Domingos a las 10.30 h.
(Música)
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Nosotros, influidos por la figura del padre Damián,
que nos hace un periodismo comprometido,
un periodismo que se fija en las necesidades
del hombre y de la mujer de hoy,
especialmente de aquellos que no cuentan,
ser voz de aquellos que no tienen voz.
En nuestras páginas y nuestros reportajes, nuestros artículos,
las columnas, también queremos tender un puente
con la cultura actual, ser un atrio de los gentiles,
que diría el papa Benedicto XVI, una propuesta positiva
desde el Evangelio.
Tenemos una vocación social, un servicio que hacer hace la sociedad.
En la "Revista 21",
igual que el resto de medios de comunicación social,
ahora mismo nos encontramos en un momento de cambio.
De búsqueda de la veracidad que el papa Francisco nos pide.
De apuesta también por ese amor, ese amor que hay que buscar,
que que comunicar y que hay que transmitir a tantos corazones
y personas que nos leen, que nos ven y que reciben la revista.
A la vez, estamos en un momento de cambio, de transformación,
de apuesta por los medios digitales. Sabemos la crisis del papel,
que existe, sabemos que cada vez es más difícil sacar un producto
como el nuestro en papel, mensual,
con mucho periodismo de investigación.
Creemos que el camino está por ahí, por ahondar ambos modelos,
tanto de comunicación digital como el de la comunicación offline.
(Música)
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En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
La gracia en estos Señor Jesucristo,
el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo
esté con todos vosotros. -Y con tu espíritu.
-Nos sentimos como Juan el Bautista en camino.
Somos Iglesia agradecida por el don de la fe,
queremos acoger el designio de Dios en nuestras vidas.
Sentimos en la eucaristía que nuestra fraternidad
se abre a los deseos y necesidades de la humanidad.
A ejemplo de San Damián de Malocay, inspirador de la "Revista 21"
a quien damos gracias por estos 100 años de trayectoria.
-Nos preparamos para celebrar la eucaristía, la palabra del Señor.
Con Jesucristo, los que estamos aquí, en el templo,
los que nos siguen en televisión.
Somos pecadores, confiando en la misericordia de Dios
y pidiendo perdón.
A ti, a quien Juan proclamó el cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo, te invocamos.
Señor, ten piedad. -Señor, ten piedad.
-Cristo, ten piedad. -Cristo, ten piedad.
-Señor, ten piedad.
-Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos conduzca a la vida eterna.
-Amén.
-Aclaramos a Dios con el Gloria.
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Oremos.
Oh, Dios, que suscitaste a San Juan Bautista para que prepárase
a Cristo el Señor un pueblo bien dispuesto,
concede a tu familia el don de la alegría espiritual
y dirige la voluntad de tus hijos e hijas por el camino de la salvación
y de la paz.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos
de los siglos. -Amén.
Lectura del libro de Isaías.
Escuchadme, islas;atended, pueblos lejanos:
Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó;
en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida,
me guardó en su aljaba y me dijo:
"Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso".
Mientras yo pensaba:
"En vano me he cansado,
en viento y en nada he gastado mis fuerzas",
en realidad mi derecho lo llevaba el Señor
mi salario lo tenía mi Dios.
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo,
para que le trajese a Jacob,
para que le reuniera a Israel
"He sido glorificado. Dios es mi fuerza.
Hay que restablecer las tribus de Jacob
y traer a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance
hasta el confín de la Tierra".
Palabra de Dios. -Te alabamos, Señor.
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-Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.
-Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma.
porque son admirables tus obras.
Te doy gracias, porque me has escogido.
-Mi alma lo ha reconocido agradecida,
no desconocidos mis huesos,
cuando en lo oculto me ha ido formando
y entretejiendo en lo profundo de la Tierra.
Lectura del libro de los hechos de los apóstoles.
En aquellos días, dijo Pablo:
-"Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza:
'Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón,
que cumplirá todos mis preceptos".
Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia
un salvador para Israel: Jesús.
Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel
un bautismo de conversión;
y, cuando estaba para acabar su vida, decía:
'Yo no soy quien pensáis;
viene uno detrás de mí
a quien no merezco desatarle las sandalias'.
a quien no merezco desatarle las sandalias'".
Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios:
A nosotros se os ha enviado este mensaje de salvación".
Palabra de Dios.
-Te alabamos, óyenos.
(Música)
A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del señor a preparar sus caminos.
El Señor esté con vosotros. -Y con tu Espíritu.
-Lectura del santo evangelio según san Lucas.
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto
y dio a luz un hijo.
Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor
le había hecho una gran misericordia,
y la felicitaban.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño,
y lo llamaban Zacarías, como a su padre.
La madre intervino diciendo: -"¡No! Se va a llamar Juan".
Le replicaron:
-"Ninguno de tus parientes se llama así".
Entonces preguntaban por señas al padre
cómo quería que se llamase.
Él pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre".
Todos se quedaron extrañados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua,
y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos,
y corrió la noticia por toda la montaña de Judea.
Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
-"¿Qué va a ser este niño?".
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba;
vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Palabra del Señor.
-Gloria a ti, Señor Jesús.
"No", dice la madre.
"No se va a llamar Zacarías". Dice Isabel.
Este no es muy fuerte en el Evangelio de hoy.
Fíjense, era la fiesta de la circuncisión,
ocho días después del nacimiento,
era cuando le ponían el hombre al niño.
Normalmente las mujeres estaban aparte,
ellas no participaban directamente en la ceremonia.
Aquí aparece Isabel y dice "No, no se va a llamar como su padre".
Y todo el mundo quería que se llamase como él.
Él era un sacerdote de los que presentaban, que sea como su padre.
"Que sea como lo que la familia espera de él, entre todos lo vamos
a arropar, que sea más de lo mismo, lo que ya conocemos".
Eso de la madre, que no tenía mucho derecho a hablar y dice:
"No, no se va a llamar Zacarías. Lo siento.
Se va a llamar con un hombre nuevo. Se va a llamar Juan".
-"Nadie se llama así en tu familia".
-"Da igual, se va a llamar Juan, hace referencia
a la misericordia de Dios".
-Le preguntan al padre que se había quedado mudo y sordo,
porque le hablan por gestos.
Coge una tablita, una tablet. Dice que se llamará Juan.
Le da la razón es mujer, muy bien.
"Este niño va a ser algo diferente".
Dice la lectura que la gente se quedó maravillado
y decía: "¿Qué va a ser de este niño si no sigue la tradicion
de su familia?
¿Qué va a ser de este niño, no es lo mismo que ya sabemos?".
Cuando el niño es grande, Juan, ya no habla su madre por él,
también se crearon expectativas en torno a él.
Algunos pensaban que este era un profeta, que si era el Mesías.
Dice que Juan responde: "Yo no soy quién pensáis".
Una vez más, las expectativas.
Uno se hace expectativas siempre de la gente.
"Este va a ser esto, este va a hacer aquello".
"No, yo no soy quien ustedes piensan".
-"¿Y quién eres?".
-"Mirad, viene uno detrás de mí.
Ese, se sí que cuenta. Ese sí que es importante. Es Jesús".
La grandeza de Juan, celebramos su nacimiento,
la grandeza de Juan es su pequeñez.
El desaparece para apuntar a otro, al que de verdad salva.
Él desaparece para apuntar a otro, al que de verdad salva.
Al que de verdad da la vida. A Jesucristo.
Sabemos cómo acabó la vida de este niño, de Juan.
Se enfrentó con el rey, con Herodes,
le dijo unas cuantas cosas bien dichas.
El rey se enfadó, le cortaron la cabeza, lo mataron.
Uno más. Fuera. Y el rey siguió haciendo su vida.
Dice la primera lectura de Isaías que el profeta dice:
"Yo pensaba, en vano, me he cansado, en viento
y en nada he gastado de mi fuerza".
Es verdad. Pero Juan, ¿qué has hecho?
