1990
-Eso es, ahí.
Muy bien.
Naturalidad, naturalidad.
Quieto... quieto, quieto.
-¡Ha salido "El Heraldo", "Heraldo"!
¡"Heraldo", ha salido "El Heraldo"!
(SILBA FUERTE DOS VECES)
-¡Arturo, Arturo!
-¡Ha salido "El Heraldo", "Heraldo"!
-¡Ha salido "El Heraldo"!
¡Compren "El Heraldo"!
¡Heraldo!
¡Ha salido "El Heraldo"!
-"Heraldo". -Chaval.
-Arturo...
(RÍE) -Hoy te has puesto la chalina azul, ¿verdad?
-Ah, también sé que eres un chico muy guapo,
yo veo las cosas a mi manera.
-¿Tu madre no sirve en casa de tus tíos?
-¿Se cela de tu madre?
-No sé por qué tienes que salir de estampida cuando venimos aquí
para callejear con ese golfo.
-Ha llegado el momento de las vacas flacas.
-Como siempre.
-Naturalmente, todos sabemos con quien están en Madrid.
-Como todo el mundo, no se me sulfure.
(TODOS HABLAN ENTRE ELLOS)
Le advierto que en Barcelona se va a armar la gorda.
-Harta me tiene con la dichosa política.
Dale que te pedo todo el día, como si no hubiera otro tema.
-Mujer, los hombres ya se sabe,
¿de qué quiere que hablen? De política o de mujeres.
Y de mujeres en presencia del padre, ya me contará, mejor de política
y así se hacen la ilusión de que arreglan el mundo, déjelos.
-Muy bien, Arturito. Cuéntanos que estudias, anda.
-¡Qué maravilla de niño!
-¿Y qué quieres ser de mayor?
-Coge lo que quieras, ¿eh?
canta esta temporada en el Real.
A ninguno de los dos nos gustaría dejar esta vida sin oírle,
se lo digo con tiempo, señor, consiga que podamos escucharle.
Hable usted con quien sea, pero tráiganos los billetes.
Usted es el jefe de la clac del teatro
y sabrá cómo conseguirlo,
a cambio nos pide lo que quiera.
-Si Titta Ruffo viene a Madrid ustedes le oirán, se lo aseguro.
No pongo precio,
solo querría tocar un poco, necesito practicar.
-Claro, hombre, pues póngase por ahí y toque, faltaría más.
-¿Te han gustado los regalos, Arturo?
-¿Y cómo le ha dado por el tambor y no por otro instrumento?
-La técnica, amigo mío, la técnica.
Yo nací para la música,
pero no pude permitirme el lujo de tomar lecciones hasta hace nada.
Había echado panza y mis dedos estaban deformados de trabajar,
para el piano, ya me dirán ustedes con estas manos.
Y con los instrumentos de viento se me saldrían las muelas.
Ahora ahorro para un xilófono que se toca lo mismo.
-Ah, muy bien.
-Con la fundación de la escuela de traductores,
Toledo se convierte en un lugar privilegiado
en el que conviven las tres culturas fundamentales.
Y allí revivirán los viejos saberes de la antigüedad
que permanecían olvidados
y que por eso mismo llegaron a parecer nuevos.
Recordad lo que decía el sabio Salomón:
"Nada hay nuevo, solo lo olvidado".
Vamos a ver, ¿a qué tres culturas me refiero?
Tú.
La cristiana, la islámica y...
y... (BAJITO) -La judía.
...y la de los judíos. -¡Muy bien, muy bien!
Y ahora vamos a preparar un análisis gramatical.
Voy a dictarles.
Voy a dictarles.
"Dar la vida por la patria...".
(BAJITO) -Está loco, ¿no lo ves?
-"Dar la vida por la patria...".
-¿Tiene qué?
-Eso se le quita con una buena tía, seguro.
-"...gran virtud".
-En cuanto haga lo que hace el padre Pinilla se le pasa.
-"...como el muchacho lombardo,
es una gran virtud".
y vestido de hombre se va por ahí de juerga con señoras.
-Debe haber algún dato equivocado,
esto no tiene solución.
-¿Tú eres capaz de resolverlo?
-¿Está usted seguro?
-Pues yo no lo estoy tanto,
pero en fin, pasemos a otra cosa.
