Domingos a las 13:00h
Igualmente.
Efectivamente.
Cuando escribí "Al otro lado del túnel",
comencé haciendo un libro quizá,
inicialmente, un libro más sobre las experiencias
cercanas a la muerte.
Pero a medida que iba escribiéndolo, me iba retirando tanto del libro
que existe...
Ese tipo de libros, y no lo digo con un ánimo displicente.
Que reúne muchísimas anécdotas, historias relacionadas
con experiencias cercanas a la muerte.
Pero se me iban planteando montones de preguntas.
Pero ¿por qué ocurre esto del túnel? ¿Por qué ocurre la luz?
La ciencia explica parte de ello,
pero ¿cómo es posible que algunas personas, por ejemplo,
sean capaces de traer unos supuestos mensajes del más allá,
que luego incluso se cumplen?
Montones de cosas que fueron avivándome...
En vez de, casi, contestar a preguntas,
se me fueron formulando muchas más.
Este libro es brutal.
Brutal por lo que me ha costado escribirlo.
Me ha costado miles y miles de kilómetros,
hoteles, universidades...
Yo qué sé. Horas y horas, ¿no?
Es como realmente...
Tú lo sabes más que yo. Un libro es como un hijo muchas veces.
Ha costado lo indecible
porque tengo una curiosidad innata por conocer qué había detrás
de esas experiencias cercanas a la muerte.
En una ocasión, me encontraba con Raymond Moody;
en otra, con Stanislav Grof.
Y les dije: "Creo que esto de las experiencias cercanas a la muerte",
a ambos les hice el mismo comentario,
"¿no creéis que va más por el tema de la consciencia
que en sí como un fenómeno aislado en referencia, puntualmente,
a estar cercano a esa hipotética muerte?".
Los dos me miraron y me dijeron un "sí",
un "sí" como convencido, pero como diciendo:
"Nos ha pillado.
Esto realmente es por otro camino distinto
del que otros autores han caminado hasta ahora".
Fue cuando empezó la fiebre de decir: "Caray,
tengo que averiguar qué hay detrás".
Es que eso es totalmente revolucionario.
Si tomásemos conciencia de que, evidentemente,
esa realidad se construye dentro del cerebro,
y que quizá tiene puntos de semejanza
con aquella que realmente ocurre fuera,
es cuando muchas de nuestras estructuras psicológicas,
que nos dejan afianzada esa realidad a ese mundo,
lo que la gente normalmente llamamos "el mundo real",
de repente ese mundo real se vuelve gelatinoso y escurridizo.
Porque ese mundo no es otra cuestión que un constructo.
Desde muchos puntos de vista podríamos abordarlo.
Desde algunos tan básicos como la visión, por ejemplo.
Muchas personas dicen, incluso para asegurarse a sí mismos,
dicen: "Es que yo lo he visto".
Paradójicamente, la visión es el sentido
con el que más fácilmente te pueden engañar.
Como no lo sometes a crítica, evidentemente, si lo has visto
y te han engañado, eres el hombre más engañado del mundo.
Pero en ese constructo ocurren cosas muy curiosas.
En ocasiones, puedes estar a punto de cruzar un semáforo,
imagínate por un momento, y ves a un tipo disfrazado de lagartija
pasando delante tuyo en una bicicleta.
¿Qué haces, además de mirarlo atónito?
¿Qué es lo primero que haces con tu acompañante,
si vas acompañado? Le dices: "¿Lo has visto?".
Pero ¿por qué le dices "lo has visto"?
Porque, en esa realidad, ver a alguien disfrazado de lagartija
en bicicleta no es corriente.
Necesitas la afirmación del que está al lado
para construir esa consciencia global de realidad.
Como el de al lado te diga: "¿Lagartija?
No ha pasado nadie vestido de lagartija",
debes ir al psiquiatra.
El cerebro, desde el punto de vista que lo he abordado,
podría definirse solo como una especie de interfaz,
como un interlocutor entre esa consciencia,
que parte de ella es probable
que se encuentre fuera de ese cerebro...
De hecho, el cerebro se resetea cada 20 milisegundos.
Aunque parezca mentira, se queda en blanco.
Lo que pasa que, evidentemente, esas 50 veces por segundo
no las llegamos a percibir, igual que tampoco percibimos
los cambios de intensidad que tiene una bombilla,
que, entre paréntesis, también fluctúa.
En este caso, 50 hercios por segundo. ¿Por qué?
Porque nuestra retina tiene un fenómeno
de permanencia de la luz.
Siempre se ve como si estuviera encendido.
Por un lado estaría esa consciencia, que no es otra cosa que tener...
la percepción de nuestra propia existencia.
Sería el cubículo donde está nuestra propia existencia.
Y somos capaces de reconocernos en ella.
Tener la percepción de que estamos vivos.
El cerebro, una interfaz.
Y el alma no sería otra cuestión que un concepto, una etiqueta,
desde el punto de vista religioso para definir a la consciencia.