Te han cortado la cabeza.
Una más, tanta gente que levanta la voz por la justicia,
le quitan del medio y ya está. Las cosas siguen igual.
"En vano, en viento, en nada es todas mis fuerzas".
Quizás Jesús pudiera decir lo mismo.
Acaba crucificado, abandonado de los suyos, sin que nada parezca cambiar.
Bajo el poder de los romanos,
bajo el poder de la casa de los sacerdotes que lo matan.
"En vano, en nada".
Añade, el profeta Isaías:
"No, en realidad, el Señor Dios defendía mi causa,
mi recompensa la custodiaba Dios".
Podríamos decir: el valor de mi vida solo lo sabe Dios.
Ni las expectativas de la familia que querían ponerle Zacarías,
en las expectativas de la gente que querían hacer de Juan el Mesías, no.
Solo Dios conoce el valor de la vida de las personas.
El valor de la vida de Juan,
evidentemente, el valor de la vida de Jesús,
Dios lo resucitó escondidamente,
no todos pueden creer en esta resurrección,
no alcanzan, pero bueno. Pero lo resucitó con su fuerza.
El valor de nuestras vidas solo lo conoce Dios.
El valor de esa gente que parece que no tienen valor
y que quizás sintiéndonos potentes y más aventajados,
despreciamos cuando llegan a nuestra casa. "Mira esa gente".
El valor de la vida de las personas.
Solo Dios lo conoce,
"cuidado con despreciar a ninguno de estos pequeños", que decía Jesús.
Este Juan, celebramos su nacimiento.
E esta eucaristía agradecemos también a esta revista
de la congregación nuestra, una obra de Iglesia, la "Revista 21",
lleva 100 años publicando, 100 años.
No se quedó muda como Zacarías, sino que hablo, habló.
100 años publicando, hablando, escribiendo, muchas palabras, ¿eh?
Nos alegramos mucho,
alegramos por la gente que ha hecho posible la revista.
No miramos para atrás, miramos para adelante.
No hablamos de nosotros mismos para decir:
"Mira que buenos, qué bien hacemos las cosas".
No, apuntamos a otros, a Jesús.
"Mira, qué bien haces las cosas, qué bien habla este cura".
Bueno, pero no se queden con eso. Es otro al que hay que mirar.
Cuando el dedo se vuelve hacia nosotros, qué triste,
le dice el papa Francisco, la Iglesia autorreferencial
que nos gusta decirlo, lo bien lo hacemos, lo importantes que somos.
Qué aburrido es eso.
Que hermoso es cuando nosotros no somos importantes, lo que cuenta
es aquel al que señalamos, mira ese, ese sí que sirve, ese sí quesalva,
ese sí que da la vida.
Un nombre nuevo el de Juan, un hombre nuevo para cada uno
de nosotros, un valor de nuestra vida que solo Dios conoce.
Eso es lo que celebramos hoy.
No pensamos en los aniversarios de nuestras obras
que vamos haciendo, bien.
Estaba el otro día con una pareja y su hija, de un año y medio.
Pasé con ellos rato muy bueno.
Charlando con ellos, me comenta la madre:
"En nuestra familia, como en todas, también hay tensiones,
peleas, cosas rancias que vienen de lejos,
el abuelo que se había peleado con el tío, no sé qué cosas.
Separaciones que crean heridas que no se cura nunca más,
cosas que se quedan enconadas, rencores, odios incluso.
Todos intentamos disimular, salimos en la foto".
Pero qué llenas están las familias de divisiones, y dice la madre:
"Nuestra hija, de un año y medio,
no queremos que herede esto de nosotros.
Que cuando ella empiece a ver y pregunte,
pero '¿qué pasa, porque este no se quiere ver con este?'.
Que pueda ver las cosas de otra manera. Eso es lo que deseamos".
Esto es lo que me decía la madre. Pensaba en el Evangelio.
Pensaba en Isabel, no quiere que su hija sea otro Zacarías
de la familia, que arrastre otra vez las peleas, las heridas,
los rencores, las divisiones...