-¿Amas y respetas a tus padres y a tus maestros y profesores?
¿Mientes?
¿Sabes qué manda el sexto mandamiento?
-Explícame lo que es fornicar.
(ENFADADO) -¿Cosas entre hombres y mujeres, eh?
¿Y qué es lo que hacen los hombres y las mujeres, sinvergüenza?
-¡Estaría bonito, mocoso!
Pero no te he preguntado si has fornicado o no,
lo que yo te pregunto es si sabes lo que es fornicar.
(ENFADADO) -Lo que yo necesito saber es cómo hacen los hijos
los hombres a las mujeres.
-¡Pero lo que sí sabrás es tocarte tus partes!
-¡Pues eso, eso es fornicar!
-Mira, lo que quiero saber es cómo te las arreglas para estudiar.
Yo estoy harto de que me castiguen y quiero hacer las cosas bien.
A cambio, nadie se meterá contigo,
si quieres, puedes jugar con nosotros.
-Yo en cambio me las estudio 20 veces y me las aprendo de memoria,
con puntos y comas, pero como si nada.
-¿Me vas a ayudar?
-Anda, vente a jugar con nosotros.
-Ellos también.
(GRITANDO) -¡Vamos, fuera!
¡Fuera!
¡Fuera!
¡Fuera, fuera, fuera!
¡Hoy no le doy la absolución
hasta que no bese cien veces las piedras del altar!
-Pero, padre... -¡Che, no hay padre que valga!
Haga, haga lo que le digo.
Hágalo, hágalo.
Hágalo.
(MUY DOLORIDO) -¡Aaaaay!
¿Quién ha sido?
¿Quién ha sido?
¡Quiero saberlo!
-He sido yo.
(FURIOSO) -¿Tú, y por qué, eh?
-Porque es usted un tío ladrón, nos tuvo castigados sin motivo
hasta que se hizo de noche y por su culpa mi padre me dio una paliza.
(RESOPLA) -Mira...
-Como me ponga las manos encima, le juro por estas
que en cuanto le coja por la calle de una pedrada lo dejo en el sitio.
-¡Sal de aquí ahora mismo y tráete a tu padre!
¡Si no vienes con él no se te ocurra volver!
¡Venga, fuera!
-Tú, lee para todos.
Los demás escuchen.
-"Al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento
y sus discípulos le preguntaron:
Maestro, ¿qué pecados son la causa de que este haya nacido ciego,
los suyos, o los de sus padres?
Respondió Jesús:
No es por culpa de este ni de sus padres,
sino para que las obras de Dios resplandezcan en él.
Conviene que yo haga las obras de aquel que me ha enviado
mientras dura el día,
viene la noche cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo...". -"Reparad en los cuervos,
que ni siembran, ni siegan y no tienen (SE TRABA)...
troje ni granero, y sin embargo Dios los alimenta.
Ahora bien, cuanto más valéis vosotros que ellos".
-¿Quería usted verme?
-Sí, señor.
(CARRASPEA) ¿Quiere hacer el favor?
-¿Le ha puesto al corriente su hijo de lo que ha pasado?
¿No se lo ha contado?
-Cuéntaselo, ¡cuéntaselo, anda, cuéntaselo!
-Yo no he hecho nada.
-¡¿No has hecho nada, sinvergüenza?!
Se ha vuelto contra mí,
¡contra su profesor!
¡Me ha agredido, ha agredido a su profesor!
-¡Aaay, aay!
-He aquí al réprobo.
¡que hasta su propio padre tiene que repudiar
como a la mala semilla!
¡Un hijo de Satán...
indigno de vivir entre los humanos!
Continúa leyendo.
-Siéntate.
¿Quieres un vaso de recuelo? Anda, sí, estará calentito.
¿Ves a tu madre?
-¿Y a tus hermanos?
-Tu madre y tú sois los únicos que os acercáis a besarme,
por eso yo digo por todas partes que somos familia.
Lo digo tanto que yo misma me lo he creído.
Vosotros y Tobi es todo lo que tengo...
y es mucho...
mucho.
Come.
(GRITANDO) -¡Barea!
¡Barea!
Mira, papá, este es Barea.
-Ah, el muchacho que te ayuda.
