Es la última hora de la tarde del 26 de noviembre de 1922 Howard Carter y su grupo de colaboradores están a punto de conseguir lo que llevaban mucho tiempo esperando: Traspasar una pared de 240 por 160 centímetros y ser testigos de un espectáculo que ningún otro hombre de su época había tenido el privilegio de ver, la mismísima tumba de Tuntakamon.
Aquel espacio que Carter y su gente vieron es exactamente iguales a una réplica construida en un polígono de Leganés por empresa FACTUM ARTE. Desde su descubrimiento la tumba del faraón recibe cada año la visita de cientos de miles de personas. La humedad que causan la respiración y la sudoración de los visitantes es una agresión continua para las pinturas. Los expertos consideran que a este ritmo actual de visitas en 200 años estarán completamente destruidas, que la experiencia de acceder en persona a la tumba de Tutankamon será pronto cosa tan del pasado como los propios faraones. Una de las soluciones es cerrar esta y otras tumbas, también en peligro, y crear replicas exactas
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