Ella quiere que su hija sea un Juan, un nombre nuevo,
que hable de la misericordia.
Cómo necesitamos en nuestras familias,
en nuestras congregaciones, en nuestro grupo, en nuestra Iglesia,
en la sociedad, en el mundo, personas que ya no sean Zacarías,
que arrastren rencores antiguos,
sino que se abran a un nombre nuevo.
Y que nos haga pensar en la misericordia del Dios que nos quiere
y en el amor de Jesucristo, que se entregó por nosotros.
Confesamos juntos nuestra fe.
Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la Tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha Dios Padre todopoderoso,
desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
En esta Solemnidad del Nacimiento de San Juan presentamos ahora
todas nuestras intenciones al Señor.
-El papa Francisco nos invita a ser Iglesia de salida,
hospital de campaña y a tener las puertas abiertas.
Que sintamos este desafío, posibilidad de transmitir la alegría
del Evangelio, roguemos al Señor.
-Te rogamos, óyenos.
-Nos afectan los dolores de la humanidad,
las guerras y desigualdades, que la figura de Juan el Bautista
nos impulse a ser voz que clama
frente a todos los que sufren en nuestro mundo. Roguemos al Señor.
-Te alabamos, óyenos.
-Los enfermos han de ser acompañados y contar con una mano hermana,
que la entrega de San Damián de Molocay a los enfermos de lepra
inspire nuestra entrega por todos los que pasan por la prueba
del dolor. Roguemos al Señor.
-Te rogamos, óyenos.
-La familia es escuela para vivir el Evangelio,
que las familias se abran al impulso del espíritu
y sientan el acompañamiento de la comunidad cristiana
en su trayecto diario. Roguemos al Señor.
-Te rogamos, óyenos.
-Comunicar el Evangelio es don y tarea.
Que los medios de comunicación se abran a la transmisión de la verdad,
que la "Revista 21" siga apostando por aquellos
que son olvidados y descartados. Roguemos al Señor. Rogamos, óyenos.
Nos sentimos comunidad cristiana, que esta parroquia
transmita el amor incondicional de Dios.
Que todos los que nos siguen a través de Televisión Española
sientan la cercanía de Jesús.
-Escucha señor nuestra súplica,
que San Juan el mayor de los nacidos de mujer, te recomienda.
Por Jesucristo nuestro Señor. -Amén.
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Horas, hermanos y hermanas, para que esta eucaristía nuestra
sea agradable a Dios padre todopoderoso.
-El Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria
de su nombre, para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia.
-Ya estaba próximo el Salvador del mundo ya estaba próximo,
lo mostró presente entre los hombres.
Por Jesucristo nuestro señor. -Amén.
El Señor esté con vosotros. Levantemos el corazón.
-Lo tenemos levantado hacia el señor.
-Demos gracias al señor nuestro Dios.
En verdad, es justo y necesario, es su deber y salvación darte gracias,
siempre y en todo lugar,
Señor padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo señor nuestro.
En San Juan, su precursor, a quien consagró este como el mayor
En San Juan, su precursor, a quien consagraste como el mayor
entre los nacidos de mujer, proclamamos tu grandeza.
Su nacimiento fue motivo de gran alegría.
Ya antes de nacer saltó de gozo por la llegada de la salvación humana.
Solo él entre todos los profetas mostró al cordero de la redención.
Él bautizo al mismo autor del autismo para santificar el agua viva
y mereció darle el supremo testimonio,
derramando su sangre.
Por eso, por las virtudes del cielo, te reclamamos continuamente
de la tierra alabando tu gloria sin cesar.
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-Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban
todas tu criaturas. Ya que por Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo
y congregas a tu pueblo sin cesar para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
de manera que sean cuerpo y sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan.
Dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
"Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo,
que será entregado por vosotros".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz.
Y dándote gracias de nuevo lo pasó a sus discípulos, diciendo:
"Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre.
Sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros
y por muchos para el perdón de los pecados.
Haced esto en conmemoración mía".