Gracias, Barea.
¿Qué hace tu padre?
-¿Y tu madre?
-Aprende de él, que buenos cuartos me cuestas
para que luego seas más burro que los que estudian de caridad.
-Aquí son los dos iguales.
Es más, si por mí fuera,
el que estudia de caridad sería mucho más
que el hijo de cualquier propietario por mucho dinero que tenga.
-Usted me ha entendido mal,
yo no he querido meterme con el chico, hablo de su condición.
-Venga, a la calle,
el domingo es día para jugar y pasarlo bien.
-Te estoy esperando para el rosario, Arturo.
Tan creía que estabas estudiando.
¿No es muy tarde, Leonor?
-...de tu vientre Jesús.
-Dios te salve, María, llena eres de gracia, el señor es contigo,
bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre,
Jesús.
(SIGUE REZANDO)
(SIGUE REZANDO)
-Estábamos esperando y nos pidió que le echáramos una mano.
-Hola, madre.
Hola.
-Gracias, señora Leonor, me han estado ayudando.
Ya le regalaré a Arturo unos buscapiés
en cuanto acabe esta mano.
-¡Siempre igual!
Los sacos los entramos Rafael y yo, la señora Engracia te da las gracias
y a Arturo le ofrece unos buscapiés.
-Es a él al que no le gusta vernos.
-Madre, ¿por qué no nos llevó a la inclusa?
-La señora Pascuala, la portera.
Dice que cuando padre murió este solo tenía dos meses
y que lo normal hubiera sido llevarnos a la inclusa
porque usted no podía...
-Madre, un día le sacaré de trabajar.
-Como la tía Baldomera.
-Lo quiere convertir en un señorito.
-¡Eso no es verdad!
-¡Heraldo!
¡"Heraldo", ha salido "Heraldo"!
¡"Heraldo"!
-Niño, dame uno.
Hoy me voy a quedar en el café.
El señor Encinas, el del tambor,
ha corrido la voz de que esta noche ocurrirá algo gordo.
-Ahí está, nadie lo sabe, solo el señor Encinas.
-¡"Heraldo", "Heraldo"!
-¡Ha salido el "Heraldo"!
-¡"Heraldo", "Heraldo"!
-¡Ha salido el "Heraldo"!
(SILBA)
(BAJITO) -Dejadlo.
Dejadlo.
Tenéis que tocar el prólogo de "Payasos", ¿eh?
-¿Qué? -El prólogo de "Payasos".
(CANTA CON VOZ DE TENOR EN ITALIANO)
-Es Titta Ruffo. -¿Titta Ruffo?
-Titta Ruffo, está en el Real con el "Rigoletto".
-Canta para nosotros.
-¡Bravo! -¡Bravo!
-Bueno, puedes irte con ella.
-El niño se acostará en su cama como siempre.
-Pero mujer... -No hay mujer que valga.
El niño duerme mejor solo.
-Bueno, eso lo dices porque se te antoja.
¿No ha dormido un montón de noches con nosotros sin importarte nada?
-¡He dicho que no y es no!
Esto no se le ocurre al niño, seguro que ella lo ha aleccionado.
¡Leonor, Leonor!
Él niño duerme en su cama porque lo mando yo
y se acabó la historia.
-Pues como si no, ahora yo digo que el niño duerme con nosotros.
-Estás loca, Baldomera,
estás loca y nos vas a volver locos a todos.
-¡Sereno!
-¡A ver ese perro, señor Paco, ya está haciendo escándalo!
Salir de las faldas de la tía y tomar un poco el aire
eso es lo que necesitas.
que con tanto cura y tanto rezo te van a convertir en un suspiro.
-Lo que darías por que saliera un descreído como tú,
pero al chico no le falta de nada.
Y no sé qué puedes decir de su educación,
más valiera que fueras pensando en ponerte a bien con Dios.
que ya eres un vejestorio
y si sigues así, el día menos pensado...
te verás en el infierno.
-Mejor, más caliente.
Además, mira, al infierno la gente va de buen humor
y al cielo todas las beatas aburridas como tú
y francamente prefiero la gente divertida.
-Tú y tus blasfemias. -Las blasfemias solo las digo
cuando me pisan un callo.