Parte de la consciencia, a menos a día de hoy,
estoy convencido de que es así.
Incluyo algunos artículos
que hemos publicado en revistas científicas.
Explicado de un modo más sencillo, evidentemente.
Como uno que hicimos el año pasado en mataderos
en los que observábamos cambios en una serie de máquinas
que generan números de manera aleatoria.
Observábamos cómo, cuando fallecían esos cerdos,
estamos hablando de miles de seres vivos a lo largo de un día,
estas máquinas, que generaban números al azar,
se veían alteradas.
Hace pocos días, el día 22 de este mismo mes,
la Universidad de Cornell ha hecho un experimento
que enlaza con lo que explico en este libro.
Han observado que los átomos se comportan de manera distinta
cuando alguien está, literalmente, mirándolos.
La materia se comporta de manera distinta.
¿Qué quiere decir esto? Es algo muy importante.
Lo que intento es construir o abordar el tema de la consciencia
desde diversos ángulos. ¿Esa consciencia, realmente,
se encuentra atrapada en esa caja de calcio que es el cráneo?
¿O, por el contrario, y esto es revolucionario,
es capaz de expandirse y tener efectos,
no solamente sobre el mundo material, y si es sobre el mundo material,
interactuar con otras conciencias?
Si es capaz de alterar una máquina que genera números aleatorios...
Hemos hecho este mismo verano un experimento trasatlántico
en el que con una serie de aparatos, unos toroides, unas bobinas
que se ponen alrededor de la cabeza, entre Berlín, Madrid y Canadá,
hemos logrado sincronizar electroencefalogramas.
Es decir, personas aisladas a más de 6000 km
han tenido cosas en común cuando se les ha inducido a ello.
Independientemente de la distancia. ¿Qué quiere decir?
Que esa consciencia deja huellas fuera de ese cerebro.
¿Esas huellas son un signo de supervivencia?
¿Permanecen en ese espacio radioeléctrico una vez desaparecemos?
A día de hoy, estoy convencido de que es así.
La otra pregunta es, bien, permanecen, ¿cómo permanecen?
¿De qué manera permanecen?
Paradójicamente...
Algunas personas tienen experiencias infernales,
y no se ha sabido muy bien por qué ocurren.
Desde nuestra perspectiva social, moral, siempre se ha dicho
que aquellas personas que tienen una vida un tanto...
Van al infierno.
Por ende, si las ECM son una aproximación al más allá,
y esa aproximación ha tenido como resultado una experiencia infernal,
es que algo malo habrán hecho sin duda.
La realidad científica es que no es así.
Diane Corcoran, por ejemplo,
es una coronel del ejército americano,
alguien con quien estuve hace pocos meses en EE. UU.,
ha hecho un estudio con militares
con unas hojas de servicio un tanto disolutas.
Y muchos de ellos han tenido ECM.
Y no había una asociación, para fortuna de aquellos disolutos
que estén viendo este programa, espero sean pocos,
no tienen una experiencia negativa necesariamente.
Pero sí ocurre en ocasiones como un mal viaje
bajo cierto tipo de drogas.
El miedo a la muerte es común porque estamos ligados a Eros
y a nuestro ego.
Nuestro ego está a su vez ligado de una manera muy intensa
a nuestra consciencia.
Por otro lado, no hay educación frente a la muerte.
Muchas personas viven de espaldas a ello.
Es paradójico, porque vivir de espaldas a la muerte,
desde mi punto de vista,
lo veo en muchas personas que han tenido ECM,
no les ayuda a sacar el jugo a la vida.
Muchas personas creen que la vida es una especie de don infinito.
La muerte, no quieren nunca hablar de ello.
"Ya llegará, ya llegará".
Si a veces lo tenemos a la vuelta de la esquina.
Si tenemos consciencia de ello, vivimos más intensamente.
Es una línea, la verdad, muy poco clara.
Incluso, y esto es políticamente incorrecto,
en algunos casos, y cito los estudios científicos en el libro,
en el que en personas que habían sido declaradas
como cerebralmente muertas se observaron,
cuando se instalaron electrodos intracerebrales...
Todos hemos visto las películas, esos electrodos que se pegan
recogen una actividad cerebral más o menos superficial.
Sin embargo, cuando se instalan los electrodos intracerebrales,
son como agujas, se ha observado que existía cierta actividad
en zonas más primitivas del cerebro.
Esto abre una caja de Pandora en muchas cuestiones.
Desde los trasplantes
hasta la declaración de muerte cerebral, etc.
No es menos cierto que algunos niños, por ejemplo,
que han nacido con anencefalia,
prácticamente con ausencia de corteza cerebral
y de otras estructuras del cerebro...
De hecho, tienen una deformación de su cráneo.
Es tremendamente llamativo que exhiben emociones.
Emociones intensas. Ciertas zonas de las emociones,
cerebrales, me refiero, están en las partes primitivas,
pero son capaces de interactuar con oraciones,
con situaciones aparentemente graciosas.
