Martes a las 21.20 horas
Benítez Reyes.
Herrera.
Laia Abril.
"High-Rise".
Se va a encontrar la historia de una vida,
desde la infancia hasta su última madurez,
de alguien que ha tenido que ganarse la vida desde los 13 años,
que ha tenido que desempeñar muchos oficios, servir a muchos amos.
Y el hecho de tener que ganarte la vida,
por lo menos, en este caso,
implica el hecho de tener que inventarte una vida.
Y es también, aparte de toda su peripecia laboral,
sobre todo, la primera parte, cuando es un niño, un preadolescente,
luego, se va a encontrar con alguien que intenta instalarse en el mundo
y para instalarse en el mundo,
necesitamos la ayuda, necesariamente, de un pensamiento.
Lo que hacemos, nos define,
pero lo que pensamos, es lo que nos construye en realidad.
Sobre todo, en la primera parte de la novela, que ocurre aquí,
claro, en el pueblo, en los años 70.
Entonces, la presencia norteamericana,
a través de la base militar, era muy vehemente
y creaba una serie "pintoresjismos" y de peculiaridades
que no se daban en casi ningún otro sitio de España.
Entonces, yo quería contar
o describir ese escenario
sin caer en los "pintoresjismos".
Yo quería que el pueblo fuese algo más que un telón de fondo,
quería que también fuese un protagonista de la novela
y, sobre todo, es el espacio que abre el círculo de esta historia
y el punto en que se cierra la historia.
Eso nos pasaba a los niños de aquella época.
Nosotros estábamos acostumbrados a ver coches enormes,
a ver motos enormes,
a ver rótulos de comercios en inglés,
a ver esos desembarcos masivos de la Sexta Flota
cuando atracaba aquí
y cuando íbamos a un pueblo vecino, a un pueblo cercano,
veíamos que era una realidad completamente distinta.
No pensabas que lo raro y lo anómalo era tu pueblo,
sino que el raro y el anómalo era el pueblo vecino.
Se mete, sí.
Claro, es que el menesteroso
no puede tener una moral demasiado rígida.
El poderoso, sí puede tener una moral rígida,
una moral inamovible, presumir de moral inquebrantable,
pero el menesteroso, el que se ve obligado
a adaptarse a la vida, a buscarse la vida,
a ganarse unas monedas,
ese no puede tener una moral demasiado estable.
De hecho, estaba estudiando Periodismo
y, aunque me gusta escribir,
sobre todo, me gusta mucho hacer entrevistas.
Pero sí que sufría mucho escribiendo, me daba muchos dolores de cabeza.
La imagen, de golpe, se volvió algo como...
Un filtro, un canal para ir más directo
a contar un montón de sensaciones y de ideas que tenía en la cabeza.
Muchas veces, antes de empezar un libro,
una de las preguntas que me hago es qué tipo de libro es.
Con "Epilogue" estaba muy claro, desde el principio,
que era un thriller.
Esto puede ser un referente cinematográfico
o incluso literario.
La fotografía es una herramienta narrativa bastante pobre
en cuanto a secuencia.
Siempre ha estado tratada como algo muy único,
momento decisivo, una imagen, mil palabras, más que mil palabras.
La fotografía en el libro
se sirve de narrativas que tienen que ver con la literatura
y que están más referenciadas en el mundo del cine,
entonces, lo que sí que tiene es una pausa, es una atracción,
de golpe, tienes esta imagen
que tienes que contemplar por tres minutos,
entonces, esto te permite también crear un ritmo diferente.
Para mí, lo más importante
antes de decidir que un proyecto va a ser un libro o no,
es decidir si ese proyecto necesita ser un libro o no.
El libro te da una cierta serenidad,
tiene un ritmo más lento, es más contemplativo.
Hoy en día, la fotografía es bastante intangible
y digitalizada y pasa muy rápido,
entonces, es importante, para nosotros, en el proceso,
crear este objeto
y entender que tiene un diálogo también en sus materiales,
entonces, hay muchísimo trabajo de cortar, pegar, construir
hasta que, al final, encontramos
el sistema que funciona mejor para contar esta historia.
Digamos que yo parto de un concepto paraguas,
por decirlo de alguna manera, y dentro de ese paraguas,
voy buscando diferentes historias que van contando diferentes aspectos.
También voy encontrándome personajes,
pero, normalmente, detrás ya tengo una intención.
Yo siempre entrevisto a los personajes que fotografío,
luego, no siempre se utiliza esa entrevista,
pero es muy importante para ellos sentirse escuchados,
no simplemente sentirse retratados.
