleva una hora esperándote ¿y ahora le haces esta faena?
-"Lo siento mucho, de verdad, pero es que no puedo".
-Pásamelo. Hola, soy David, ¿me oyes?
Me ha colgado. -Ha llamado desde un número oculto.
-Es que lo sabía, sabía que no iba a venir.
-No sé, no entiendo qué le ha podido pasar.
-¿Qué te ha dicho?
-No me ha dicho nada. Que no podía venir y no me lo podía explicar.
Lo siento, hijo.
-Esa mujer no tiene corazón.
-Seguro que tiene que haber alguna explicación.
-La hay, que soy gilipollas, eso es lo que pasa.
¿Cómo he podido confiar en una yonqui?
Seguro que ahora está camino de un poblado a pillar heroína,
como siempre hacía. -No digas eso.
Se me revuelve el estómago con oírte decirlo.
-Se te revuelve porque sabes que es verdad.
Prefiere meterse un pico antes que conocer a su propio hijo.
-David, Marina está limpia. -No seas ingenuo.
Ojalá no hubiera aparecido nunca.
-Yo la conocí enganchada y... -Que no la defiendas.
No le importamos una mierda, esa es la verdad.
Vamos a asumirla, por favor.
-A ver, piénsalo, ¿eh? Piénsalo. Si no le importamos,
¿por qué nos llama para darnos el aviso?
-Es que no tiene que llamar,
lo que tiene que hacer es dar la cara,
dar la cara de una puñetera vez en su vida.
(RESOPLA)
(SUSPIRA)
-Cómo es posible que publiquen esto, Tano.
Estos dos pendejos murieron hace años en Colombia
y yo salía absuelto de todo. ¿A qué se debe esto ahora?
Es cuestión del malparido de Quintero.
-No se preocupe, patrón, esa noticia mañana será historia.
No podrá hacerle daño.
-Nadie habla mal de Alejandro Somoza, Tano, ¡nadie!
Conteste el teléfono, pues.
-Dime. ¿Cómo que aplazado?
Ah, vale, mañana. Sí.
Apuesta 10 000 pavos. ¿Quién es el otro perro?
No, pues apuesta 20 000.
¿En el mismo sitio? Vale. Perfecto. Hasta mañana.
Disculpe, patrón.
-¿Ha vuelto con las apuestas de perros?
-Estoy de racha, patrón. Tengo un perro nuevo, Killer.
Un Presa Canario, es un máquina. Me ha hecho ganar cinco peleas ya.
Me estoy forrando con él. -Esto no es Colombia, hombre.
Aquí la policía lo puede meter preso por eso.
Evítese un problema.
-No se preocupe, está todo controlado.
No estamos en el mismo sitio mucho tiempo
y no dejamos entrar a cualquiera. Es muy seguro.
-Más le vale porque no quiero ninguna sorpresa.
Suficiente tengo con el huevón de Quintero.
-Debería venir a alguna pelea y así se relaja.
Es una experiencia inolvidable.
Mi Killer reventó a un pitbull de cuatro bocados.
-Sí.
El oficial Iker.
Qué bueno que está aquí porque necesito que me aclare una duda.
¿Es posible que un cadáver publique algo en la prensa?
-Te acaban de hacer una pregunta.
Entonces, ¿cómo es que Quintero puede publicar eso sobre mí?
¿Me lo puede explicar?
No, es que pensé, Tano, que tenía un problema, pero tengo dos.
Uno es que la prensa publique eso de mí y me insulte
y ahora que el policía corrupto este me insulte también.
Mire, oficial, yo le ordené que matara a Fernando Quintero
y usted no lo ha cumplido y mis órdenes se cumplen
y para mí eso es un insulto.
¿Qué pasa? ¿Que no tienes huevos? -Tranquilo, Tano.
Oficial Iker, es hora de que me demuestre su lealtad.
En este momento estoy metido en una guerra
y necesito saber de qué lado está.
Quizá piensa que estoy debatiendo algo aquí, pero eso no es así.
Yo le estoy dando una orden y mis órdenes se cumplen
y el que no las cumpla, se atiene a las consecuencias.
Ahí la tiene.
Está limpiecita. Solo tiene que jalar el gatillo.
Eso es una orden.
Buenas noches, pues.
-¿Cree que el guapito será capaz de hacerlo?
-Más le vale, Tano,
porque si no el cadáver va a ser el de él.
-A primera hora he pasado por el parque de Barlovento
y no había nadie paseando.
Hemos recibido llamadas de ciudadanos alertando de situaciones sospechosas.
-¿Cómo fue el reencuentro? -De ninguna manera.
Al final Marina no se presentó.
No tienes que dar todo por perdido. Estoy segura de que va a aparecer.
-A mí ya me da igual si viene.
Ya no tengo ningún interés en conocerla. Que le den.
-No hables así, no es verdad. -Sí que lo es.
Llevo toda la vida esperándola, ¿sabes? Y estoy harto.
He hecho un listado con todos los laboratorios
que fabrican ese conglomerado hormonal para perros.
en Villaverde que me tiene con la mosca tras la oreja.
-Se me está removiendo todo por dentro.
-¿Cómo todo?
-María, entiéndelo, yo en el pasado estuve muy enamorado de ella
y sufrí mucho cuando nos abandonó y ahora, no sé, estoy como,
como descolocado con su aparición.
Paty, ponme un café para llevar, pero ya.
-Bueno, vale, pero tranquilita, ¿eh? -De verdad, es que tengo mucha prisa.
-¿Me cobras a mí...? -¿Me puedes poner la leche templada?
-¿Qué pasa? ¿Os habéis puesto de acuerdo para hablarme?
-No lo creo. Ella y yo no nos ponemos de acuerdo en nada.
Vemos la vida de forma muy diferente.
He visto tu cara de angustia cuando se ha ido Iker.
Te preocupa que le pase algo, ¿verdad?
Alicia, no pasa nada por sentir miedo
de que le pase algo a una persona en concreto.
-Yo siento admiración por lo eficaz y riguroso
que es usted haciendo su trabajo, ¿sabe?
Pero creo que puede pasar por alto esos errores
que ha encontrado en la documentación.
¿Cree que esto será suficiente para que se haga la vista gorda?
-El soborno es un delito muy grave, señor Somoza.
-¿Dónde cree que va? Mi patrón no ha terminado.
La inspectora jefe Miralles es la policía más veterana de la comisaría del Distrito Sur. La inspectora Alicia Ocaña se incorpora a la comisaría. Ambas son el eje en torno al que gira la vida personal y profesional de sus compañeros y los casos policiales que afectan al barrio.
El administrador de la página ha decidido no mostrar los comentarios de este contenido en cumplimiento de las Normas de participación