Lo que va en colisión directa
con los conocimientos de la neurología actual.
Hay muchas cosas que desconocemos. Respecto a los animales,
me temo que tienen unas estructuras,
en relación a la consciencia, bastante más desarrolladas
de lo que creemos.
Muchos son capaces de reconocerse en el espejo.
Lo cierto es que lo más básico de construcción de consciencia existe
justamente en seres inferiores. En cuanto se pincha a una ameba,
aunque parezca mentira, esta reacciona
alejándose del objeto que la está pinchando.
No digo que esté sintiendo particularmente
una sensación parecida a la humana,
pero es muy probable que esa consciencia...
Y además, esa consciencia va más allá...
Esa consciencia colectiva, que Jung mencionaba tantas veces,
forme parte de un todo.
Antes he mencionado ese refresco de la consciencia
cada 20 milisegundos o 50 veces por segundo.
Hay unos campos que rodean a la Tierra, los campos de Schumann,
unos campos electromagnéticos, donde se ha advertido
que cuando estos campos están alterados
por las tormentas solares o cualquier otro tipo de cuestión,
también alteraciones en la corteza terrestre,
por ejemplo, la falla de San Andrés
o algunas que recorren el norte y Sudamérica,
se provocan alteraciones en las personas que viven
bajo esta influencia magnética.
Cuando estas capas de Schumann se alteran, hay personas...
Pero son personas especialmente sensibles.
Esto ocurre con tantas cosas en la vida.
Hay personas con una sensibilidad particular.
Para las drogas, para el arte, para la luz o para las emociones.
Hay personas que tienen esos lóbulos temporales,
particularmente el derecho, muy sensible.
Y son capaces de percibir que algo extraño está sucediendo.
Y esa especie de toma y daca con esa consciencia global...
Hay una parte de consciencia que compartimos todos.
En ese teatro, habían ocurrido hechos luctuosos a principios del siglo XX,
en el que una conocida actriz, que era almeriense,
iba a estrenar una obra muy escandalosa para la época...
por lo que todos los estamentos sociales,
particularmente la Iglesia, prohibieron a la gente
acudir al estreno, lo que acrecentó el aforo
y no cabía nadie. Nadie quería perderse tal cuestión.
En medio del primer acto, aparece el exmarido,
y no tiene otra idea que descerrajarle un par de tiros
a la pobre actriz, con la mala suerte de que acierta,
la mata y hiere gravemente otro chico,
que posteriormente fallece. Desde entonces,
ese teatro está cargado de una serie de historias...
Se escuchan ruidos, hay apariciones, etc.
Pero lo más llamativo del caso es que ha sido durante generaciones
y prácticamente todo el mundo. Desde el dueño del teatro,
el que proyectaba películas y proyecta películas...
Estuve hablando justamente con él. Ninguno iba de broma.
Hasta la señora de la limpieza. El pobrecillo se lleva la moto arriba
porque puede escaparse por esta especie de torre de Babel
hacia la calle directamente.
Total, me ofrecieron quedarme una noche.
Dije: "Vamos a ver qué diablos pasa aquí".
No soy para nada creyentes en este tipo de cuestiones.
Lo llamativo del caso es que al cabo de un rato
comencé a notar presencias.
Desde el punto de vista neurológico, no es llamativo.
Soy diestro, comencé a notar presencias detrás mío,
a la izquierda, además, con una certeza exacta
de dónde se encontraba la presencia.
Lo también llamativo es que, una vez que me levanté
y deambulé por el teatro, noté que esa presencia me seguía.
Hasta ahí, nada extraordinario.
Probablemente me sigue todavía. Ahora te contaré.
Una vez detrás del telón,
y fue quizá lo que más me llamó la atención,
es que no solamente noté la presencia,
sino que se empezaron a escuchar los pasos subiendo los escalones
que llevaban a ese anfiteatro. Cogí el radiotransmisor,
pregunté al equipo que estaba afuera si habían entrado,
y no había entrado nadie.
Como en las mejores películas paranormales,
se apagó la cámara que justo correspondía al lugar ese.
Quedaron registrados los sonidos de algo o alguien subiendo.
Y ahí no había nada. No había absolutamente nada.
Pero aún más llamativo todavía es que volví a casa.
Mi pareja, que no es supersticiosa respecto a cierto tipo de cosas,
pero por si acaso no le conté nada al respecto.
Yo empecé a escuchar cosas en los días posteriores.
Pequeñas frases, sílabas incluso.
"Eh", "tú", "eh".
"Esto es sugestión, evidentemente".
Algo después de esta experiencia,
porque realmente lo pasé mal en el teatro...
Lo siento, pero debo admitirlo.
Durante días, comencé a escuchar ese tipo de cosas.
Yo callado sin decir nada a nadie.
De repente, unos cinco o seis días después,
me encontraba en el baño, me estaba lavando los dientes,
y en ese instante en la puerta se escucha:
"Eh, tú". Algo así.