Lo que no soy, ni quiero que lo sea mi nieto
es una espiritada como tú
que no sabes salir de entre las faldas de los curas.
Mira, Baldomera, yo sé que eres buena,
y que el chico está la mar de bien en tu casa,
pero lo estás volviendo idiota.
Tú reza lo que quieras,
pero a él déjale que juegue.
¿Verdad que lo que quieres es jugar?
-Cuando tu madre se quedó viuda
lo único que Dios hizo por ella fue dejarla en la calle
con cuatro hijos y cinco pesetas en el bolsillo.
Después se conoce que le dio lástima
y la hizo criada y lavandera,
y todavía hay que rezarle y darle las gracias.
Si tu padre te oye se muere otra vez.
¡Pero qué burra soy!
Hablo demasiado, pero es porque me gustaría verte crecido
y a salvo de tantas barbaridades que yo sé que no son.
No te enfades conmigo, porque me llevo un buen disgusto.
-¡Al coche, vamos!
-Cuando pases de vuelta, te quedas unos días...
(ALEGRE) y tendremos tiempo de hablar.
-Tú eres Arturo, el pequeño de mi Leonor.
-Eres él último.
(TOSE AHOGADO)
(SUSPIRA ALIVIADO) -Ah...
-Vamos, Arturo que se te va a juntar el desayuno con el almuerzo.
(RÍE)
(RÍE Y SUFRE UN ATAQUE DE TOS)
-En cuanto salgamos a la calle te voy a hinchar los morros.
todos pendientes de ti y a nosotros no nos hacen ni caso.
(SUFRE UN ATAQUE DE TOS)
-Esta maldita tos...
Tu tía se empeña en que no fume cuando es lo único que me la calma.
(TOSE)
¿Eh?
(RÍE)
-¡Virgen santísima, ¿pero cómo se te ocurre?!
El tabaco le está matando,
y no se lo prohíbo yo, se lo prohíbe el médico.
Anda, atrévete a negarlo.
-¡Pero no ves que ya no toso! Es el no fumar lo que me hace mal.
-Con que ya estáis todos aquí.
¿Te parece bonito no haber pasado por casa?
-Llegó anoche, mujer, y todavía no ha pisado la calle.
-Luego paso a recogerlo.
Comerás con nosotros, ¿eh, madrileño?
Hasta luego.
(TOSE)
(TIENE UN ATAQUE DE TOS)
-No te preocupes, si no me va a pasar nada.
Total, para los años que me quedan.
-¿Es el niño de tu hermana? -Sí, el pequeño de la Leonor. (RÍE)
A tomar el aire y a descansar. Estudia con los curas
que no saben dónde meterlo porque es el más listo del colegio.
-Qué bien. Bueno, guapo, salado, adiós.
-Adiós.
-¿Qué, el sobrino de Madrid? -Sí, el pequeño de Leonor,
Arturo, un talento.
Don Justo...
Aquí tiene a mi sobrino, ¿se acuerda de él?
-No, no me acuerdo, no.
¿Cómo te llamas?
-Va a pasar unos días con nosotros.
Este invierno ha estudiado mucho
y le ha llegado el momento de su descanso.
-¿Te gustan los animales y las plantas?
-Pues ven a buscarme un día y damos un paseo.
Adiós, Arturo. -Adiós, adiós.
-Niño...
Anda, dale.
Eso es.
La herradura con siete agujeros.
Y así si alguien la encuentra... será que ha encontrado la fortuna.
Vamos a celebrar tu llegada, madrileño.
Bebe, que es bueno para la sangre.
-Esta misma tarde te voy a comprar una cocota de peón
y te voy a hacer una punta retorneada.
-Aquí debías pasar las vacaciones, en la fragua,
de aprendiz conmigo, ¿te gustaría?
¿A qué esperas?
Anda, vete a jugar con ellos.
(GRUPO) -¡Guerra, guerra, guerra!
-¡Vámonos!
-Eh, ayuda.
-¡Está fría! -¡Venga, venga!
(HABLAN A LA VEZ)
-¡Vamos, más rápido, venga!
-¡Venga, venga, vamos!
-Come, gorrión.
Después vas a correr por la alameda, a tirar del fuelle y a divertirte.
Lo que te hace falta son buenas magras y moverte.