Para mí es obvio, viniendo del periodismo,
que el texto es importante.
Lo bueno de la fotografía es que es muy evocativa,
te puede llegar a producir un sinfín de sensaciones y sentimientos
entonces, para mí, ayudarse del texto
para contextualizar esos sentimientos y esas sensaciones, es un buen mix.
Específicamente,
en este último proyecto que estoy haciendo sobre el aborto,
consigo, de cada tema, un solo personaje
y la búsqueda ha podido durar seis, ocho meses
hasta que, finalmente,
consigo la persona que entiende lo que estoy haciendo
y por qué lo estoy haciendo y que tiene suficiente valor
como para abrirse y contar su historia.
Concretamente, ahora mismo, estoy leyendo
el discurso de entrada a la Academia que hizo Delibes,
que se llama "Un mundo que agoniza".
Me gustaría cenar con Virginia Woolf.
Es una mujer que me...
Que me abrió mucho los ojos,
la lectura de su obra
me parece que es,
para cualquier mujer, es muy interesante.
Ha habido, en ocasiones,
a gente, a actrices de la profesión,
que les he recomendado un libro de Liv Ullmann
que escribió hace muchísimos años,
hace... en el setentaitantos también.
Se llama "Senderos".
Yo doblo hojas y subrayo mucho.
Todo lo que...
O sea, no todo porque sí,
o sea, algo que quiero que no se me olvide
para, cuando recoja ese libro o cuando lo busque, encontrarlo.
En el año 60, no se me olvidará nunca,
yo recibí el regalo de una amiga argentina
que me trajo "Por quién doblan las campanas",
de Hemingway, que aquí estaba prohibido.
Aquello fue como...
asomarse, un poco, a lo que podía ser
la libertad de poder comprar el libro que quisieras.
Mi intención era merecer
estar en la tradición de la novela picaresca.
A mí me parece, la picaresca, un territorio novelístico muy fértil,
da mucho juego, da mucho de sí,
porque, al fin y al cabo,
te sirve para contar la vida de alguien,
alguien que parte de una situación vital
un poco complicada, como es el caso.
Me interesaba ese patrón llevándolo a nuestro tiempo.
Yo no lo sé, siempre digo que a mí
el humor me sirve para poder escribir novelas muy tristes
y es una de las cosas para lo que me sirve.
A mí no me interesa el humor como método para hacer reír,
no me interesa la novela de gag, de gag cómico,
sino lo que me interesa es la formulación imprevista
que conduce a un final
que te despierta una sonrisa
que tampoco sabes muy bien de dónde viene ni por qué.
Se ríe, sí.
Sí, pues sí. Bueno, no está mal reírse.
Es muy difícil hacer reír a través de la literatura,
sobre todo, si no es el fin que estás buscando.
Yo no es lo que busco, busco otras cosas,
pero que una novela te despierte una sonrisa, una risa
y no digamos, una carcajada, es bastante complicado
porque necesitas un proceso muy largo para despertar esa sonrisa,
no es algo que se te ocurre en el momento y sale.
En el fluir lógico de la novela,
me pareció que añadir ese componente
de político corrupto,
de político que se acoge al amor a la patria chica,
como método para hacer sus negocios
y para aprovecharse del discurso del bien común,
creo que entraba bien
y encajaba muy bien
en la peripecia global del protagonista.
Sí, tiene muchísimo que ver
porque es la adaptación de "Rascacielos", novela de Ballard,
que la han estrenado como "High-Rise".
Es una película dirigida por el inglés Ben Wheatley
y cuenta la historia de un tipo
que decide buscar una vida más tranquila
en un edificio espectacular al que se muda.
Cuando lleva un tiempo allí,
lo que se prometía que iba a ser una vida idílica
en el rascacielos más espectacular del mundo, empieza a desmoronarse,
porque los inquilinos empiezan a comportarse de una forma extraña.
-Aún no sabes cómo funcionan las cosas por aquí, ¿verdad?
-No, pero aprendo rápido.
Es una muy buena adaptación de Ballard
y que tanto la guionista como el director
controlan mucho del escritor
y como ejercicio de dirección es brutal.
Lo que hace Ben Wheatley, realmente, es prodigioso.
Es una película contundente, muy bien coreografiada,
toda la coreografía interna del edificio es muy espectacular,
pero, al mismo tiempo, para mí, es una peli un poco...
Como concepto de sátira social,
mi sensación es que se ha quedado un poco antigua,
que es un concepto de película un poquito vieja.