Digo: "Dios mío, por favor". Total, me hice el tonto.
Que no es nada difícil en mí.
Salgo del cuarto de baño, y de repente
mi pareja me mira y me dice: "Vamos a ver, Miguel,
tú has escuchado eso igual que yo, ¿verdad?
Llevo días escuchando cosas y no te quería decir nada".
Me dice ella. La misma actitud que yo había adoptado.
Digo: "Acabo de escuchar lo mismo que tú has escuchado".
Yo también reconozco que llevo días escuchándolo,
y ahora mismo también. Finalmente, se fue disolviendo.
Pocas semanas después, me encontraba en Canadá
con el famoso profesor Michael Persinger.
Le expliqué esta historia. Y, sin titubear, me dice:
"Oye, Miguel, ¿debajo del teatro hay una corriente de agua?".
Recordé que justamente en Almería hay un túnel construido
durante la Guerra Civil que servía de refugio.
Y que pasa justamente por debajo del teatro.
Le contesto: "Sí, claro. Esto, tal...".
Sin titubear, también me dice: "Es normal.
Son pequeñas alteraciones de la corteza terrestre,
electromagnéticas, y eso te hace recuperar
información que quedó ahí atrapada de aquel entonces".
Algo tremendo, ¿no?
Creo que asequible en cuanto a comprensión...
para las personas que les interesa el tema
de fenómenos cercanos a la muerte.
Sí, efectivamente.
No quería que quedase ningún cabo suelto.
Ha sido la labor de varios años.
Es para ir leyendo, digerirlo, irlo acomodando,
que es aquí lo interesante,
a las experiencias que cada uno ha tenido
para poder saber de dónde ha venido cada una de las cuestiones.
Y una cosa muy importante.
El que la ciencia haya intervenido a la hora de explicar esto
no quiere decir que lo haya convertido en un libro árido
en el que le hayamos quitado ese componente mágico.
Para mí, la ciencia tiene mucho de mágico.
Huyo de la ciencia mecanicista del siglo XIX
en la que A más B es igual a C.
Hay una ciencia de ese siglo XXI...
Por ejemplo, aparece en la película "Interstellar",
en el que el padre conoce a su hija anciana
cuando vuelve del futuro tras estar en un agujero negro,
cuando dos partículas cuánticas pueden estar en el mismo sitio
o en distintos sitios, dependiendo del tiempo,
a la vez o tal. Hay una ciencia ahora mismo
que creo que va a revolucionar el concepto de lo que nos rodea,
y eso, a su vez, va a remecer las bases sociales,
religiosas y personales de cada uno.
-Creo que podría ser casi una experiencia cercana a la muerte,
porque, si pudiera, te llevaría a algún lugar
y te haría preguntas durante tres o cuatro días.
Seguidas. Porque tu libro me ha sumido...
Antes decías que es un libro que hay que digerir.
Si bien no es difícil de leer, pero das tanta información
que, efectivamente, a veces resulta abrumador.
Yo lo he tenido que leer muy rápidamente.
Estoy todavía, yo y todas las que estamos aquí...
Lo que me pasa con este libro es que hay muchas cosas que he leído
y que después olvido, que no consigo atrapar,
no consigo colocar en...
Efectivamente. Pero ahora te tengo aquí.
Te voy a hacer, para empezar, una pregunta. Es la siguiente.
Últimamente, escucho mucho esto de...
Cuando se muere alguien, alguien ya mayor,
que ha cumplido ya su ciclo vital, todos te dicen...
A lo mejor se muere con 70 años o con 75, o con 85,
o con 90, y te dicen: "Fíjate, tan joven,
y ha muerto". Yo siempre me quedó así.
Bueno, tan joven no es.
Ahora podemos estar disgustados, tristes, por esa pérdida,
pero joven no es.
Tenemos, cada vez más, una sensación,
como bien dices en el libro, de que la muerte no existe,
que es algo que no tenemos que tener en cuenta,
y que, en último caso, lo van a resolver todo los médicos.
Sin embargo, esa muerte, tan necesaria,
esa muerte que nos ayuda a disfrutar y a comprender la vida,
y deja espacio a los que han de venir.
En ese sentido, me parece que hay, al menos en el mundo occidental,
tan diferente al mundo oriental, una falta de generosidad absoluta.
Creo que está marcando nuestra manera de ser
y de sentir y de percibir todo esto.
¿Por qué queremos acallar esa cosa que nos sucederá a todos,
que es la muerte, y medicalizarla,
y esconderla, y avergonzarnos de ella?
Igual que lo hacemos, por cierto, siempre aquí, en occidente,
con los nacimientos, ¿no?
Como si no fuéramos capaces ni de nacer,
y, por supuesto, las mujeres de dar a luz,
ni de morir dignamente. ¿Por qué sucede esto?
(RÍEN)
Nuestra sociedad vive de espaldas a ese tipo de temas.