(RÍE) Mirándote esas pantorrillas que gastas
no sé para qué sirve tanto estudio.
-Pobrecillo.
-Hay que clavarla exactamente en el centro,
porque si no, la peonza al bailar nunca se quedará dormida.
-No, no hay faldas para esconderse, señorito.
La tía no te oirá por mucho que grites cuando te sacuda.
¿Pero quién te crees que eres, eh?
Pues lo mismo que nosotros,
te voy a hinchar los morros para que lo aprendas.
Suéltale, que se defienda.
¡Anda, cobarde, gallina!
-¡Dale fuerte, que no se escape! -¡Arréale!
-¡Deja a tu hermano grandullón!
-¿No os da vergüenza, los dos contra el hermano pequeño?
Vaya un par de valientes.
-¡Es un descastado! -¿Cómo?
-Un descastado, no quiere nada de nosotros.
-Hala, a lavaros.
Arturo...
ven a ver qué te has hecho, hijo.
Chupará la sangre y te curará la herida.
Déjalo, ¿eh? Déjalo ahí.
Y ahora mismo estáis haciendo las paces,
ya os habéis calentado bastante.
Y la próxima vez que os zurréis os doy un azotazo a cada uno
que andaréis cojos toda la semana.
Vamos, estoy esperando.
-¡Esto ya vale a 35 céntimos, ha subido!
-¡Pimientos, tomates, lechuga!
¡Señores, señores!
¡Pimientos, tomates, lechugas!
-¿Me da diez céntimos de petardos, por favor?
¿Cómo los encendemos?
-Para una caja de cerillas
-¡Eh, sinvergüenzas!
¿No os da vergüenza a los tres,
la burla de una anciana?
-¡Sinvergüenzas, canallas, hijos de perra!
-¡¿Pero qué pasa?! -¡Sinvergüenzas!
¡Hijos de perra! -¡Pero qué susto, por Dios!
¡Ahí van a la carrera! ¡Sinvergüenzas!
(RÍEN)
(DOLORIDA) -¡Ay, ay, ayyy!
-¡Habéis tenido al vecindario en un grito!
¡Venga, ya estás sacando todo lo que llevas en los bolsillos!
¡Habrase visto los mocosos,
dando sustos de muerte y paseando con el pitillo en la boca!
-¿Pero qué hace, tía?
(GRITAN ASUSTADOS)
-Mira, mira.
-Un halcón peregrino.
Míralo bien.
Con tanto estudio y tantas matrículas,
¿a dónde quieres llegar, qué te gustaría ser?
-¿Escritor, para contar qué?
-Esa es una corneja.
Yo quería ser un gran profesor,
pero de eso hace tanto tiempo que me parece un sueño.
He quedado solo para enseñar a leer a los niños
y apenas han aprendido, muy jóvenes, a los ocho o nueve años,
se van al trabajo del campo y ya no vuelven a la escuela.
Todo el tiempo que me queda libre lo dedico a mirar los pájaros,
los árboles,
y atiendo a los animales que me traen los vecinos:
perros, gatos, mulas, lo que sea.
Arreglo patas rotas y pongo remedio a cualquier enfermedad.
No me hacen caso como maestro,
pero como veterinario no me cambian por uno de verdad.
(SUSPIRA) Ay...
Tienes suerte de poder estudiar,
nadie debe renunciar a aprender todo lo que pueda,
no es bueno vivir en la ignorancia.
Todos los males vienen de ahí, de esa limitación,
de no saber.
por lo desgastados que tiene los dientes.
Le hemos cogido tan fácilmente...
-¡Chis!
-¡Chis! -¡Silencio, hombre!
-Como todos los años...
en el día en que la iglesia de Cristo
celebra la festividad de nuestra santísima Madre.
el pueblo de Méntrida pujará por las andas de nuestra Señora.
-50 reales.
-¡200!
-¡400!
-¡500! -¡Mil!
-¡Aquí, aquí!
-¡Más alto, los hombres también!
-¡Todos, que se oiga hasta en Toledo capital!
-¡Eh, ahí arriba, ¿qué estáis haciendo ahí?
(RÍE) Mira cómo corren, mira.
¡¿Qué, estáis dándole ya, o qué?!