Este es el sacramento de nuestra fe.
-Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús.
-Así pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora
de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos en esta acción de gracias el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella
la víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad.
Para que, fortalecidos con el cuerpo y la sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo Espíritu.
-Que él nos transforme en ofrenda permanente para que gocemos
de tu heredad junto con tus elegidos,
con María, la Virgen madre de Dios,
los apóstoles y los mártires,
el beato Juan Pablo II
y todos los santos
por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
-Te pedimos, Padre, que esta víctima de reconciliación traiga lapaz
y la salvación al mundo entero.
Confirme en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra.
A tu servidor, el papa Francisco, a nuestro obispo Carlos,
a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado
en tu presencia, y reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo. A nuestros hermanos difuntos.
Y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria.
Por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
-Por Cristo, con él y en él.
-Por Cristo, con él y en él.
Algunos se habrán preguntado que es lo que han traído en la ofrenda.
Han traído el pan y el vino, lo que necesitamos para la eucaristía,
pero ahí hay una cesta con números de la revista,
que celebramos también el centenario hoy,
y después ha venido este trapo negro,
es la esclava que usaba el padre Damián.
Es el que inspira gran parte de nuestro trabajo en la congregación
y en la revista.
Él es llamado hermano universal.
Se hizo leproso con los leprosos para servirles y entregar su vida.
En este momento que el Padre Nuestro,
está bien recordar al hermano universal,
que nos recuerda que todos somos hijos e hijas del mismo padre,
ese padre que es el que conoce cuál es el valor real de nuestras vidas.
Por eso, todos juntos y como Jesús nos enseñó, podemos decir...
Padre Nuestro, que estas en el cielo, santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer la tentación y líbranos del mal.
Líbranos de todos los males, Señor.
Y concédenos la paz de nuestros días.
Para que ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libre de pecado y protegidos de la perturbación,
mientras esperamos la venida de tu glorioso hijo, Jesucristo.
-Tuyo es por siempre la gloria, Señor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles
"La paz os dejo, mi paz os doy", no tengas en cuenta nuestros pecados.
Concede la paz y la unidad.
Tu que vives y reinas por siglos de los siglos, danos la paz.
-Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
-Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para salvarme.
-El cuerpo y la sangre de Cristo. Amén.
(Música)
Señor, que has restaurado nuestras fuerzas
con el banquete del cordero celestial.
Haz que tu Iglesia llena de gozo por la Natividad de San Juan Bautista
reconozca a su redentor en aquel cuya venida inminente
anunciaba el precursor. Por Jesucristo Nuestro Señor.
-Amén.
-Llegamos al final. Ahora viene la bendición.
Agradecer la presencia, una vez más a todos los que colaboran
con la revista, agradecer a los técnicos de televisión,
agradecer a los que nos habéis seguido desde vuestras casas
y que unidos podamos vivir este espíritu de Juan el Bautista
y, sobre todo, el de Jesús. El Señor esté con vosotros.
-Y con tu espíritu.
La bendición de Dios todopoderoso, padre y espíritu Santo,
descienda sobre vosotros. Amén. Podemos ir en paz.
-Gracias a Dios.
(Música)
Santa misa católica desde la Parroquia de los Sagrados Corazones, en Madrid.
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Los felicito, estuve de paso por la magnífica iglesia relevando templos de vanguardia de España. Desde la Argentina les envío un gran saludo, Juan Antonio Lázara, especialista en historia de la arquitectura religiosa.
Una ceremonia muy emotiva, siempre teniendo presente al Santo Padre DAMIÁN. Enhorabuena por el aniversario y gracias por el buen trabajo realizado en estos años. La retransmisión ha estado regular, en el momento de la consagración ¿qué hacía ese señor con pantalones cortos, riñonera y camiseta playera en el altar? Creo que el festival de Benicasim es el lugar más adecuado para el cámara y no un a celebración ecucaristica
Enhorabuena, a los SSCC. Por su revista y por su labor al servicio del Evangelio.