Incluso es de todos sabido
que la muerte actúa casi como una sorpresa.
Es decir: "Ah, se ha muerto. Qué raro. ¿Por qué?".
Es una sensación incluso de confusión muchas veces.
En África, un lugar donde he llegado a vivir, en Malí,
y al que voy con toda la frecuencia que puedo,
la muerte es algo tan natural, tan sencillo,
que muchas personas, no ya que no estén tristes,
incluso muchas veces ni siquiera lloran.
"Ah, ha fallecido. Bueno, se ha ido".
Una cosa muy muy natural.
En nuestra sociedad de rentabilidades,
de cuestiones materiales, la muerte es tremendamente incómoda.
Rompe cualquier perspectiva del ser humano.
Lo que interesa es que todos consumamos,
que todos estemos lo más guapos posibles, etc., etc.
Pero enfrentarse a la muerte echa por tierra absolutamente todo.
Porque ahí no vale nada. Todo lo que tengas no vale nada.
Como psiquiatra, lo encuentro en la profesión diaria.
Esas personas que muchas veces tienen
esa abrumadora presencia de bienes materiales,
que es verdad que son infelices,
que no tiene que ser porque tienen los bienes,
pero que, de alguna manera, el vacío que notan es ese.
"Todo esto que yo tengo, todo esto que yo he hecho,
estos planes, ¿es posible, en el fondo...?",
y ahí es donde entra la tiritera,
"¿es posible que todo se vaya a frustrar
porque voy a desaparecer, esto tan importante que he hecho?".
Pues sí, hijo, desaparece. Totalmente.
Hay una cosa curiosa. Los funerales, por ejemplo,
hablando de la muerte,
se han convertido en algo demasiado frívolo.
La gente no para de hablar.
Yo recuerdo los funerales de antes, los velatorios, mejor dicho,
en las casas y demás, y los niños ni mucho menos van ahora a entierros
ni a velatorios ni nada. Más allá de todo esto,
quería preguntarle sobre... En el libro se ve,
en las experiencias cercanas a la muerte,
cómo el conocimiento sensible, los sentidos,
es lo que nos proporciona nuestra percepción, nuestro conocimiento.
Yo recordaba a Descartes en ese "genio maligno" que él decía.
Después de su razonamiento y discurso metódico, dijo:
"Pero hay un genio maligno que igual esto nos lo tergiversa".
Y eso sucede en tu libro y en esas cuestiones.
Algo tan sensible como son los órganos,
tú hablas de que hay trasplantados
que, con otros órganos de otras personas,
han tenido visiones y recuerdos que no eran de ellos.
-Es un tema tremendamente llamativo. Y se ha hecho alusión a ello
multitud de veces en medios de comunicación.
Pero hay una realidad, y es que las personas trasplantadas,
muchas, que no todas, sí que, de vez en cuando,
tienen muy intensos cambios de personalidad.
Incluso algunos aluden recuerdos, cambios de gustos, etc., etc.,
que no se justifican con la medicación que están tomando.
Hay una autora norteamericana que ha estado a punto
de ganar el Premio Nobel varias veces,
experta en endorfinas... De hecho, es la que prácticamente
ha descrito todo el tema de endorfinas en la ciencia.
Paradójicamente, va en contra de la ciencia ortodoxa,
y afirma que no sería extraño,
porque gran parte de esas sustancias,
esos péptidos relacionados con la memoria,
no solo se encuentra en el cerebro,
sino se encuentran en el intestino, en el estómago,
repartidos en otros lugares del cuerpo.
Hay un experimento, que menciono en el libro,
de los más interesantes, a pesar de que ha trascendido poco,
y no quiero comerme la otra mitad del programa,
justamente, a una planaria, que son unos gusanos planos,
se les ha enseñado una serie de cuestiones.
Cuando les cortas la cabeza, la regeneran.
Supuestamente, todo está en la cabeza,
pero la planaria vuelve a recordar.
-Hay una película de Iñárritu, "21 gramos", que trata esta cuestión.
-Los estudios de MacDougall.
-Pero dices que no es cierto. -Sí, claro.
-A ver, Gaona, eres un crack.
Tu libro me ha encantado, pero le sobran 300 páginas
y tú lo sabes. -O 400.
-Yo creo que las personas como tú andáis por el alambre,
por el filo de la navaja, y gastáis muchas páginas
en justificaros ante vuestros amigos de la comunidad científica.
Que no parezcáis unos chamanes, unos iluminados, unos cutres y tal.
A mí todo eso no me interesa, porque tu libro me ha convencido
desde el minuto uno. -Me alegro.
-Hay un tema que me interesa mucho del libro.
Es que es un libro con tantas agarraderos
que no sabrías dónde meterte, pero hay que elegir uno.
Tú hablas de los niños,
de las experiencias cercanas a la muerte en los niños,
de lo apasionante que es...