¡Huy, huy, miran cómo corren!
¡¿Qué hacéis ahí?! ¡Vamos arriba!
(GRITA ASUSTÁNDOLES)
(RÍE) ¡Mira otros ahí!
¡Está lleno esto! (RÍE)
-Cuando yo era como tú ya tenía que ganarme el pan.
Llevaba la comida a mi padre y a mis hermanos
a donde estaban labrando
y me ocupaba de que el botijo tuviera siempre agua fresca.
En la noche, me levantaba a la luz de las estrellas
para dar de beber a las bestias
y muchas veces dormía con las mulas cubierto con una manta.
Fui soldado porque buscaba algo lejos del pueblo,
algo que aprender.
Tenía 20 años cuando empecé a hacer lo que haces tú ahora,
estudiar.
Lloraba de rabia de no poder escribir,
con aquellos dedos gordos y duros de callos,
pero aprendí las letras y los números.
Desde entonces me aficioné a leer
y todavía busco en los libros la explicación de la vida,
porque en ellos tiene que estar.
Cada libro cuenta la experiencia y la memoria de un hombre,
y todos ellos juntos son la historia del mundo.
¿No es así?
-Vaya, caballerete, con que lee usted a Honorato de Balzac.
-Y yo lo aplaudo, señor Barea,
aunque sea francés no está mal el señor Balzac...
para personas formadas, claro es.
Lo perverso de esta publicación no está en Balzac,
que la escribió, sino en quien la editó,
Vicente Blasco Ibáñez,
un impío contumaz condenado por el santo padre.
Un ateo sacrílego que se ha propuesto con su editorial
la corrupción de las conciencias.
Si en su casa, o donde quiera que sea, ven libros como este,
destrúyanlos se enfade quien se enfade.
¡Dios está con vosotros!
Usted, Barea, seguirá la clase de rodillas durante todo el mes,
eso le enseñará a escoger sus lecturas.
-¿Qué es?
-¿Qué plantaste?
-La tía está un poco disgustada, se acaba de acostar.
-No has querido acompañarla.
Me ha dicho que...
-¿Por qué?
-Vaya, creí que no te encontrabas bien.
¿Vas a quedarte mucho rato?
-¿Cuántos dioses hay?
-Uno. -Uno sí, pero no es eso.
-Tres. -Sí, tres, pero tampoco es eso.
-Hay tres dioses, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
pero un solo Dios verdadero.
-Muy bien, eso es lo que yo quería oír.
-¿Y cuál crees tú que sea?
-Os cuento una historia.
Escucha.
Un hombre santo
paseaba por la orilla del mar
y en la playa encontró a un niño
que llenaba una concha con el agua del mar
que vertía en un hoyo en la arena.
"¿Qué haces?", le preguntó el hombre santo.
"Verter todo el agua del mar en este hoyo", le respondió el niño.
"¿Cómo quieres que quepa todo el agua del mar, que es infinito,
en un hoyo tan pequeño?
Es imposible", le replicó el hpmbre santo.
"Más imposible es averiguar por qué Dios es uno...
y a la vez trino", concluyó el niño.
"y tú te empeñas en averiguarlo".
En esto comprendió el hombre santo que hablaba con un ángel
y que la que salía de sus labios era la palabra de Dios.
¿Está claro, Barea?
-Ninguno sabemos nada de nada,
lo único cierto es que existimos.
Que existen el sol y la luna, las estrellas,
y los pájaros y los peces y las plantas,
y nosotros mismos, todo.
Y que todo vive y muere.
Alguna vez tuvo que ser la primera.
La primera gallina o el primer huevo, no lo sé,
el primer árbol y el primer pájaro,
alguien los hizo.
Después todo marcha bajo una ley.
Los mundos se mueven por una camino trazado siglos y siglos
y todos los seres nacen y mueren bajo esta misma ley.
A esto le llamo yo Dios,
en el que creo, el que ordena esto.
Madrid, verano de 1907. Arturo Barea es un niño de nueve años que estudia como pobre en las Escuelas Pías de San Fernando, en el barrio de Lavapiés. Vive con su madre Leonor, viuda que trabaja como lavandera en el río Manzanares para sacar adelante a sus cuatro hijos, de los que Arturo es el benjamín.