Exacto, creo que una de las razones
por las que hay tan poquitas adaptaciones de Ballard
es, precisamente, porque, como sucedía en "Crash",
siempre ha sido un autor muy extremo en la representación,
tanto de la violencia como de la sexualidad,
y no todos los cineastas se atreven a meterse en esos jardines.
También, porque no es un autor fácil de adaptar,
porque sus novelas o, al menos, las más importantes,
no son tanto novelas de argumento o de historia
con una narración convencional, sino que son más de concepto,
más de tema, entonces, claro, es muy difícil adaptar esos libros.
Hay una adaptación de "Exhibición de atrocidades"
y luego, una muy muy conocida, "El imperio del sol",
la versión que hizo Steven Spielberg.
Claro, esa es la cosa, que justo la más popular,
es la adaptación de un libro
que no entra dentro del patrón de Ballard,
de lo que entendemos por Ballard,
sino que era un libro más convencional
porque no dejaba de ser un libro de memorias
sobre sus recuerdos de infancia.
Pensaba eso, que me iba a costar más encontrar un enlace,
pero era muy fácil,
porque tanto los personajes de las novelas de Ballard
como los protagonistas de este libro, "El método Smirnoff", de Juan Tejero,
comparten que vivieron sus vidas muy al límite,
muy marcadas por el exceso.
El libro de Juan Tejero recopila, un poco, la historia
de 30 actores de Hollywood desde los años 20,
que comparten una cosa, eran adictos a la bebida.
Lo que explica el libro es cómo condicionó,
tanto sus carreras personales como profesionales, su adicción.
Sí, y luego, hay muchas películas con grandes escenas de piscina.
(NIÑA) Hoy estoy leyendo
todo un clásico de la literatura infantil,
"Si yo fuera mayor...".
Va de eso, de un niño que se imagina que es adulto
y que puede hacer todas esas cosas que los mayores no le dejan hacer,
es divertidísimo.
Y cuando no me vea nadie, yo también las haré.
-Me parece muy bien que pienses como un adulto,
hay que prepararse para todo,
como lo hacen los protagonistas de esta novela de Sierra i Fabra.
Tras una guerra nuclear,
Helena y Gabriel, que no se conocen de nada,
deben convivir en un refugio antiatómico
sabiendo que no hay nadie al otro lado.
Sí, es inevitable,
pero eso es tan autobiográfico como es el "Drácula" de Bram Stoker,
exactamente, la misma proporción.
Yo quería que el personaje tuviese mi misma edad,
un poco más, poco mayor,
pero quería que tuviese mi misma edad
para poder contar la Rota de los años 70,
que es la que yo conocí y de la que tengo referentes,
entonces, me convenía eso.
Por suerte para mí,
mi vida no ha tenido mucho que ver con la del protagonista.
Eso es lo que me fascina de escribir novelas,
no hacer un reflejo de la propia conciencia,
sino el hecho de inventar una vida, una conciencia y un pensamiento.
Exactamente, no lo sé, no sé por qué.
Supongo que, a lo mejor, uno se va haciendo un poco más torpe
o, en el caso optimista,
también puede ir haciéndose uno más exigente.
No lo sé, ha sido un proceso muy laborioso,
muy lento, con muchos pasos en falso,
con muchas modificaciones, con mucha revisiones.
Quería que saliese una cosa determinada
y hasta que no estuvo,
no consideré prudente publicarlo.
Creo que, de todas formas,
es posible que me quedase corto con lo de los tres pilares,
creo que los pilares puede que sean más,
lo que pasa que, para no complicar las cosas,
lo dejo en tres, como la Santísima Trinidad,
y tiene una tradición.
Creo que todo ese lío, todo ese rebufo
que se forma dentro de nosotros, es lo que nos acaba configurando
y lo que nos convierte, por lo general,
en personas, afortunadamente, dubitativas.
Porque el que no duda de sí mismo,
y de su pensamiento y de sus convicciones,
por lo general, acaba siendo una persona muy peligrosa.
A mí me gustaría ser un buen guitarrista de blues,
pero me he quedado en una absoluta mediocridad en ese aspecto.
Esa es una respuesta
que te la podré responder cuando lo averigüe,
de momento, nos quedaríamos en el territorio de las conjeturas
y ese es un territorio demasiado movedizo
para una pregunta tan rotunda.
En Página Dos visitamos Rota para entrevistar a Felipe Benítez Reyes, por su novela "El azar y viceversa". En Los Otros, vivimos una jornada junto a la fotógrafa Laia Abril. Lola Herrera nos habla de sus gustos literarios. Y analizamos la adaptación cinematográfica de "High-Rise", de J.G. Ballard.