Niños que están menos contaminados culturalmente,
que ven ángeles sin alas. Yo no sé si alguien aquí,
¿os acordáis de a qué edad os enterasteis
de que nos íbamos a morir?
Por ejemplo, yo tengo una hija de nueve años
que, con seis o siete, vino y me dijo...
Además, daba miedo porque lo decía en inglés,
pero por el bien de la audiencia lo traduzco.
Dijo: "Mamá, tengo tristes noticias. Voy a morir. Vas a morir.
Todos vamos a morir". Yo me quedé helada.
Yo no recuerdo a qué edad tomé conciencia de la muerte.
Háblame de la conciencia de los niños de la muerte
y qué pasa cuando un niño tiene una ECM,
cuando es un ser que a lo mejor recuerda el nacimiento.
Porque tu coincides con Stanislav Grof
en establecer cierto paralelo entre la muerte y el nacer.
Pero mi hija no había tomado conciencia de que todos morían.
Ella creía que podía morir el pato Donald, pero no ella.
El día que tomó conciencia de que yo también,
y yo, sobre todo yo, su madre, se preocupó mucho.
Ella creía que la muerte era para la plebe.
-Una cosita más. Mi hija, con tres años,
a propósito de cuando uno toma conciencia de la muerte,
me pregunta varias veces, mirando un álbum de fotos,
donde ella aún no había nacido, con fotos previas a su nacimiento:
"¿Dónde estaba yo?". "No estabas".
Se enfadaba. "Dime dónde estaba. En algún sitio tenía que estar".
Ya le haces la explicación clásica.
"Hija, estabas asomada ahí arriba, en una nube, esperando a bajar".
"¡Eso no es verdad! ¡Eso es una mentira!
Dime dónde estaba". Hay una conciencia incluso
de preguntarse antes de...
¿Dónde estaba la hija de ella? -Los niños en eso son muy curiosos.
-Desembucha. -Es una buena pregunta.
Habitualmente, los niños suelen tener consciencia de la muerte
a partir de los cuatro o cinco años. -Yo es que no me acuerdo.
-Aunque se les mueran mascotas, no llegan a percibir
si eso es reversible o irreversible, o qué ha pasado con exactitud.
¿Dónde estábamos antes? No tengo la menor idea.
-¿Y ahora me lo dices? A estas alturas del programa.
-Hablamos de la teoría de la panspermia, precisamente.
-No sería extraño, dados los estudios, por ejemplo,
de reencarnación de Ian Stevenson y de otros...
Lo que pasa es que la ciencia no se dedica a estudiarlo a fondo.
-Pero a ese tabú, ese miedo...
Tu libro trasuda miedo a perder credibilidad científica.
Hay tanta página, tanta página, tanta página...
Das los argumentos en contra de lo que acabas de argumentar a favor.
¿Por qué es tan cateta la ciencia?
¿Por qué le cuesta tanto entrar en lo evidente?
-La ciencia está llena de paletos, es verdad.
De paletos científicos.
Muchas veces, la acumulación de conocimientos
no quiere decir tener apertura de miras.
En ocasiones, como en los fanáticos,
cuantos más conocimientos tienes en un sentido,
más te vas cerrando en otro tipo de cuestiones.
Realmente es una argumentación
en que intento convencer a mis compañeros de ciencia
porque sé que tengo unos cuantos lectores en ese ámbito.
Y porque me parece interesante que la ciencia se implique en ello.
Y algunos sitios punteros, como la Laurentian University,
con Persinger, en Canadá, se han preocupado de ello,
y de repente resulta que puede haber una fusión interesante
entre la ciencia y ese otro tipo de aspectos.
-Tú le pusiste el caso de Dios a Dragó.
¿Qué pasó? Cuenta. -Que lo cuente él.
Estoy convencido de que hay una serie de sincronías
entre seres humanos y entre consciencias de seres humanos.
Antes he mencionado el experimento trasatlántico.
Pero hay otros también. El mismo Hans Berger,
el que fabricó el primer aparato electroencefalográfico,
lo hizo porque notó que su hermano,
que estaba en la guerra francoprusiana,
había sufrido un accidente, una herida,
cosa que comprobó telegráficamente después.
A partir de ahí, Berger comenzó a indagar.
Todo el mundo le tildó de loco. Berger se suicidó en el año 44.
Decían: "¿Cómo va a haber electricidad en el cerebro?
Es imposible". Pues claro que había electricidad.
-Hay una cosa que me puso los pelos de punta en tu libro,
que es cuando especulas con posibles experiencias infernales
de suicidas, como una especie de castigo de ultratumba,
que le toque presenciar el dolor de los deudos,
que no es moco de pavo, o repetir cárnicamente
la experiencia que le llevó al suicidio.
¿Eso va en serio o es para meter miedo?
-Es un tema para ahondar más en ello. Tan solo he puesto alguna referencia
en relación a algunas de las historias
que algunos pacientes me han referido.
Es un buen tema para ahondar más. -Suicidios fallidos.
Hay dos científicos, uno de ellos es Luc Montagnier,
a quien tengo el placer de conocer, descubridor del virus del sida,
que apunta que parte de nuestro ADN estaría dedicado a sintonizar,
gran parte de nuestro ADN, para sintonizar con esa consciencia
que se encuentra en esos campos de Schumann electromagnéticos.
Nuestro ADN sería... -Como si tuviéramos una antena.
-Con un móvil nos podemos llamar unos a otros,
pero cada uno tenemos nuestra propia conexión.
Eso enlaza con los órganos trasplantados.
Si tienes un ADN mezclado con el tuyo...
-O sea que Mariló Montero tenía algo de razón.
-Al final, va a resultar que sí.
En este proyecto de consciencia global,
que esto también me ha dejado alucinada,
pero no entiendo exactamente en qué consiste.
Hay una seria de aparatos que mantienen generadores
aleatorios de números en diversos puntos del planeta,
que cuando sucede algo tan trascendente para todos
como, por ejemplo, el atentado del 11-S en Nueva York,
hay una coincidencia de todos estos...
Entonces, esto viene a significar que hay una conciencia global.
-Los átomos se comportan de manera distinta
según les estamos prestando atención o no.
Se que suena a ciencia-ficción... -Sí, a "Interstellar".
-La revista "Science" publicó un artículo
de la Universidad de Cornell hace pocos días que se refería a eso.
Estos aparatos funcionan con el efecto túnel.
El efecto túnel es una cualidad cuántica respecto a los electrones.
La cuestión es, para no enredarnos,
cuando les prestamos atención e intención
sobre un aparato de tipo electrónico, el aparato se comporta distinto.
Dean Radin ha hecho experimentos similares con láseres.
Grupos de meditadores han sido capaces de desviar un haz láser
lo suficiente para establecer...
Pero esa es la curiosidad científica.
La parte práctica es que es muy probable
que nuestras conciencias puedan interactuar.
Y cuando le pase algo a un hijo a distancia, podamos notarlo.
-Ese es el sexto sentido. -La sensación de que algo ocurre.
O influir a otros con esa telepatía.
-O hablar de otras realidades.
Yo creo que en esto, y volviendo al conocimiento sensible,
hay una cosa fundamental. La ciencia, todo lo que no entiende,
lo que no entra en esa rejilla que tienen marcada,
lo meten en el cuezo de la alucinación y no importa nada más.
Yo recordaba también, por nombrar algunos filósofos...
Esto es muy antiguo, Hume rompió el principio de causalidad.
-Efectivamente.
-Y aquella frase que sigue retumbando en mis oídos:
"¿Sonará un árbol cuando se parta si nadie lo está escuchando?".
Estamos hablando de otras no sé si realidades, consciencias...
Pero el conocimiento sensible es finito.
-Efectivamente. Esa frase es propia, igual que otras de índole budista,
parece que están sacadas de un libro de física cuántica.
-Pero a la física cuántica sí se le da crédito.
-Como nadie la entiende, nadie sabe contradecirlo.
Quiero recomendar "Huérfanos de Sofía.
Elogio y defensa de la enseñanza de filosofía".
El prólogo es de Javier Gomá.
Y luego, una serie de profesores catedráticos de filosofía
que recomiendan, en estos tiempos de modernidad líquida,
como decía Bauman, el consumo de la filosofía
y aprender a conspirar, que, si vamos a la etimología,
viene "respirar", precisamente, de ese verbo.
Pues aprender a respirar y a ser más disciplinados.
"Huérfanos de Sofía", Fórcola.
Y luego, lo último es que quería mandar este libraco...
que se llama "Viaje a las puertas del infierno",
de Fermín Bocos, publicado por Ariel recientemente.
Es de ahora mismo. No suelo recomendar libros tan recientes.
Mi libro es de periodistas. Pero este es un libro muy simpático.
Fermín Bocos ha rastreado culturalmente
las distintas puertas de acceso al Hades,
alguna en Huelva, alguna en Eleusis...
De hecho, el libro es como un hermano pequeñito
de tu "Gárgoris y Habidis".
La diferencia es que lo puede leer todo el mundo.
Es mucho menos denso. Además, está hecho con gracia.
Fermín Bocos es un pedazo de progre, es muy progre.
Eso significa que es más o menos ateo y no cree en estas cosas.
Pero en el libro le han faltado perplejidades,
y es que el mundo antiguo no se deja simplificar tanto como el moderno.
Entonces, un libro divertido, recomendable,
que se lee con la sonrisa en los labios y que,
para nuestra vergüenza, nunca te acostarás sin saber algo más.
Nos recuerda muchas cosas que deberían
no haberse dejado de enseñar en las escuelas.
que no tiene que ver con el tema que hablamos hoy.
Es "David Copperfield", de Dickens.
Es un libro que yo adoro y que lo descubrí siendo ya mayor,
porque lo leí como con 30 años o así. No fue una lectura juvenil.
No sé en qué editorial está en España,
porque esta versión está en italiano.
Es uno de los grandes novelistas de la era victoriana,
que consigue en este libro hacer un repaso por su propia biografía,
completamente azarosa y tremenda.
Porque Dickens fue, entre otras cosas,
hijo de un señor que acabó en la cárcel,
y toda la familia siguió al señor en la cárcel.
En aquella época, la familia acompañaba al preso.
Y Dickens se quedó solito, con 12 años,
trabajando en una fábrica de zapatos o de betún o algo así.
A raíz de estas experiencias, escribe este libro.
Yo lo he pasado bien en el sentido clásico del término.
He reído, he llorado, me he emocionado,
y nunca más he vuelto a olvidar esta historia.
Siempre hay que recordarlo.
Yo también lamento profundamente la cantidad de veces
que hemos tenido que arrastrar tus diccionarios en los viajes.
-¿Ves cómo la digitalización no siempre es perversa?
De manera sibilina, es otra recomendación.
En el cohete, si los extraterrestres, por ejemplo,
han pasado por el programa en alguna de las conversaciones,
tuvieran que recibir algo como eso que se mandó al espacio
con unos dibujos para que... -Sí, la sonda.
-"Tonto el que lo lea".
-Qué mejor que si todo está en los libros,
como dice la sintonía, y los libros son los protagonistas,
"La historia de las bibliotecas". ¿Por qué está bien?
Porque pueden ver cómo nuestra civilización, la humana,
desde Asurbanipal, que era guerrero, pero muy ordenado,
que ya empezó con la singladura topográfica a ordenar libros...
Sí, creo que sale Dragó aquí con su biblioteca.
a ver si lo recibe alguien en otra realidad.
y Anna lo coloca, que está más cerca. -El trabajo sucio.
-Editorial Nerea.
-He traído unos cuantos. Voy a resaltar quizá...
El primero de ellos es, sencillamente,
porque fue el primer libro que leí con siete u ocho años.
Acabo de descubrir una nota... -No tenías mal gusto.
-Dice: "En vuelo de Chile a Canadá,
21 de diciembre de 1965".
Fue el primer libro que me hizo soñar.
Onírica, se dice onírica.
-Y luego, todos los "Reader's Digest" que existían desde 1930 y algo,
yo me hacía el enfermo en casa solamente para quedarme a leerlos.
Eso me dio una inclinación hacia el tema de la literatura.
-Te has traído el pequeño Larousse. -Sí.
Comencé a leerlo de una manera enfebrecida.
Durante los tres meses de verano, en Sudamérica, en Chile,
empecé a descubrir que cada palabra es un símbolo.
Y cada símbolo es un pensamiento.
Y al descubrir palabras, no descubría solo palabras,
descubría maneras de pensar y cosas que me habían sido ocultas.
Por eso he traído algo que aparentemente es banal,
pero que encierra una manera de pensar.
Nada más pedirme poner un libro en el cohete,
inmediatamente, más rápido que los demás,
me vino este a la cabeza. -Ahí hay rabia oculta.
-La clasificación internacional de enfermedades mentales.
Creo que un reduccionismo que ha hecho la psiquiatría,
empezando por EE. UU., con los DSM-III, DSM-IV, DSM-V,
y ahora vamos por el CIE 11,
reduce el comportamiento humano de una manera vergonzosa.
Y el meter en un libro todo aquello que no sea normal
me parece tremendamente penoso. -Etiquetamos.
-Las etiquetas. -Según este libro,
toda la gente interesante está enferma.
-Al menos muchos de ellos. Así que yo, por mi parte, también...
Lo pongo en el cohete.
Efectivamente. Vamos a sacar dentro de poco,
Peter Fenwick y yo, un verdadero manual
para ayudar a las personas que están en trance de fallecer,
también para las familias, los amigos...
Porque hay muchos fenómenos que ocurren,
algunos los hemos mencionado, que es importante saber manejar.
Y eso conduce a una buena muerte.
Estoy aquí encantada escuchándoos. Se me olvida el poema
y se me olvida todo. Me preguntaba antes aquí el padre
qué poema había elegido para este programa,
y le he dado una respuesta ambigua.
"Uno que te va a gustar seguro, que sé que te gusta".
Se trata de "Melancolía de desaparecer",
que me parecía un tema muy adecuado para hoy.
Es un poema de Agustín de Foxá, y dice así:
"Y pensar que después que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera, encarnará en la seda de las rosas.
Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata que inundan mi vieja serenata
cuando aún cantaba Dios bajo mi frente.
Y pensar que no puedo, en mi egoísmo,
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja,
que he de marchar yo solo hacia el abismo,
y que la luna brillará lo mismo y ya no la veré desde mi caja".
Programa divulgativo sobre el mundo del libro. En esta ocasión el psiquiatra Jose Luis Gaona nos presenta su libro "El límite".
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Fantástico programa. Reveladores descubrimientos del Dr Gaona.